La primera vez que la vi sirviendo copas en la discoteca no pude dejar de mirarla. Era perfecta. Su larga melena rubia, sus enormes ojos negros, su esbelto cuerpo te hacía estremecer de deseo.
Yo soy un chico más bien guapo, encantador y con un gran don de palabra.
Empezamos a vernos asiduamente en su apartamento. Cada minuto que pasaba con ella se me hacía corto.
Una noche salimos con unos amigos de ella, insistió en presentarlos, ella ya conocía los míos, llegamos a casa bastante perjudicados.
En un momento, ya rayando el alba, me levanté al baño. Nuestras ropas estaban esparcidas por el salón y el contenido del bolso de ella desparramado por el suelo.
Me agaché y recogí sus cosas, entonces fue cuando vi su carnet de identidad. Se llamaba María de la Agonía. ¿Se lo pueden creer?
Me entraron unas ganas locas de reirme. Y no paré de hacerlo hasta que ella apareció a mi lado. Estaba muy seria. Me dijo que no quería que anduviera en sus cosas. Quise explicarle lo que había pasado pero no me creyó, pensó que le había hurgado en el bolso. Me hizo prometer que no le diría a nadie su segundo nombre. A nadie! Me lo dejó muy claro. Se lo prometí, mientras cruzaba los dedos a mi espalda.
No me quedó tiempo para contárselo a mis amigos, a mi familia y a todo el que conocía aunque fuera de vista. Me parecía muy gracioso su nombre y no entendía por qué ella se lo tomaba tan en serio.
Un día en el que me había quedado un par de horas de horas de más cuando salí ya era de noche. Había perdido el autobús. El coche estaba en el taller. Mi chica estaba trabajando, así que solo quedaba caminar.
No anduve ni cien metros cuando unos encapuchados me rodearon. Les dije que les daría lo que quisieran. Tenía dinero. Pero parecía que no era aquello lo que les interesaba. Empezaron a golpearme y a patearme en el suelo. Me dejaron muy mal. Me habían roto varios huesos y el dolor era insoportable. Sabía que si alguien no venía a socorrerme pronto, me moriría.
Entonces escuché unos tacones. Una mujer se acercó. Los hombres le abrieron paso y…. Allí estaba!!!! Era ella, era María, mi chica.
Le supliqué que me ayudara, que me librara de aquellos hombres y que nos fuéramos a casa…. Pero las intenciones de ella eran otras. Llevaba un cuchillo en la mano. Aquel era mi fin.
Me gusta cómo luce la Agonía cuando viene a por mí.
No hay comentarios:
Publicar un comentario