mi茅rcoles, 27 de abril de 2022

EL OJO

 

Tras la operaci贸n de c贸rnea por haber perdido la visi贸n del ojo izquierdo en aquel fat铆dico accidente de coche que casi le cuesta la vida, regres贸 a casa acompa帽ado de su mujer. Estaba radiante de felicidad.

Se encerr贸 en el ba帽o. Delante del espejo contempl贸 el milagro que hab铆an obrado los m茅dicos. Cerr贸 el ojo izquierdo, luego el derecho. Quer铆a cerciorarse de que la visi贸n era la misma en ambos ojos.

Tras varios intentos acompa帽adas de las muecas pertinentes, lleg贸 a la conclusi贸n de que los colores y las formas eran m谩s n铆tidas a trav茅s del ojo operado. Volvi贸 a hacer la prueba. Cerr贸 el ojo izquierdo. Los colores a trav茅s del ojo derecho no eran tan intensos. Cerr贸 el otro. Hab铆a una diferencia abismal que pasaba desapercibida si ten铆a ambos ojos abiertos. O se estaba volviendo loco o aquello no era normal. Tendr铆a que hablar con el m茅dico. Hizo una 煤ltima prueba. Cerr贸 el derecho de nuevo. Entonces pas贸. Vio reflejada una figura en el espejo. Un hombre. Se volte贸. Estaba solo en el ba帽o.

Volvi贸 a fijar su mirada en el espejo, pensando que hab铆a sido fruto de su imaginaci贸n. Segu铆a con el ojo derecho cerrado. El hombre segu铆a all铆. Lo ve铆a a trav茅s del espejo Estaba tras 茅l. Su sonrisa macabra lo hizo estremecer de miedo. Aquella figura lo agarr贸 por los hombros con una fuerza descomunal mientras le susurraba al o铆do con una voz gutural que le hel贸 la sangre: “tienes algo que me pertenece”. Grit贸. Lo hizo como nunca lo hab铆a hecho en toda su vida.

La puerta se abri贸 de golpe. Su mujer entr贸 en el ba帽o. Encontr贸 a su marido tumbado en el suelo. Se arrodill贸 junto a 茅l

- ¿Est谩s bien cari帽o? ¡Dime algo! ¿qu茅 te pasa? - le suplicaba ella.

脡l se despert贸 aturdido como si lo hubieran sacado de un mal sue帽o. Le dijo que estaba bien. Pero… ¿lo estaba? No.

Ella pudo ver con desconcierto que sus ojos hab铆an cambiado, por lo menos el izquierdo, el que le hab铆a operado. Hab铆a cambiado de color, pasando del tono azul cielo a un negro intenso como la noche m谩s cerrada.

-Tenemos que ir al hospital, te has dado un fuerte golpe en la cabeza –le dijo su esposa visiblemente asustada

-Estoy bien –minti贸 茅l mientras se levantaba del suelo.

Hab铆a perdido la visi贸n de su ojo derecho, el sano.

No se lo cont贸 a ella. ¿Para qu茅? Eran sus ojos y su visi贸n, la zorra esa ya sab铆a demasiado. Sali贸 del ba帽o. Camin贸 con paso lento hasta la cocina. Se sent铆a diferente., como si fuera otra persona. Ya no le invad铆a la felicidad de hac铆a unos minutos. No. Estaba enfadado. Consigo mismo, con el mundo, con su esposa. Ten铆a ganas de….

Ella lo sigui贸. Hablaba y hablaba. ¿Por qu茅 no se callaba? Cuanto m谩s parloteaba ella, m谩s crec铆a la rabia y la ira en 茅l. Comenz贸 a recordar…. La infidelidad de ella con su mejor amigo. Las humillaciones que le hac铆a su suegro, el cual, era su jefe. Aquel accidente en que ella sali贸 indemne y 茅l hab铆a perdido la visi贸n porque se hab铆an enzarzado en una discusi贸n sin fin y hab铆a perdido el control del coche.

Recordaba y recordaba…

Al final no lo soport贸 mas.

Su ojo despert贸 las tormentas.

Las tormentas que estaban adormecidas en su interior y que clamaban a gritos venganza.

Le reban贸 la garganta con un cuchillo.

Luego con una tranquilidad pasmosa llam贸 a la polic铆a y confes贸 su crimen.

Esper贸 pacientemente a que llegaran.

No hab铆a soltado el cuchillo.

Los esper贸 tras la puerta.

Sonre铆a.

 

 

 

lunes, 25 de abril de 2022

MOMENTOS

 

Aprendi贸 a callar y a fingir que todo iba bien. Aprendi贸 a distinguir lo que era real de lo que no. Tuvo que hacerlo.

Quer铆a ser “normal”, llevar una vida como los dem谩s sin correr el riesgo de que la tildaran de “rarita” o de loca. Un d铆a, antes de comprender que, para sobrevivir en aquel mundo lleno de normas, entre las que se encontraban las morales, ten铆a que aprender a hacerlo. Ten铆a que aprender a fingir.

