miércoles, 25 de enero de 2023

EL CÓNCLAVE

 


El cónclave ha comenzado. Los aspirantes a ser el nuevo pontífice residen en la Casa de Santa Marta, una residencia en el propio Vaticano, manteniendo la prohibición de cualquier contacto con el mundo exterior.

Son recluidos en un recinto cerrado, no se les permiten habitaciones individuales ni sirvientes. La comida se les sirve por un ventanuco.

El séptimo día cuando se acercaron a llevarles la ración y nadie se acercó al ventanuco, ni tampoco escucharon voces, ni movimiento alguno dentro de estancia, fue entonces cuando comenzaron a sospechar que algo pasaba. Tras pedir los permisos pertinentes abrieron la puerta.

Boquiabiertos, estupefactos y muertos de miedo se quedaron al ver a aquella joven de unos veinte años, vistiendo un vestido blanco salpicado de sangre que le llegaba hasta los pies descalzos, una larga cabellera negra como la noche más oscura y unos ojos hipnóticos grandes y azules que los miraba fijamente mientras esbozaba una sonrisa siniestra. Llevaba un hacha en la mano.

Estaba parada inmóvil en medio de un gran charco de sangre y rodeada de las cabezas de los aspirantes papales.

Dos hombres de seguridad irrumpieron en el recinto. Comenzaron a dispararle hasta que no quedó ninguna bala en sus pistolas.

La joven cayó al suelo.

Escucharon unos gemidos. Había un hombre vivo. El favorito para el puesto.

En ese momento la puerta se cerró con gran estrépito tras ellos. Las cortinas se corrieron y las luces se apagaron. Se hizo la oscuridad total.

Comenzaron a gritar asustados. Entonces…

La temperatura comenzó a subir. Los hombres comenzaron a sudar copiosamente.

La joven que finge morir para seguir matando se levantó bajo la mirada atónita de los presentes.

Surgió una llamarada de la nada y de ella apareció un ente, un demonio, que todos reconocieron de inmediato: Satán.

La joven lo miró con ternura mientras le ofrecía el hacha.

—Te cedo el honor papá, de matar al próximo papa

 

 

 

 

 


miércoles, 18 de enero de 2023

HOSPITAL SANT MARIE

 

HOSPITAL PSIQUIÁTRICO

SANT MARIE

 

 

 

 

 

Querido Coronel Marlowich:

 

Le he enviado a lo largo de estos últimos meses varias misivas de las que no he recibido respuesta. Espero que tal retraso se deba a la guerra que estamos viviendo y que usted, como un hombre de honor que es, está librando en ella en nombre de su país.

Su querida y apreciada hermana Madeleine ha sufrido una gran recaída en los últimos meses. Su estado anímico y físico se han deteriorado considerablemente. Se niega a salir de su habitación y a tomar tomo alimento sólido y líquido que le proporcionamos.

Pensamos que tal eventualidad se debe a su ausencia. El lazo fraternal que los une siempre fue rígido y sólido y su falta ha calado en ella de tal manera que sus ganas de vivir se van mermando cada día que pasa.

Su hermana siempre fue una mujer de carácter, dotada de gran carisma y apreciada por los demás pacientes del hospital. El hecho de que no haya salido en semanas de su habitación ha hecho mella en los ánimos de los demás internos. Hemos sufrido varios altercados y reacciones hostiles culpándonos, a mí y a todo el personal que trabaja aquí, de su situación.

La noticia de su fallecimiento supuso una gran tragedia para nosotros. Debo confesarle que hemos enterrado tu cuerpo en el cementerio que hay detrás del hospital, una noche fría y lluviosa con la presencia de un servidor como director de este hospital, el médico que certificó su muerte y una enfermera que había trabado una gran amistad con su querida hermana.

Ahora nos encontramos en la peor situación que cualquier persona puede vivir. Encerrados en el sótano del hospital nos encontramos todo el personal.

Madeleine no había muerto. Ha sido la actuación crucial de uno de los pacientes, Alan Valdomir, un joven médico que, tras una negligencia con un paciente su padre optó por encerrarlo tras estos muros, fue el que observó desde la ventana de su habitación la comitiva funeraria de tres aquella noche. Cuatro contando con su hermana.

Esperó pacientemente a que finalizara el sepelio y a continuación desenterró lo enterrado. La catalepsia de Madeleine trajo la muerte que nos acecha desde entonces.

No sé el tiempo que podremos sobrevivir en este angosto, húmedo y frío sótano, sin comida y bebida salvo por las ratas que viven aquí y el agua fétida que discurre entre por el suelo.

Le imploro clemencia si lee esta carta. Necesitamos ayuda urgente.

 

 

 

 SALVADOR CROWN

Director

 

 

 

miércoles, 11 de enero de 2023

TRAS LA SOMBRA

 

—¿Dónde está el Príncipe? –le preguntó un demonio en tono apremiante a un subordinado que acababa de entrar en su despacho.

—Todavía no volvió jefe –le dijo con cara de consternación.

—¿En serio? –respondió el jefe sin poder creer lo que le estaba diciendo – ¿crees que debemos preocuparnos por su tardanza?

A lo que el otro le respondió mientras tomaba asiento frente al jefe.

—Resistir, resistiremos algún tiempo más, pero en los niveles más bajos empiezan a cuestionarse su regreso y estoy más que seguro que están elaborando un plan para hacerse con el control de los niveles superiores. Ya sabe a lo que me refiero…

—Lo sé, lo sé –le dijo el otro moviendo la cabeza preocupado- Irán tomando los niveles convenciendo a su paso a la escoria que los habita hasta crear un ejército lo suficientemente numeroso para alzarse contra nosotros.

