jueves, 16 de mayo de 2024

LA ESCRITORA

 Marta llevaba tres días encerrada en su casa, concretamente en su despacho. La muerte de su marido la había hundido en un pozo de pena y dolor. Salir de aquella habitación le provocaba ansiedad. No podía soportar no escuchar los pasos de su marido por la casa, ni sus risas, ni verlo..

Ese tiempo lo pasó escribiendo su última novela. Se había abastecido de comida. Tenía un baño en la habitación, así que no le hacía falta salir de allí por varios días.

No había parado de llover desde ese día, un fuerte temporal había aterrizado en el pueblo sin pensar en irse en los próximos días.

Marta no contó con la ausencia de luz. Estaba tumbada en el diván leyendo, cuando todo quedó a oscuras.

Pensó que volvería pronto, pero una hora después seguía a oscuras.

Muy a su pesar tuvo que salir de su despacho.

Los fusibles estaban en el sótano. Tenía una linterna en uno de los cajones de su escritorio. La cogió y salió de la habitación.

Se encaminó hacia la cocina donde se encontraba la puerta que daba al sótano.

Era de noche, la oscuridad era total. No sólo no había luz en su casa sino en la de los vecinos y ninguna farola iluminaba la calle. Estaban todas apagadas.

Para llegar a la cocina tenía que pasar por el vestíbulo donde comenzaban las escaleras que daban al piso de arriba. 

Vio algo extraño.

Salía luz de la habitación a través de la puerta que estaba entreabierta. La habitación que había compartido con su marido hasta hacía unos días.

Comenzó a subir las escaleras, despacio, sentía el miedo en su espalda. Su cabeza le decía que había dejado la luz encendida el día que estuvo allí vistiéndose para el funeral de su marido. Tenía que ser eso. Se lo repetía una y otra vez a medida que iba subiendo.

Cuando llegó arriba caminó hasta la puerta. La empujó hasta que se abrió de todo. La luz procedía del armario. Las puertas estaban abiertas de par en par.

Estaba perpleja, pensó que aquello no era más que un sueño del que se despertaría en cualquier momento. Se acercó a él.

Supo nada más verlo que aquello no era normal. Como escritora del género de terror sabía casi con certeza de que era una puerta que la llevaría a algún lugar.

La escritora atravesó el portal.

Entró en él. Apartó la ropa que estaba colgada. La parte de atrás del armario había desaparecido, así como la pared.

Se coló por aquel hueco. La luz le cegaba los ojos. Cuando salió al otro lado vio una habitación igual que la suya. La misma cama, las mismas mesitas de noche y las mismas lámparas sobre ellas. El mismo tocador, la misma colcha sobre la cama….

Era como si no hubiera salido de su cuarto. Pero había algo diferente. Su ropa estaba amontonada con sus perchas y en el suelo un recorte de periódico.

Lo cogió y lo leyó. Miró la fecha. Era de hacía tres días.

Marta Ventura, la famosa escritora de terror ha fallecido esta madrugada a consecuencia de un fatídico accidente de coche.

Ella era esa mujer.


miércoles, 1 de mayo de 2024

MASACRE

 —¿No los habéis visto?

Gritaba una mujer enloquecida corriendo entre la muchedumbre congregada en la plaza de Haymarket el 1 de mayo, conmemorando el día del obrero

—¡Vienen hacia aquí!

Un hombre logró pararla agarrándola fuertemente de un brazo.

—¿A quienes te refieres mujer?

—¡A ellos! Que Dios nos ampare ya están aquí.

El hombre giró la cabeza a tiempo de ver cinco corceles blancos acercándose a la multitud. Cabalgando sobre sus lomos iban cinco hombres vestidos de negro. Cada uno de ellos llevaba una espada en la mano.

El hombre, llamado Tim Gordon, reportero de un renombrado periodico, los reconoció de inmediato. Eran los hombres que habían sido asesinados como responsables de la muerte de varios policías en la reyerta que había ocurrido en aquella misma plaza.

—Resurgen las almas de la masacre de Haymarket —murmuró el hombre.

Los caballos siguieron al trote por el camino que les iba abriendo la multitud. Dieron una vuelta a la plaza sin mediar palabra con sus espadas en alto. 

El silencio era absoluto. No se escuchaba ni el trinar de los pájaros.

Al terminar regresaron por donde habían venido. 

Tras el impacto que aquellas apariciones habían provocado en la gente, éstas comenzaron a moverse tímidamente y hablar entre ellos entre susurros. 

Decidieron dar por finalizada aquella congregación.

Pero aquel día no todos regresaron a sus casas. Cuando la plaza empezó a quedar vacía los más rezagados vieron cuatro cuerpos ensangrentados en el suelo. Les faltaba la cabeza.


LA ESCRITORA

  Marta llevaba tres días encerrada en su casa, concretamente en su despacho. La muerte de su marido la había hundido en un pozo de pena y d...