Una tarde se sincer贸 con su madre. Le cont贸 lo que le pasaba. Necesitaba ayuda y crey贸 que ella podr铆a brind谩rsela.  脡sta, a su vez, se lo cont贸 a su padre. A partir de ese d铆a comenzaron las idas y venidas de una consulta m茅dica a otra. Le ped铆an, amablemente, que dibuja mientras como si de un juego se tratara, le hac铆an una pregunta tras otra que ella, como todo ni帽o de jard铆n de infancia respond铆a con sinceridad tratando de hacerse entender con su escueto vocabulario. Pero la mente adulta de aquellos m茅dicos, plagada de patrones y estereotipos inculcados por la sociedad de la que formaban parte, no entend铆an lo que ella les relataba con aquella inocencia que una vez tuvieron y de la que ya no quedaba nada en ellos.

 Si sales del reba帽o est谩s perdido.

A pesar de su corta edad, era bastante avispada y fue comprendiendo que lo que dibujaba en aquellas hojas en blanco que le daban no hac铆a m谩s que emporar las cosas. Dej贸 de dibujar fantasmas, gente muerta y comenz贸 a dibujar 谩rboles, flores, monta帽as y casas. De repente, todo cambi贸. Dej贸 de visitar a toda aquella gente y en su casa las cosas cambiaron para mejor. Ya no la miraban como si fuera un monstruo de feria, ahora lo hac铆an con amor. A ella le gustaba aquello. Se sent铆a querida.

Aprendi贸 la lecci贸n, vaya si lo hizo. Aprendi贸 a callar lo que ve铆a y sobre todo a no hablar de ello. Aprendi贸 a distinguir los vivos de los muertos cuando se los cruzaba por la calle. Era un alivio poder hacerlo, aunque con algunos les costaba m谩s, sobre todo con los que hab铆an muerto recientemente debido a que su aspecto todav铆a no se hab铆a deteriorado haciendo que las diferencias entre los vivos fueran m铆nimas. Pero aprendi贸. Y se sinti贸 aliviada de haberlo hecho.

A veces, cuando estaba sola, le gustaba hablar con ellos. No todos eran malos, algunos estaban perdidos, se sent铆an solos, desorientados y se pegaban a ella buscando un poco de conversaci贸n, nada m谩s. Le contaban sus historias y ella les escuchaba con atenci贸n. Algunas de ellas eran realmente fascinantes, llenas de dramas que la hac铆an llorar. Ellos eran agradecidos y la proteg铆an alert谩ndola de los oscuros, los olvidados. Le ense帽aron a distinguirlos. La clave estaba en sus ojos. Oscuros como la noche, oscuros como el pecado. De momento le serv铆a fingir que no los ve铆an. Pero no bastaba con ello. Eran conocedores de la capacidad que ten铆a ella para ver muertos. Pod铆an tomar una apariencia m谩s humana, sol铆an engatusar con sus dulces y amables palabras que, si les prestabas atenci贸n, lograban meterse dentro de ti oblig谩ndote a hacer cosas “malas” no s贸lo a los dem谩s sino a ti mismo. 

En el instituto todo iba bien. Sacaba buenas notas y hab铆a hecho muchos amigos.

Le encantaba escribir. Devoraba un libro tras que sacaba de la biblioteca. Su tem谩tica preferida era la de terror. Hab铆a descubierto un par de escritores de ese g茅nero que le fascinaron. Y no par贸 hasta leer todos sus libros. Aprendi贸 a comprender mejor a los fantasmas con los que viv铆a diariamente. Descubri贸 el mundo de las brujas y los demonios. Y comenz贸 a escribir su propio libro basado en la experiencia de los no vivos con su encuentro con la muerte. Lo titul贸: MOMENTOS CASI PERFECTOS PARA MORIR.

Una tarde fue a estudiar a casa de una amiga. Cuando terminaron se dieron cuenta de que se hab铆a hecho muy tarde. Hab铆a anochecido. Ella no viv铆a muy lejos, tan solo a dos calles de all铆. Los padres de su amiga se ofrecieron a llevarla a su casa. Ella rehus贸 el ofrecimiento dici茅ndoles que prefer铆a caminar.

Las farolas de las calles se hab铆an encendido. Quedaba unos metros para llegar a su portal cuando descubri贸 que aquel tramo estaba completamente a oscuras. Las farolas no estaban encendidas. Apresur贸 el paso agarrando con fuerza su carpeta contra su pecho a modo de escudo. Entonces lo vio.

