miércoles, 2 de febrero de 2022

MANERAS DE MORIR

 

Imaginé su muerte una y otra vez en mi cabeza, sin embargo, no pude encontrar en ninguna de aquellas maneras de morir, el castigo suficiente para que sufriera por todo el daño que me había hecho. Quedaba lejos en mi memoria el último día que había salido a pasear por los jardines del gran castillo donde me tenía recluida. Tampoco recordaba la última vez que había visto a mis padres y mis hermanos. Sus celos, le habían llevado a la locura. Pero yo estaba rodeada de fieles sirvientes, los cuales, me tenían al tanto de lo que acaecía más allá de los muros de aquella, mi prisión. Había mandado matar a mis padres. Aquella noticia provocó que mi salud se fuera mermando a pasos agigantados. Pasaba el día y la noche tumbada en la cama, esperando, la tan ansiada muerte. Un atardecer mis sirvientes trajeron a una anciana a mis aposentos. Me ofreció en un pequeño frasco, el castigo definitivo para mi esposo. Dentro había un líquido incoloro que al verterlo en una copa de vino vengaría el recuerdo de mi familia.

Mientras paseo por los jardines de mi castillo, en una bonita tarde de verano, rememoro aquel momento en el que mi vil esposo bebió de aquella copa. Cayó desplomado. Aparentemente muerto. Lo enterramos. El brebaje lo mantendría con vida. Se despertaría. Sentiría como, día a día, su cuerpo se iba descomponiendo. Los gusanos comiendo su carne. Seguiría vivo hasta que no quedara de él, más que polvo.

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