Dos enfermeras estaban en la habitación aseando a la mujer que yacía en la cama. Llevaba un mes en coma. Un taxista la había atropellado cuando la joven atravesó la calle corriendo. El hombre llamó inmediatamente a una ambulancia,
Cuando llegó a urgencias tenía múltiples magulladuras, varios huesos rotos y había perdido el conocimiento por completo.
-Me da mucha pena verla ahí en la cama, sin moverse, es tan joven… -comentó una de las enfermeras.
–Sí, tienes razón. Y lo peor es que nunca tiene visitas. Nadie viene a verla. Parece que nadie la echa de menos.
Cuando terminaron de asearla salieron de la habitación cerrando despacio la puerta tras ellas.
-Mi querida escritora -le decía el hombre de la tienda de antigüedades arrimando la única silla que había en la habitación a la cama donde yacía la joven quieta, inmóvil- Mi pequeña Kate… se te ve tan frágil… como un pajarillo herido.
Kate al oír aquella voz el terror invadió todo su cuerpo. Miró a su alrededor y por la poca luz que llegaba hasta allí comprendió que estaba sumergida en un pozo. Escuchaba aquella voz que tanto pánico le daba lejana pero que retumbaba en su cabeza como si la utilizaran para jugar al fútbol. No podía dejarla que la dominara porque si lo hacía, de algún modo sabía, que nunca saldría de allí.
El hombre continuó hablándole. Y cuanto más lo hacía ella más cerca lo oía.
-Todos estos años suplicándome que te dejara libre y cuando al final lo consigues tu mente se bloquea y no puedes gozar de esa libertad tan ansiada ¿o si? porque la historia que has ido trazando en tu cabeza no está nada mal, incluso en coma no puedes dejar de escribir. Y me he dado cuenta de algo, todos tus personajes estuvieron en mi tienda, ¿Acaso querías delatarme? Kate mi Kate, eres una chica mala, muy mala. Ahora me doy cuenta de que todos los sedantes que te daba día tras día no aplacaban tus ganas de venganza. Conseguías, aun durmiendo, seguir escribiendo y creando personajes con la máquina de escribir manejada con tu mente.
Kate desoyendo las palabras del hombre se dio cuenta de que estaba en peligro y que tenía que salir de allí cuanto antes. Comenzó a tararear esa canción que su madre le cantaba cuando era muy pequeña y que la había mantenido viva hasta ahora. Era una táctica para que aquel hombre no hurgara en su cerebro. Poco a poco fue agarrándose a las paredes mojadas y resbaladizas de aquel pozo, aprovechando los salientes que el tiempo y el agua fueron formando en la piedra.
(estrellita dónde estás, me pregunto quién serás, en el cielo y en el mar un diamante de verdad…)
-Mi querida niña, hay unos cuantos cabos sueltos en la no historia, porque esa historia que escribes en tu mente, no es real. Nada es real. Ni tienes hermanos, ni tienes hijos, ni vecinos mayores. Me sorprendió y al mismo tiempo me agradó tu visita. Que entraras en mi tienda como si nada y te fijaras en la máquina de escribir. Yo era un personaje de tu historia. Chica lista donde las haya. Eres valiente.
Kate seguía trepando por aquella pared empinada y resbaladiza cantando la canción casi a gritos para no escuchar a aquel monstruo.
-Vamos a ver, tenías siete años cuando te secuestré, así que echando cuentas estuviste encerrada en mi sótano diez años. ¡Cómo pasa el tiempo! Parece que fue hace una semana cuando te llevé del parque delante de todo el mundo sin que nadie se diera cuenta. Ahora vive otra niña en mi sótano. Te lo digo por si te interesa saberlo, me imagino que no.
Kate estaba llegando a la superficie, le faltaba tan poco. Ahora no podía rendirse.
El hombre continuó con su charla:
-Dejémonos de divagaciones y veamos los cabos sueltos que te has dejado en tu no historia. Primera: San mató a su esposa porque su hijo muerto lo llamó por teléfono y él pensó que la demencia estaba haciendo mella en él igual que había hecho en su mujer (por cierto la llamada la hice yo), así que con el puñal que llevaba en el paraguas, que le regalé yo, la mató y él se suicidó. Si iba a sufrir demencia como ella era mejor acabar con todo lo antes posible. Eso es lo que pensaba.
Segunda: tu supuesto hermano pensó que tú habías matado a tu hija por eso iba a toda velocidad para tirar al mar las maletas, pensando que allí dentro estaban los restos de su sobrina. Pero no… en las maletas sólo había periódicos viejos. ¿Sabes que lo encontraron con la pipa que le regalé cosida a la boca? ¿Me estás ignorando Kate?
Ya faltaba poco. Kate movió los dedos de la mano derecha y se topó con algo. No sabía lo que era aquello pero tenía la esperanza que alguna enfermera le hubiese dejado un timbre al lado de su mano por si se despertaba. Tenía que ser eso, porque si no lo era estaría perdida.
El hombre siguió hablando:
-Tercero: No te dejé terminar la no historia, porque tú de alguna manera buscabas un final feliz. Sabiendo que a mi no me gustan.
Él no la había hecho ir a la tienda, había sido por voluntad propia. Le regaló aquella máquina de escribir sin darse cuenta de las consecuencias que aquel acto provocaría. Tal vez se sorprendió de verla allí, aunque ese momento no era real, era parte de una historia.
La máquina de escribir estaría en su casa. Su casa de verdad, la casa de sus padres. Rezaba para que todo lo que estaba pensando y haciendo ahora siguiera plasmándose en las hojas en blanco y sus padres llegaran a leerlas. Entonces, tal vez… solo tal vez, vinieran a buscarla.
Pero no podía tentar a la suerte. Tenía que luchar para conseguir la ayuda tan deseada.
El hombre no paraba de hablar mientras Kate intentaba timbrar. Era el timbre, estaba segura y le faltaba unos centímetros para pulsarlo. Sus dedos se movían lentos, le daba la impresión de que pesaban una tonelada cada uno.
-Te voy a inyectar en la bolsa del suero una sustancia que te hará dormir para siempre, no vas a sufrir mi querida niña, sólo te quedarás dormida un poco más de lo que ya estás. Sé que me escuchas y me encanta que sepas que vas a morir porque nadie sale de mi sótano sin mi permiso y tú lo hiciste en un descuido de mi parte. Me había olvidado llevarte algo de beber cuando te llevé la comida, y confiando en ti por todos aquellos años en los que fui tu mentor, tu amigo, tu padre… tú echaste a correr hacia la tienda. Yo te perseguí, claro está. Intenté llegar a la puerta y cerrarla con llave pero entonces…. Entró aquella señora. Tú la empujaste, ella se cayó al suelo y tú saliste a la calle corriendo y lo siguiente pues ya te lo imaginas. No puedes ver la jeringuilla que tengo entre las manos y ahora voy a inyectar este líquido mortal en tu bolsa de suero.
Kate al fin logró pulsar el timbre.
Un tropel de enfermeras entraron en la habitación. Habían recibido una llamada sobre la familia de Kate y hablaron de una máquina de escribir que aparentemente escribía sola y luego habían oído el timbre.
Kate abrió los ojos miró hacia su secuestrador y le sonrió mientras los de seguridad se lo llevaban. Y lo siguiente pues ya te lo imaginas……