Hab铆a un joven sentado en el bordillo de la acera bajo la 煤nica farola encendida en todo aquel tramo de la calle y que, casualidad o no, era la situada justo enfrente a su casa. Ella pas贸 a su lado sin mirarlo intentando pasar desapercibida. Pero no fue as铆. 脡l la llam贸 por su nombre. Ella, pasmada al escuchar que la llamaba, volte贸 la cabeza para mirarlo pensando que tambi茅n lo conoc铆a, quiz谩 del instituto o fuera alg煤n vecino. El coraz贸n le lat铆a apresuradamente en su pecho. Estaba nerviosa.  Era muy guapo, un poco mayor con ella. Le sonre铆a. Le hizo una se帽a con la mano para que se sentara a su lado disculp谩ndose al mismo tiempo por haberla asustado. Ella vacil贸 s贸lo unos segundos antes de sentarse junto a 茅l. Sab铆a que aquel muchacho estaba muerto. Pero no le import贸. Hab铆a algo en aquel joven que la atra铆a enormemente. El comenz贸 a preguntarle cosas sobre ella. La hab铆a visto por el barrio. Conoc铆a su nombre porque as铆 la hab铆an llamado unos amigos al despedirse de ella en su portal.

La hab铆a cogido una mano. La acariciaba con ternura. Sinti贸 una especie de electricidad recorriendo su brazo para luego extenderse por todo su cuerpo seguido de un escalofr铆o que la hizo estremecer. Aun as铆, no pod铆a desviar su mirada de aquellos ojos color avellana que la observaban con dulzura.  Se sent铆a tan a gusto a su lado….

Al mismo tiempo notaba que sus fuerzas se iban debilitando a cada segundo que pasaba. El cansancio cay贸 sobre ella como una losa. Se sent铆a d茅bil, a punto de desmayarse. Escuchaba la voz de aquel joven en su cabeza. 脡l no mov铆a los labios. Algo le pasaba, algo que no le gustaba. Intent贸 moverse, levantarse, huir de all铆. Pero no pudo hacerlo. Era como si su cuerpo se hubiera quedado pegado al bordillo de la acera.

Entonces la voz de su madre desde la ventana se escuch贸 por toda la calle que en aquellos momentos estaba vac铆a, salvo por ellos dos. Salvo por ella. 脡l alz贸 la mirada. Sus ojos cambiaron de color. Y pudo ver rabia e ira dibujadas en su cara. La fuerza que hasta ese momento hab铆a ejercido sobre ella desapareci贸. Aprovech贸 aquellos segundos para levantarse con verdadero esfuerzo. D谩ndole la espalda, comenz贸 a caminar lentamente hacia hasta que el portal. Escuch贸 su nombre envuelto en un grito desgarrador, espeluznante, tras de s铆. Continu贸 caminando sin mirar atr谩s.

Subi贸 las escaleras. Estaba recuperando las fuerzas poco a poco. Entr贸 en casa. Estaba a oscuras. ¡Qu茅 extra帽o! Pens贸.  Encendi贸 la luz. Hab铆a una nota sobre la encimera de la cocina. La ley贸 con manos temblorosas.  “Pap谩 y yo fuimos a casa de la abuela, volveremos pronto”. 

 

 

 

mi茅rcoles, 20 de abril de 2022

EL TIEMPO DE LA MUERTE LLEG脫

 

Se despert贸 muerto de frio y con un dolor punzante en el pecho. Se lo toc贸. Sus manos se impregnaron en sangre. ¡Era suya! Entr贸 en p谩nico, intent贸 levantarse, pero…  

Volvi贸 a despertarse.  Esta vez en una habitaci贸n enorme rodeada de libros y antig眉edades por todas partes. Estaba sentado en un sill贸n orejero. Frente a 茅l, en otro similar, hab铆a un hombre completamente vestido de negro. De edad indeterminada. Lo miraba fijamente. Su mirada le causaba malestar y calor, mucho calor… En medio de los dos, hab铆a una mesa de cristal. Sobre ella descansaba un 煤nico objeto. Un reloj de arena. La parte inferior estaba completamente llena. Le entraron unas ganas desmesuradas de levantarse y darle la vuelta. Aquel hombre, como si le leyera el pensamiento, le dijo con calma, pero con un tono de voz firme que no daba pie a una negativa:

-No lo hagas. El tiempo de la muerte lleg贸.

Entonces… aquella habitaci贸n se desvaneci贸. Se sent铆a ligero como una pluma. Flotaba. Estaba pegado al techo al lado de un tubo fluorescente. Alguien hablaba. Era un hombre con una bata blanca que, seguramente, en alg煤n momento hab铆a estado limpia. Presentaba diversas manchas, de varias tonalidades, pero las que m谩s predominaban eran, sin duda, las de color rojo. Hab铆a alguien con 茅l.  Un joven. Hablaban. Se coloc贸 a su lado y escuch贸: la causa de la muerte de este hombre fue, sin lugar a dudas, un infarto. Aquel hombre era 茅l.

domingo, 17 de abril de 2022

HUYENDO DE LA MUERTE

 

 

Se vino a vivir aqu铆 hace un par de meses. Hasta entonces 茅ste era el lugar de veraneo para 茅l y su familia. Pasaron los a帽os.  Se divorci贸. Apareci贸 unas cuantas veces acompa帽ado de sus hijos. 脡stos se hicieron mayores y volv铆a solo.

