miércoles, 2 de diciembre de 2020

EL ESPEJO

 

      Sentía las piernas entumecidas y le costó ponerse en pie. Empezó a caminar hacia el baño, tenía que hacer pis con urgencia.

     Por el pasillo las piernas empezaron a responderle algo mejor, llegó al baño y se sentó en la taza del inodoro.

     Allí sentada se percató del gran silencio que invadía la casa. Esa sensación la entristeció. Los pequeños estaban de campamento, estarían fuera unas dos semanas y Abel, llegaría tarde de trabajar. Le gustaba aquella paz, pero a veces le entraba pánico, como madre estaba alerta a cualquier ruido que hubiera en la casa, por si a alguno de sus chicos le pasaba algo, estaba siempre pendiente de todo, de las peleas entre ellos, de las peticiones que les hacía…

      Y ahora… ahora no se escuchaba nada, nadie le pedía nada, nadie gritaba, nadie se peleaba…

     Pero tenía que disfrutar de esos días, dedicárselos a ella, salir a pasear, y a cenar con su marido. La rutina volvería pronto y luego echaría de menos esos momentos de paz y tranquilidad que estaba viviendo ahora.

      Se levantó del wáter y fue a la pileta a lavarse las manos. Cogió el jabón entre sus manos y levantó la mirada hacia el espejo, se asustó y lo dejó caer, allí había una mujer que la estaba mirando fijamente, e incluso le pareció ver como se dibuja una sonrisa malvada en su cara. Se apartó del espejo horrorizada, la mujer seguía allí, mirándola. Era mayor, su cara estaba surcada de arrugas y tenía el pelo completamente blanco recogido en un moño.

      Salió del baño al pasillo a trompicones. El corazón le latía fuertemente en el pecho. Las manos le temblaban.

      Decidió llamar a Abel, tenía una necesidad urgente de escuchar su voz y sobre todo oírle decir que no pasaba nada que todo estaba bien. El teléfono estaba en el salón. Se encaminó hacia allí, sobre una pequeña mesa auxiliar junto a la ventana, estaba el aparato, era grande, de color negro y redondo, cogió el auricular para marcar el número de la oficina donde trabajaba su marido, lo sostuvo un rato en alto, las manos le seguían temblando, no se acordaba del número, últimamente se olvidaba de cosas, pequeñas cosas sin importancia, tendría que mirarlo en la agenda. Abrió el cajón de la mesita y la cogió. Lo buscó durante un rato hasta que lo encontró y empezó a marcarlo, pero se detuvo un momento antes de marcar los dos últimos números pensando que tal vez no fuera buena idea molestarlo en la oficina por una tontería, la tomaría por una loca. Así que colgó el auricular y respiró hondo en un intento por tranquilizarse.

     Pensó que tal vez sus ojos le hubiesen jugado una mala pasada, una taza de té le vendría bien.

       Se levantó y se encaminó a la cocina. En el pasillo había otro espejo, uno grande de cuerpo entero al lado de la puerta que daba a la calle, no quería mirarlo cuando pasara por allí, pero también sabía que no podría resistirse a hacerlo, si lo hacía y allí no estaba aquella mujer entonces respiraría tranquila, todo habría sido fruto de su imaginación. ¿Pero y si resultaba que la mujer aquella estaba allí, esperándola?

      Salió hacia el pasillo despacio casi contando los pasos y a la altura del espejo se paró y se giró.

      Un grito salió de su garganta, la mujer que había visto en el espejo del baño estaba allí, mirándola fijamente, sonriéndole. Llevaba puesto un camisón blanco y unas zapatillas rojas. Rita se separó del espejo hasta apoyarse en la pared que había detrás de ella y caminó pegada a ella hasta la cocina.

      Ya no le apetecía el té. Se sentó, se tapó la cara con las manos y comenzó a llorar. Había visto muchas películas de apariciones en los espejos, casi siempre eran espíritus malignos que acababan matando al protagonista de la película, siempre, o la mayoría de las veces eran mujeres.

      Tendría que llamar a Abel, ya no le parecía una tontería todo aquello, estaba realmente asustada, pero no quería volver a pasar por el pasillo.

      En su habitación había otro teléfono, un supletorio, desde allí podría llamarlo, todavía se acordaba del número que había visto en la agenda. Pero en su habitación también había otro espejo.

      Se levantó poco a poco de la silla donde estaba sentada ante la mesa de la cocina. Despacio como si sobre su espalda llevara el peso del mundo se encaminó hacia su habitación.

      Abrió la puerta despacio y entró con sigilo como si temiera despertar a aquella mujer. El espejo estaba al fondo de la habitación y el teléfono estaba al lado en su mesilla de noche, apenas un par de metros los separaba.

      Se encaminó hacia allí.

     Cogió el auricular en la mano. Mientras lo hacía no pudo evitar que su cabeza se moviera unos centímetros, sus ojos clavaron la mirada en el espejo.

      La mujer estaba allí. Estaba en todos los espejos de su casa.

      Agarró el teléfono con todas sus fuerzas con las dos manos, lo arrancó de la pared y lo lanzó contra el espejo mientras no dejaba de gritar.

1 comentario:

  1. Me a encantado Pilar. Estremecedor relato con un final que impacta. Abrazos de amistad. ❤️

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