lunes, 13 de septiembre de 2021

LA RESPUESTA

 

Se encontraba solo y perdido en aquel pueblo abandonado, sin saber ni el cómo, ni el por qué estaba allí. Miró a su alrededor. Vio desolación y caos. Las casas, que alguna vez habían albergado en su interior a alguna familia, ahora eran ruinas cubiertas de vegetación. Comenzó a caminar sin rumbo, esperando encontrar a alguien que pudiera responder las múltiples preguntas que se agolpaban en su garganta. Vio la iglesia con un campanario que albergaba en su interior una vieja campana que permanecía inmóvil y silenciosa, sabiendo que nadie acudiría a su llamada. Detrás un viejo cementerio abandonado, cubierto de matojos y zarzas. En la vieja verja de hierro oxidada de la entrada, había unas letras grabadas que rezaban: Cementerio de Talos. La verja cedió al empujarla levemente con la mano, emitiendo un sonido agudo y estridente. Vio una figura arrodillada ante una tumba. Caminó hacia ella. Se trataba de una joven, delgada, con una larga melena rubia recogida en una coleta. Llevaba puesto una blusa roja y unos vaqueros. Se colocó a su lado. La tumba correspondía a una mujer que había muerto con tan solo 25 años, se llamaba Marta. Ella lo miró, el hombre vio pena y dolor en aquellos grandes ojos azules y sintió unos deseos desmesurados de abrazarla. “Esta es la respuesta a tu pregunta”, le dijo con voz temblorosa.

- ¡Cariño, cariño! ¿estás bien? –le preguntaba la mujer sentada a su lado, mientras lo zarandeaba ligeramente para que reaccionara.

El hombre, como salido de un trance, la contempló unos instantes, luego miró a su alrededor, confundido y desconcertado. Estaba en una cafetería. Su mujer lo contemplaba con verdadera preocupación

-Estoy bien –le respondió, intentando calmarla, pero pudo ver en su mirada que no lo había conseguido.

Tenía algo entre sus manos. Era la tarjeta de un detective privado. Sus padres habían muerto en un accidente de tráfico, hacía menos de un mes. Al leer el testamento se había enterado de que era adoptado. Aquella tarjeta se la había dado un amigo suyo. Al parecer era el mejor si querías buscar a alguien del pasado. Pero él sabía que ya no lo necesitaba. Sabía dónde encontrar sus raíces.

Una camarera se acercó a la mesa, el hombre pidió un café con dos terrones de azúcar, regalándole su mejor sonrisa.

 

 

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