Lleg贸 aqu铆, una fr铆a tarde de invierno, para alejarse del mundo. Del ruido, la ingratitud y la miseria humana, de la mentira, la esclavitud psicol贸gica, de la gente en general, de la oscuridad y de la muerte…

La casa situada entre la espesura del bosque, es un lugar id铆lico para encontrar la paz que tanto anhelaba. No hay tel茅fono, ni televisor, ni mucho menos internet. Pero ah铆 est谩 con esa sonrisa permanente dibujada en su cara, satisfecho de estar aqu铆 y feliz de no tener que ver a nadie. Tiene un libro en su regazo, se ha quitado las gafas de leer y contempla el paisaje que, como si de un cuadro se tratase, le ofrece el gran ventanal del sal贸n. Me coloco a su lado para tener una perspectiva m谩s clara de lo que est谩 viendo.

Al pie de la ladera donde est谩 ubicada la casa hay un lago. Descansando en la orilla un bote de remos. El que utiliza casi a diario para ir a pescar o simplemente dar un paseo por aquellas aguas cristalinas que bajan directamente de la monta帽a.

Respira hondo. Es feliz. Lo siento. Se puede palpar la felicidad que rebosa por cada poro de su cuerpo.

Le gusta aquella ausencia de ruido. El sonido del silencio a su alrededor. Enturbiado, de vez en cuanto, por el canto de alg煤n p谩jaro o el crujir de las ramas de los 谩rboles al ser mecidas por el viento.

A m铆 tambi茅n me gusta esta paz que se respira. Por eso no me he ido nunca de aqu铆. No encontrar铆a un lugar mejor para pasar la eternidad.

Hay un par de pajarillos ocupados en hacer un nido. Vuelan buscando hojas secas y palitos. De aquellos huevos saldr谩n nuevas vidas en un mundo en guerra. Un mundo cubierto por el manto de la muerte. Qu茅 iron铆a. Si no que me lo digan a m铆.

Siento el ritmo acompasado de su respiraci贸n. Se qued贸 dormido. Los pajaritos siguen con…. ¿Qu茅 es eso? Una sombra gira en la esquina de la casa. Una figura se cuela por la ventana abierta de la cocina. Lleva un cuchillo en la mano. Esto se pone feo.

Aquella figura completamente vestida de negro. Lleva puesta una capucha. Se acerca muy despacio hacia donde est谩 el hombre dormido. No puedo hacer nada.

Un potente ruido despierta al due帽o de la casa. La figura oscura proyecta su mirada m谩s all谩 de los vidrios del ventanal. Yo hago lo mismo. Es un avi贸n. Vuela muy bajo. Demasiado.

Entonces….

Todo salta por los aires.

Frente a m铆, mir谩ndome hay cuatro ojos, abiertos de par en paz, asustados desconcertados.

Ahora me toca explicarles que est谩n muertos.  

 

 

 

viernes, 15 de abril de 2022

OSCURA VERDAD

 


 

Recuerdo aquel fin de semana con una mezcla de sentimientos dispares. Una euforia desatada y un dolor de pu帽ales clavados en el coraz贸n, desgarrador, mortal.

El colegio hab铆a organizado una excursi贸n a las monta帽as. Pasar铆amos tres d铆as y dos noches fuera de casa. Estaba feliz, radiante, rebosaba alegr铆a por todos los poros de mi cuerpo. A mis doce a帽os pasar tanto tiempo fuera de casa era toda una aventura. Pero al mismo tiempo, me preocupaba que mi madre se quedara sola. Mi padre viajaba mucho por temas de trabajo.  Y por aquel entonces llevaba fuera de casa m谩s de una semana. Mi madre me prometi贸 que estar铆a bien, que fuera tranquilo y disfrutara de esos d铆as. Ser铆a una experiencia maravillosa que no olvidar铆a nunca. Y qu茅 raz贸n ten铆a. Aquel fin de semana no lo he borrado de mi memoria, ni creo que lo haga mientras me quede un halo de vida.

A pesar de que llevaba poco tiempo en aquel pueblo, unos seis meses creo recordar, hab铆a hecho amigos con facilidad. Nos hab铆amos trasladado all铆 desde la otra punta del pa铆s al morir mi abuela. Mi padre hered贸 la casa. Era muy grande y estaba muy bien cuidada. En un principio me enfad茅 un poco por el cambio, dejar a mis amigos atr谩s, mi escuela, todo lo que conoc铆a. Pero supe adaptarme bastante bien.