—Sí, jefe, así es –le respondió su subordinado

—Sabemos si ha cambiado de lugar o ¿sigue en el mismo sitio?

—Sigue ahí, jefe, no sabemos muy bien por qué Satanás visitó la ciudad de los umbrales.

—¿Quieres que te lo diga? –le espetó su jefe que sin esperar respuesta continuó- Está obsesionado por encontrar la sombra.

—¿La sombra? ¿Qué sombra? –le preguntó asombrado el otro.

—¿Cuál va a ser pedazo de carne con patas? –le respondió malhumorado por las pocas luces que tenía aquel demonio- La suya.

—No sabía que la había perdido –le dijo el otro pensativo

—Así es. Un buen día se largó. Según me contó le dijo que estaba harta de él, más bien de su cambio de actitud, que ya no era tan malo como lo pintaban, se estaba volviendo vago, no dejaba el infierno para nada, todo el día sentado viendo pasar la eternidad en vez de salir al mundo de los vivos y provocar catástrofes

—¿De verdad? Eso es injusto, ¿no le parece? Él no tiene que salir, para eso estamos nosotros

—Pero hay más amigo mío. Escucha atentamente –y se acercó a él como si le fuera a contar un secreto, el subordinado hizo lo mismo y sus cuernos quedaron a pocos centímetros los unos de los otros- Le llamó gordo y que ella no podía permitirse que la vieran por ahí con esos kilos de más.

Estuvieron un rato en silencio mirándose el uno al otro agarrándose el vientre para no reírse, pero sin mucho resultado, las carcajadas, sonoras, estridentes y terroríficas se escucharon en varios kilómetros a la redonda, haciendo que un montón de curiosos se acercaran a ver qué pasaba.

—Así que su sombra se fue en busca de aventuras y qué mejor lugar que ese, habitado por las almas más oscuras que hay sobre la faz de la tierra –sentenció el jefe.

 


miércoles, 4 de enero de 2023

TORMENTO

 

Tormento se cansó del chantaje.

Cuando se despertó la habitación estaba en penumbra. El despertador que había sobre su mesilla de noche marcaba las tres de la madrugada. Giró la cabeza hacia el otro lado de la cama, pero el dolor que sintió al hacerlo le arrancó un grito lastimero y unas lágrimas comenzaron a descender por sus mejillas. Optó por alargar su mano izquierda. No le dolió al hacerlo. Comprobó que ese lado de la cama estaba vacío. Mejor así, pensó. Se levantó con gran esfuerzo y arrastrando los pies logró llegar al baño.  El espejo situado sobre el lavabo, le devolvió el reflejo de ella misma. No se reconocía. Tenía un ojo amoratado, cerrado en su totalidad. La cara hinchada, moretones en el cuello como si alguien hubiese intentando estrangularla. Le faltaba un par de dientes y sospechaba que tenía la nariz rota. Aquel rostro que veía en el espejo no era el de ella. No podía serlo. No reconocía a aquella mujer que la estaba mirando.

Le dolía todo el cuerpo, pero lo peor no era el dolor físico sino el dolor del alma.  Para el dolor físico que la atormentaba se tomó un par de analgésicos. El dolor del alma sería más difícil de curar, no había pastillas para calmarlo.

El baño comenzó a girar a su alrededor. Despacio y con gran esfuerzo apoyó su espalda en la puerta. Lloró. Lloró como no lo había hecho nunca. Esta vez su marido se había lucido de lo lindo.

Gritó.  Fue grito desgarrador, desesperado, terrorífico.

No se sintió mejor al hacerlo.

Cerró los ojos.

Escuchó una voz. La reconoció al momento. Era la suya. Alzó la mirada y se vio. Allí plantada delante de ella estaba otro yo mirándola fijamente. Había desafío en sus ojos, determinación y coraje, algo que hacía tiempo que no sentía.

- ¡Mírame! –le instó- soy tus emociones. Soy el miedo, el asco, la ansiedad, la culpa, la ira, la tristeza. Llámame tormento. Vengo a ayudarte.

Lo que ocurrió a continuación lo recordaba de forma distorsionada. Recordaba que había escuchado abrirse la puerta de la calle. Luego unos pasos que conocía muy bien, acercándose a la cocina. Ella estaba allí tras la puerta. No recordaba cómo había llegado. Pero allí estaba esperándolo, conteniendo el aliento a cada paso que él daba, para no ser descubierta. Recordaba tener algo en la mano. Un cuchillo.

Su marido entró tambaleándose. Había estado bebiendo.  Fue directo a la nevera. Ella se situó detrás de él.

Pronunció su nombre. Él se giró sobresaltado. La hacía en la cama. No esperaba que estuviera levantada esperándolo. Todo un detalle por su parte, nada mejor que una buena paliza para doblegar a las mujeres, pensó. Sonreía cuando se giró. Al hacerlo sintió un dolor punzante y frío en el abdomen. Miró lo que le había pasado y vio sangre, mucha sangre traspasando su camiseta blanca. Levantó la mirada. Ya no sonreía. Su mirada rabiosa se clavó en la de ella. Ahora era ella la que estaba sonriendo.  Antes de desplomarse agarró con furia a su mujer. Intentó pegarle, pero las fuerzas le abandonaron y se desplomó sobre el frío suelo de la cocina.

 

 

 

EL RESURGIR

  El Olimpo había sido un lugar de copas muy conocido no solo en la ciudad sino en todo el país. Allí bellas jovencitas cantaban ligeritas d...