viernes, 21 de noviembre de 2025

LA NO HISTORIA. PARTE CUATRO. CASUALIDADES

 Santiago Pemán, San, para amigos y familiares llegó a su casa. Cuando estaba poniendo la llave en la cerradura para abrir la puerta escuchó que el teléfono sonaba insistentemente. Entró y descolgó el auricular. El teléfono estaba en el mueble de la entrada donde dejaba las llaves y la cartera cuando llegaba a casa. 

San, era de los de antes, no le gustaba la tecnología y siempre se había negado a comprar un móvil. Su hijo se había ofrecido a conseguirle uno, incluso se lo compró. San puso cara de entusiasmo para no defraudar a su hijo cuando se lo dio pero cuando este se fue, el móvil había acabado en su mesilla de noche.

-¡Hola papá! ¿Cómo estás?

-Hola hijo. Pues bien, muy bien ¿y vosotros?

-Todo bien papá, Paloma está bien y Santi está hecho un fenómeno en el fútbol.

-No sabes lo que me alegra -San hizo una pausa y luego le preguntó- ¿Cuándo vais a venir por aquí?

Un silencio sepulcral se hizo tras esa pregunta que duró más de lo que tenía que durar.

Al final el hijo le respondió.

-Papá tenemos que hablar.

Mal asunto, pensó San.

-Hemos vendido el piso y nos hemos comprado una casa a las afueras de Coruña -otra pausa- verás con lo de la hipoteca, el colegio del niño y Paloma en el paro no puedo hacerme cargo de la parte que me corresponde del pago de la residencia de mamá. Y con tu sueldo de jubilado tampoco podrás hacer frente al pago mensual.

Silencio por parte de San, sabía por dónde quería ir su hijo pero lo dejó hablar.

-Entonces Paloma y yo pensamos que lo mejor es que mamá volviera a vivir contigo y tal vez pudiéramos pagar una enfermera que te ayudase con sus cuidados. Nos saldría más barato que tenerla en la residencia.

Al final San rompió el silencio después de pensarlo.

-Vale hijo, como quieras.

-Gracias papá por entenderlo. La residencia está pagada hasta final de mes. Luego te la llevarán a casa en una ambulancia. Ya está todo solucionado.

Así que ya lo había tramado todo a sus espaldas, pensó San.

Tras cortar la comunicación, San se puso de nuevo su anorak, cogió su paraguas y salió de la casa.


Mientras tanto, al lado de la tienda de antigüedades había sucedido un altercado. A una mujer le habían robado el bolso y se había caído. Debido a la caída se había dado un fuerte golpe en la cabeza y cuando avisaron en la central él era el que más cerca estaba de allí. 

Su compañero Fran y él se bajaron del coche patrulla para evaluar los hechos.

Estaba pidiendo una ambulancia por la radio cuando alguien le tocó el hombro.

Se giró y vio al hombre que le había vendido la pipa.

-Tengo algo para tí Tomás. Está en mi tienda.

-Ahora estoy ocupado -le respondió airoso.

-Muy bien si no vienes a recogerlo lo dejaré en la calle y sospecho que en poco tiempo llamará la atención y alguien vendrá, tal vez tú y tu compañero, a recogerlo y entonces….

Tomás se puso pálido y comenzó a temblar.

-De acuerdo, vamos a ver lo que es. 

Un mal presentimiento le oprimía el pecho.

En la entrada había dos maletas que conocía muy bien.

-Como ves son las maletas que hace un año metiste en mi taxi y dejaste en el aeropuerto

-¿Por qué las tienes tú?

-Tomás. estuve esperando a que tu sobrina las recogiera pero al cabo de un buen rato al ver que nadie las reclamaba las volvi a meter en el taxi y las traje a la tienda.

-¿Por qué no me las diste el día que me diste la pipa?

-Porque cada cosa tiene su momento y aquel no era el apropiado.

Tras una pausa el hombre le preguntó:

-No quiero aguarle más la fiesta de lo que ya está, pero ¿qué tal te va la pipa? La marihuana sabe mejor, supongo. ¿Estoy en lo cierto?

-Ahora estoy trabajando, vendré más tarde a por ellas -fue la respuesta de Tomás obviando la pregunta del dueño de la tienda.

-No, las llevas ahora -le respondió de manera cortante dándole a entender que aquello era una orden y que no admitía un no por respuesta.

Tomás colocó las maletas en el coche patrulla malhumorado. Cuando llegara al cuartel las pondría en el maletero de su coche y se desharía de ellas.


La escritora había llegado a casa cargando con la vieja máquina de escribir. En el coche había estado pensando en lo surrealista de lo que le había pasado en aquella tienda y la impresión de que aquel ·regalo· tenía algún motivo escondido que ella no lograba comprender.

Decidió que dejaría aparte su portátil (de momento) y comenzaría a utilizar aquella máquina de escribir como a la vieja usanza.

Así que dejó a un lado el portátil y puso en su lugar la nueva adquisición. Colocó una hoja en blanco y decidió que comenzaría su trabajo al día siguiente. Necesitaba descansar. 


Continuará…..


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