Cuando llegamos a nuestro destino montamos las tiendas y pasamos el resto de la tarde zambull茅ndonos en las cristalinas aguas del lago hasta la hora de cenar. Nos acostamos muy tarde esa noche y la siguiente tambi茅n, porque las pasamos contando historias de miedo alrededor de una hoguera. Fueron unos d铆as cargados de emociones y buenos recuerdos. El fin de semana transcurri贸 sin ning煤n contratiempo. Todo hab铆an sido risas y diversi贸n.

Hab铆a anochecido cuando llegamos a la escuela. Nuestros padres nos recoger铆an all铆. Mi madre no estaba. Pod铆a entender que mi padre no fuera a buscarme, lo m谩s seguro es que no hubiera regresado todav铆a de su viaje, pero mi madre…. Ella siempre ven铆a a recogerme. Comenc茅 a caminar a casa, que no distaba mucho de la escuela, molesto y algo enfadado con ella por aquel olvido.

Los padres de mi mejor amigo se ofrecieron a acompa帽arme, pero les dije que no hac铆a falta que si me daba prisa no tardar铆a en llegar. Les di las gracias y comenc茅 a caminar todo lo deprisa que pod铆a teniendo en cuenta que cargaba con el saco de dormir y una mochila bastante pesada con todas mis cosas a la espalda.

Al llegar a mi casa me extra帽贸 no ver luces dentro. La puerta de la entrada estaba cerrada. Toqu茅 el timbre y llam茅 a mi madre, pero no obtuve respuesta. Di la vuelta y me encamin茅 hacia la puerta trasera. La poca luz que arrojaba la luna me permiti贸 ver mont铆culos de tierra por todo el jard铆n. Alguien hab铆a estado cavando. Quien fuera que lo hab铆a hecho estaba claro que buscaba algo. Me acerqu茅 al hoyo que ten铆a m谩s cerca. Hab铆a huesos desenterrados. Desconcertado sin saber qu茅 pensar corr铆 hacia la puerta.

 La abr铆 y frente a mi vi una figura envuelta en sombras sentada en una silla. Reconoc铆a a mi madre. Quise encender la luz, pero en un hilo de voz me pidi贸 que no lo hiciera. Me acerqu茅 a ella. Sus pies y sus manos estaban atados y su vestido estaba cubierto de sangre. ¡Su propia sangre! Presa del p谩nico le pregunt茅 qu茅 hab铆a pasado mientras intentaba desatarla. Estaba muy mal herida. Ten铆a la cara llena de moratones. Pero lo peor… lo peor fue ver su mirada clavada en m铆 llena de p谩nico, con los ojos vidriosos. Ten铆a un corte en la garganta. No parec铆a profundo. La sangre emanaba de ella, llev谩ndose consigo la vida de mi madre.

Consegu铆 desatarla y la tumb茅 en el suelo. Grit茅 con todas mis fuerzas pidiendo ayuda. Ella me agarr贸 de un brazo. Intentaba decirme algo. Me inclin茅 para escuchar lo que quer铆a decirme. No pod铆a parar de llorar.

“Cada palabra es una historia que extiende la virtud y la violencia de la humanidad”

Sent铆 pasos acerc谩ndose. Los vecinos escucharon mis gritos y se acercaron. La polic铆a no tard贸 en llegar. Cuando lo hicieron mi madre ya estaba muerta.

Luego me enter茅 de que mi padre la hab铆a matado. El hombre que yo conoc铆a, el hombre cari帽oso que jugaba conmigo, era un asesino.

Cuando mi padre era un adolescente y viv铆a en aquella casa, hab铆an desaparecido algunas chicas en aquel pueblo. Nunca cogieron al asesino.

Mi padre fue a la universidad. Al termin贸 viaj贸 por todo el pa铆s, viviendo en varios lugares hasta que conoci贸 a mi madre y se qued贸 a vivir en la ciudad donde nac铆 y de la que nos hab铆amos ido hac铆a poco tiempo. Lo que yo no sab铆a es que all谩 donde fuera mi padre desaparec铆a gente. La polic铆a le pisaba los talones. Al sentirse acorralado decidi贸 volver al pueblo, donde todo hab铆a comenzado. Pero no quer铆a vivir bajo el mismo techo que mi abuela. Una mujer autoritaria con un car谩cter muy fuerte y conocedora del secreto que tan celosamente guardaba su hijo. As铆 que mi padre no tuvo reparos en matarla haci茅ndole tomar un frasco entero de sedantes que le hab铆a recetado el m茅dico para dormir. Debido a su avanzada edad y a la demencia que ven铆a padeciendo los 煤ltimos meses, dieron por hecho que hab铆a sido ella la que por su propia mano las hab铆a tomado, en un momento de enajenaci贸n mental.

