En todo el mundo, todo aparato que reproducía música en cualquiera de sus formatos dejó de funcionar.
Un silencio sepulcral rellenó el espacio dejado por cada melodía, balada, canto, tonadilla, aria, copla, canción, tonada… que dejó de oírse, de repente. como si decidieran que era tiempo de tomarse un descanso.
Al principio el ser humano pensó que algún problema tecnológico estaba detrás de aquella ausencia de música y no entró en pánico hasta que los minutos fueron corriendo y aquel asunto no se resolvía. La música no regresaba a sus vidas.
Entonces….
Cuando el descontento estaba llegando a su punto más álgido una nota, arrancada de un violín en clave de sol. sonó primero con cierta timidez, con cierto recelo que, poco a poco, acompañada de otras notas dieron paso a una sinfonía conocida mundialmente: My Heart Will Go On (Titanic).
La gente se calmó.
Dejaron de pelearse y escuchaban embelesados aquella melodía que tocada por aquel solista anónimo hacían que por un momento creyeran que todo era posible incluso tocar el cielo y ver el rostro de Dios.
El demonio hipnotiza con su violín.
Mientras tanto sus secuaces, sus aliados estaban tomando posiciones a la espera de una señal…
Pero los minutos se convirtieron en horas y las horas dieron paso a los días y éstos a semanas y las semanas se juntaban para formar los meses y los que aquellos habían pensado no hacía mucho tiempo que aquella melodía los llevaba al cielo ahora sus pensamientos eran exactamente lo contrario aquella melodía era el infierno en la tierra.
El solista en ningún momento dejó de tocar como si no tuviera necesidad de tomarse un descanso, de comer, beber, ir al baño… o simplemente estirar los dedos. No.
El seguía tocando y tocando sin parar.
La desesperación, la frustración, el cansancio llevaron a que los nervios de la gente estuvieran cada vez más a flor de piel.
Un roce con otra persona en un supermercado, una palabra más alta que otra en una conversación, el llanto de un niño, el ladrido de un perro… sería el detonante hacia lo inevitable… hacia la catástrofe, hacia el dolor y la muerte.
Y así fue. Un mes después de que aquel solista encapuchado empezara a tocar aquella melodía la gente explotó.
Esa era la señal. Los demonios se hicieron con la voluntad de los hombres. El mal tomaría las riendas del mundo.
Pero había algún que otro mortal que no había sucumbido al demonio y su melodía. Sólo estaría a salvo escondido en la luz. Si alguna sombra le rozaba aunque solo fuese un milímetro de su piel su corazón sucumbiría a la maldad llenando de oscuridad su alma.
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