Al despertar aquella ma帽ana supo que era el d铆a. Su mujer dorm铆a pl谩cidamente a su lado. El hombre cogi贸 su almohada y la puso sobre la cara de la mujer presionando hasta que dej贸 de respirar.
La envolvi贸 con la colcha de la cama y fue a ducharse.
Cuando sali贸 del ba帽o se dio cuenta de que el cuerpo de su mujer hab铆a desaparecido.
¿Qu茅 hab铆a pasado? 脡l la hab铆a matado ¿o no?
Se visti贸 y sali贸 de la habitaci贸n. Estaba bajando las escaleras cuando escuch贸 la voz de su mujer llam谩ndolo desde la cocina. Corri贸 hacia all铆 pero no estaba. Lo que vio en su lugar fue una bola verde del tama帽o de una pelota de golf rodando por el pasillo y gritando su nombre. —Tom cari帽o ¿por qu茅 lo hiciste? ¿acaso ya no me quieres?—
Aquella extra帽a bola verde entr贸 en su biblioteca.
El hombre la sigui贸.
Accion贸 el interruptor de la luz y se puso a buscarla entre las numerosas estanter铆as de libros que llenaban por completo aquel lugar.
Despu茅s de varias vueltas se dio cuenta de que su biblioteca hab铆a crecido, las estanter铆as se hab铆an multiplicado convirtiendo aquella habitaci贸n en un enorme laberinto del que no pod铆a salir. Escuchaba la voz de Liza, unas veces a su lado y otras muy muy lejana.
Perdido en el laberinto de su biblioteca buscaba el cad谩ver de ella.
Comenz贸 a oscurecer.
Tom estaba desesperado. Si no ven铆a alguien a buscarlo pronto morir铆a entre aquellos libros que tanto amaba.
Decidi贸 dar una 煤ltima vuelta. Ten铆a sed y hambre y estaba muy cansado
Los 煤ltimos rayos del sol que se filtraban por las ventanas le mostraron la colcha en la que hab铆a envuelto el cuerpo de su mujer tirada en el suelo al final de aquel pasillo.
La recogi贸 del suelo. Ol铆a a ella.
Sigui贸 caminando esperando encontrar el cuerpo.
Y as铆 fue. Liza estaba tendida de lado, llevaba el camis贸n blanco con el que se hab铆a acostado y su larga melena rubia le cubr铆a la cara. No se mov铆a.
Se arrodill贸 y le separ贸 el pelo con suavidad. ¡Era tan guapa! Pero ella se hab铆a negado a perder aquel hijo que llevaba en su vientre y 茅l no quer铆a ser padre.
Sinti贸 un fuerte dolor en su mu帽eca izquierda.
Liza lo estaba agarrando. Vio furia en su mirada y una sonrisa se dibuj贸 en su cara. Una sonrisa triunfal y malvada.
En la otra mano llevaba aquella pelota verde o lo que fuera aquello.
—Nunca encontrar谩s mi cad谩ver porque estoy viva. Tampoco encontrar谩n el tuyo, cr茅eme.
Tir贸 al suelo a su marido con fuerza. El hombre intent贸 pedir ayuda. Ning煤n sonido sali贸 de su garganta. Aquella bola verde se desliz贸 por ella quem谩ndolo por dentro. Antes de morir vio como su esposa sal铆a de la biblioteca con paso firme y decidido.
Las llamas que consum铆an su cuerpo prendieron en los miles de libros que hab铆a all铆. En poco tiempo la casa qued贸 reducida a cenizas y escombros.