Mi madre ten铆a una pasi贸n, la jardiner铆a. Siempre estaba cuidando sus flores y plantando unas nuevas. Recuerdo que unos d铆as antes de irme a aquella excursi贸n hab铆a comprado varios 谩rboles frutales. La teor铆a es que cuando estaba cavando la tierra para plantarlos encontr贸 alg煤n hueso. Eso la llev贸 a segur cavando y seguir encontrando m谩s y m谩s. Eran los huesos de las j贸venes desaparecidas cuando mi padre viv铆a en aquella casa.

Cuando lleg贸 de su viaje y encontr贸 a mi madre cavando en el jard铆n supo que hab铆a sido descubierto. Ella le pregunt贸 qu茅 significaba aquello. 脡l se puso nervioso y la mat贸. O eso crey贸 antes de huir. Pero de alguna manera mi madre logr贸 mantenerse con vida hasta que yo llegu茅.

Mi padre se convirti贸 en el asesino en serie con m谩s muertes a su espalda que ning煤n otro conocido, dejando un reguero de cad谩veres all谩 por donde pasara.

Hoy lo ejecutar谩n. Estar茅 presente y lo mirar茅 a los ojos hasta que la muerte lo lleve al infierno.

 

mi茅rcoles, 6 de abril de 2022

EL LIBRO MALDITO

 

“Los hermanos se mataron como enemigos”. Con aquella frase la abuela termin贸 de relatarles lo acontecido hac铆a muchos a帽os a dos j贸venes que hab铆an vivido en aquella casa, mientras apretaba con fuerza aquel libro contra su pecho. Ese libro hab铆a sido el origen de aquella historia. Era un libro maldito que s贸lo tra铆a dolor y muerte para quien lo poseyera.

Su nieto, un adolescente de naturaleza inquieta y extrovertida, lo hab铆a encontrado hurgando entre unas cajas en el desv谩n. Aquella historia lejos de amedrentarlo aviv贸 m谩s su imaginaci贸n y sus ansias de conocer m谩s detalles de lo que hab铆a escrito en aquellas p谩ginas. Esper贸 paciente a que la abuela saliera a dar su paseo matutino para entrar en su habitaci贸n y buscarlo entre sus cosas. Se sobresalt贸 cuando escuch贸 una voz tras 茅l pronunciando su nombre. Su hermana lo ten铆a entre sus manos, ret谩ndolo, con una sonrisa ir贸nica, a que se lo quitara. 脡l corri贸 tras ella hasta que la alcanz贸. Debido al forcejeo el libro cay贸 al suelo abierto, mostrando una p谩gina donde se pod铆a ver un dibujo del mism铆simo diablo. No pudieron reaccionar por el miedo que los embarg贸, cuando una luz muy potente y cegadora, los envolvi贸 y una voz tenebrosa les habl贸. Aquella voz les dijo que el due帽o de aquel libro ser铆a inmortal.

Cuando la abuela regres贸 a casa encontr贸 a los dos j贸venes sin vida, se hab铆an agredido entre ellos hasta la muerte. La historia se repet铆a.

Los hermanos se mataron como enemigos.  

martes, 5 de abril de 2022

EL LIBRO

 

Marco no soportaba la idea de quedarse en casa a solas con sus padres m谩s del tiempo justo y necesario. Esto es, por la ma帽ana antes de ir instituto y por la noche para poder encerrarse en su cuarto donde gracias a sus cascos, encontraba la paz que necesitaba. La convivencia con sus progenitores era un verdadero infierno. Su padre beb铆a hasta perder el conocimiento. Su madre no paraba de llorar y rezar, no sin antes utilizar todo tipo de palabras malsonantes del todo inadecuadas para una persona tan devota como ella.

Hab铆an llegado hac铆a escasas horas a aquel pueblo, con la idea de comenzar una nueva y mejor vida, una m谩s que, seguramente, ir铆a al saco donde ya descansaban m谩s de media docena de ellas truncadas. Los odiaba a muerte. Incluso por las noches se imaginaba c贸mo ser铆a su vida sin ellos. Y barajaba la idea de hacerles da帽o, de que pagaran por todo el sufrimiento que d铆a a d铆a les causaban. Pod铆a estar varios d铆as sin comer sin que les importara. Pero lo peor, era el olor a orina y v贸mito por toda la casa.

Sali贸 dando un portazo. Hab铆an comenzado a discutir porque su madre descubri贸 una botella de wiski escondida entre la ropa de su marido.

Estaban all铆, para salir adelante con el nuevo trabajo de pap谩 (del otro lo hab铆an echado, al igual que del piso en que viv铆an por no pagar el alquiler) y alejarlo de sus amigos que lo liaban a beber. Como si 茅l no se liara solo, pensaba el muchacho.

Le daba pena su madre por lo ingenua que era la mayor铆a de las veces.

Decidi贸 dar una vuelta por el pueblo. Lo que ten铆a en mente era encontrar una librer铆a. Su lugar preferido. All铆 pod铆a evadirse durante horas de su asquerosa vida, de los problemas e incluso del mundo entero, meti茅ndose en la piel del protagonista del libro que tuviera entre manos en aquel momento.

