Fue todo un misterio aquella explosión en la iglesia.
Esa mañana una fuerte tormenta azotó la isla. Por tales causas nadie esperaba la llegada del ferri aquel día. Pero al otro lado un monje había llegado cargado de mapas. Se acercó al ferri y habló con el hombre que lo llevaba. Éste negaba con la cabeza, con tal tormenta no lo llevaría a la isla, era de locos y arriesgar la vida a lo tonto. El monje le ofreció un fajo de billetes. Aquello convenció al hombre y de inmediato se pusieron en marcha. No se paró a pensar el motivo de las prisas que tenía aquel monje para ir a la isla con un tiempo como aquel. Tampoco le importaba mucho, ese día había ganado más que en todo un año, eso le bastaba para acallar su conciencia.
Al llegar a la isla el monje se apeó del ferri y se dirigió a la iglesia. Subió los cinco peldaños que lo separaba de la puerta y desapareció tras ella. Un rato después todo volaba por los aires.
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