jueves, 28 de marzo de 2024

EL HIJO

 —¿Estás verdaderamente seguro de lo que has averiguado?

—Sí, señor presidente. He estado más de un año haciendo averiguaciones y todo lo que pone en el informe que le he entregado es cierto, incluso hay pruebas de todo ello.

—Se refiere a las del adn ¿no?

—Exacto —le confirmó el detective privado— Marcos no es su hijo— El nombre de su verdadero padre aparece también en el informe.

—Muchas gracias por sus servicios. Mi secretaria tiene un cheque generoso para usted. No se olvide de que firmamos un acuerdo de confidencialidad, si revela algo de ésto lo pagará con su vida.

—Lo sé, puede confiar en mí. Es parte de mi trabajo.

—Ahora váyase, por favor, quiero estar a solas.

El detective privado se fue. En cuanto cerró la puerta a sus espaldas el presidente hizo una llamada.

—Encargaros del hombre que acaba de salir de mi despacho y de Juan Martínez. Os paso ahora la dirección. Y dile a Félix que venga a verme lo antes posible.

 

Cuando Alberto Fontán entró en su casa, su mujer estaba llorando en el salón.

—¿Qué te pasa querida? —le preguntó el hombre.

Ella se levantó del sofá y se acercó a él con paso firme y decidido. Estaba muy enfadada.

—Todo esto ha sido cosa tuya ¿verdad? —le espetó.

Con toda la tranquilidad del mundo mientras se servía un generoso vaso de whisky el marido le respondió:

—No sé a qué te refieres Sara

—Has cambiado a nuestro hijo de colegio ¿no? he recibido hoy una llamada del director.

—Cariño, ese lugar no era el mejor para Marcos. Sabes que necesita disciplina. Lo he mandado a un internado de Suiza, al mejor y al más caro. Lo veremos en verano y en navidad. Haremos de él un hombre de provecho. No te preocupes.

—Pero podrías avisarme. Nunca cuentas conmigo —sollozó ella.

Él la abrazó con ternura.

—En dos días será tu cumpleaños, haré para ti una fiesta a lo grande. Invitaremos a nuestros mejores amigos. Y te lo pasarás genial. 

—¿Y Marcos? 

—Él estará entre nosotros. No te preocupes. Sabes que todo lo que hago es por el bien de la familia.


La fiesta fue un éxito. El menú era digno de la mesa de un rey. 

Pero lo que más halagaron fue la carne. Nunca habían probado nada igual. Y aunque se morían de ganas de saber de dónde procedía, el presidente no quiso desvelar esa información.

Alberto Fontán con el plato de la carne delante pensó: llegó el momento de comer su carne, la carne de Marcos.



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