Hac铆a una bonita tarde de verano. Abandon贸 la larga avenida y encamin贸 sus pasos por unas callejuelas empedradas de la parte antigua. Pas贸 por una armer铆a. En el escaparte hab铆a un expositor con todo tipo de balas habidas y por haber, pens贸 茅l, al ver la gran cantidad que hab铆a y todas distintas.

Levant贸 la mirada para contemplar una enorme cometa sobrevolando los tejados de las casas.

M谩s adelante pas贸 por una tienda de deportes. En la puerta hab铆a un gran cartel donde se ofrec铆an viajes en globo. Hab铆a una foto de uno a una gran altura, con varias personas en la cesta mostrando su mejor sonrisa mientras volaban sobre un campo de flores. Recorri贸 la vista por el escaparte y entonces vio algo que le gust贸 m谩s que un viaje en globo:  unos patines.

Sigui贸 caminando. Se par贸 delante de una tienda con un gran expositor en el escaparate donde se ve铆an varias fotos del planeta tierra vista desde el espacio. Tambi茅n hab铆a un ba煤l con varias c谩maras de fotos junto a un osito de peluche.

Prosigui贸 su caminar aparentemente sin rumbo. Empezaba a estar cansado. Pens贸 en preguntarle a alguien en que calle estaba la biblioteca, cuando vio a una anciana sentada en una mecedora en el porche de su casa. Ante ella, sobre una mesa plegable hab铆a libros y diversos objetos decorativos, todos ellos en venta. Se acerc贸 para echarles una ojeada por si ve铆a alguno que le interesara.

La anciana ten铆a el cabello blanco recogido en un mo帽o y vest铆a completamente de negro. Lo observaba con detenimiento.

Los libros eran de tem谩ticas diversas. Los hab铆a de aventuras, extraterrestres, fantasmas, unas cuantas novelas de amor y alg煤n que otro comic. Nada que le impulsara a coger alguno de ellos y abrirlo.

La anciana se levant贸 de la silla y comenz贸 a caminar lentamente hacia 茅l.

El chico ni se percat贸, estaba ensimismado leyendo los t铆tulos de aquellos libros esperando encontrar alguno que le interesara.

Se sobresalt贸 cuando escuch贸 su voz. Se gir贸. La mirada de la anciana cay贸 sobre 茅l.

Sinti贸 un escalofr铆o recorri茅ndole la espalda cuando sus ojos se detuvieron en los viejos y cansados de la mujer. Eran negros como la oscuridad. Durante unos minutos, que al ni帽o le pareci贸 toda una vida, la mujer no dej贸 de mirarlo. Luego lo tom贸 del brazo dici茅ndole que ten铆a lo que estaba buscando.

Estuvo tentado de marcharse corriendo, aquella anciana le daba verdadero terror, pero aquel pensamiento igual que vino se fue y se encontr贸, casi sin darse cuenta, entando en la casa tras ella.

La mujer sac贸 una llave de entre sus ropas y abri贸 el caj贸n de una vieja y apolillada c贸moda. Sac贸 un libro y se lo entreg贸.

La portada estaba en blanco cuando lo tom贸 entre sus manos, pero algo pas贸. Unas letras empezaron a formarse en ella. Al cabo de unos minutos aquel libro ten铆a t铆tulo: VIAJE AL INFIERNO.

Le pareci贸 interesante. Le pregunt贸 por el precio. Ella le dijo que era un regalo y que espera que lo disfrutara mucho. El chico le dio las gracias y se fue

Como no le apetec铆a volver a casa y unas ganas imperiosas de comenzar a leer aquel libro hab铆an comenzado a crecer en su interior, encontr贸 un parque, se sent贸 y lo abri贸.

El joven termin贸 de leer en el momento en que el d铆a dio paso a la noche. Se levant贸 del banco en el que hab铆a permanecido sentado durante horas y comenz贸 a caminar hacia su casa. Algo hab铆a cambiado en 茅l. Su paso era m谩s decidido, ya no caminaba encorvado como si su espalda soportara todos los pecados del mundo y su semblante ya no reflejaba la angustia y tristeza de hac铆a unas horas. Es m谩s, esbozaba una radiante sonrisa.

 

Cien minutos antes de la media noche unos gritos desgarradores alertaron a los vecinos que llamaron a la polic铆a. Pero antes de que 茅sta llegara una anciana se col贸 en aquella casa. La escena que vio era dantesca, aunque a ella pareci贸 no importarle. Ni se inmut贸. Sab铆a a donde ten铆a que ir como si ya hubiera estado all铆 m谩s de una vez.

Un hombre y una mujer yac铆an sin vida en el suelo del sal贸n en medio de sendos charcos de sangre. Los hab铆an sido apu帽alado reiteradamente. Se acerc贸 al muchacho que contemplaba la escena desde una esquina. Agarrando las piernas con sus manos no dejaba de llorar al tiempo que repet铆a una y otra vez: No fui yo, no fui yo.

