—¿No los habéis visto?
Gritaba una mujer enloquecida corriendo entre la muchedumbre congregada en la plaza de Haymarket el 1 de mayo, conmemorando el día del obrero
—¡Vienen hacia aquí!
Un hombre logró pararla agarrándola fuertemente de un brazo.
—¿A quienes te refieres mujer?
—¡A ellos! Que Dios nos ampare ya están aquí.
El hombre giró la cabeza a tiempo de ver cinco corceles blancos acercándose a la multitud. Cabalgando sobre sus lomos iban cinco hombres vestidos de negro. Cada uno de ellos llevaba una espada en la mano.
El hombre, llamado Tim Gordon, reportero de un renombrado periodico, los reconoció de inmediato. Eran los hombres que habían sido asesinados como responsables de la muerte de varios policías en la reyerta que había ocurrido en aquella misma plaza.
—Resurgen las almas de la masacre de Haymarket —murmuró el hombre.
Los caballos siguieron al trote por el camino que les iba abriendo la multitud. Dieron una vuelta a la plaza sin mediar palabra con sus espadas en alto.
El silencio era absoluto. No se escuchaba ni el trinar de los pájaros.
Al terminar regresaron por donde habían venido.
Tras el impacto que aquellas apariciones habían provocado en la gente, éstas comenzaron a moverse tímidamente y hablar entre ellos entre susurros.
Decidieron dar por finalizada aquella congregación.
Pero aquel día no todos regresaron a sus casas. Cuando la plaza empezó a quedar vacía los más rezagados vieron cuatro cuerpos ensangrentados en el suelo. Les faltaba la cabeza.
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