-No, no lo fuiste –le espet贸 la mujer- fueron los demonios que habitan dentro de ti. Tus deseos se han cumplido. Date por satisfecho. Eres libre.

Cogi贸 el libro que estaba tirado en el suelo con manchas de sangre. Lo contempl贸 durante unos segundos. Satisfecha al ver que el titulo hab铆a desaparecido, sonri贸.

-Me lo llevo, otro ni帽o pronto lo necesitar谩 igual que t煤.

Meses despu茅s una ni帽a tuvo aquel libro entre sus manos. El t铆tulo en este caso rezaba: LAS PRINCESAS NO MUEREN.

 

 

lunes, 4 de abril de 2022

VISIONES

 

Aquel era su primer d铆a de trabajo como vigilante en el centro comercial. Su turno comenzaba a las 12 de la noche. Lleg贸 puntual y comenz贸 la ronda. En la planta baja, hab铆a varias personas paseando, al igual que en la primera. En la segunda, donde estaban los restaurantes, todav铆a se pod铆a ver gente cenando.

Nadie le prestaba atenci贸n. Tampoco le importaba.

Cuando recorri贸 el 煤ltimo piso y comprob贸 que todo iba bien, regres贸 a la planta baja y se dirigi贸 a la m谩quina de caf茅 que hab铆a cerca de la entrada. Le esperaban muchas horas por delante y una buena dosis de cafe铆na le vendr铆a bien.

Escuch贸 unos pasos corriendo hacia 茅l. Por el sonido que hac铆an parec铆an los de un ni帽o. Se gir贸 y efectivamente, delante de 茅l hab铆a una ni帽a pelirroja, de unos cinco a帽os, con el pelo recogido en una coleta. Ten铆a unos grandes ojos negros que lo miraban nerviosa y asustada. 脡l se agach贸 y se puso a su altura. Ten铆a una marca de nacimiento al lado de la oreja derecha con forma de mariposa.  Le pregunt贸 qu茅 le pasaba. La ni帽a rompi贸 a llorar. El hombre trat贸 de calmarla. Ella lo abraz贸 con fuerza. Estaba temblando. Entre sollozos logr贸 explicarle que un hombre estaba persiguiendo a su mam谩 con un cuchillo. El vigilante la contempl贸 durante unos instantes sin dar cr茅dito a lo que la peque帽a le estaba contando. 脡sta al ver que no le cre铆a lo agarr贸 de una mano y comenz贸 a tirar de 茅l.

- ¡Por favor, dese prisa, quiere matar a mi mam谩, tiene que ayudarla! –le suplicaba.

El hombre pens贸 que no perd铆a nada en ir a comprobar qu茅 le pasaba a la mam谩 de la peque帽a.

- ¿D贸nde est谩? –le pregunt贸.

-En el parking –le respondi贸 ella.

La cogi贸 en brazos y se dirigieron hacia el ascensor. Cuando llegaron al aparcamiento le pregunt贸 d贸nde la hab铆a visto por 煤ltima vez. Pero no hizo falta que le respondiera porque escuch贸 unos gritos desgarradores, no muy lejos de donde estaban, pidiendo ayuda. El aparcamiento estaba vac铆o.

Le pidi贸 a la ni帽a que no se moviera de donde estaba mientras 茅l iba a ayudar a su madre. Llam贸 a la polic铆a pidiendo ayuda. Sospechaba que aquel hombre era peligroso y, recordando lo que le hab铆a dicho la ni帽a, era posible que fuera armado.

Sali贸 de la parte iluminada y se adentr贸 en una zona oscura. Encendi贸 su linterna. Camin贸 en silencio durante un buen rato. Escuch贸 a alguien corriendo. Le grit贸 que se detuviera. Sinti贸 una respiraci贸n en su nuca. Se gir贸 alumbrando con la linterna. Profiri贸 un grito de terror al verse reflejado en aquel rostro. Sinti贸 un fuerte dolor en la cabeza y luego el silencio m谩s absoluto.  Ese silencio con sus c贸digos de misterio, indescifrables, en sentencia firme inapelable.

Se despert贸 sobresaltado al ser zarandeado.  Dos polic铆as lo miraban fijamente. Les pregunt贸 por la ni帽a y su madre. Ellos le respondieron que hab铆an peinado la zona y que all铆 no hab铆a nadie. El centro comercial quedaba vac铆o a partir de las once de la noche.

A帽os despu茅s, aquel hombre se cas贸 y tuvo una ni帽a pelirroja, con una mancha de nacimiento en forma de mariposa al lado de su oreja derecha.

 

EL RESURGIR

  El Olimpo hab铆a sido un lugar de copas muy conocido no solo en la ciudad sino en todo el pa铆s. All铆 bellas jovencitas cantaban ligeritas d...