Escalofriante lo que me contó una amiga la otra noche.
Marta vive sola en un apartamento más bien pequeño, tiene un perro llamado
Roco. El perro duerme a los pies de su cama. Por las mañanas, en cuando un rayo
de sol se filtra por la persiana, le lame la cara para despertarla. Lo viene haciendo
cada mañana, de cada dÃa, desde muy cachorro. Tiene comprobado que Roco es el
mejor despertador del mundo. Una mañana nota el lametazo habitual. Somnolienta
entreabre los ojos. En el cuarto hay una oscuridad total. Se da cuenta de que
no fue Roco quien le lamió, es más, siente una presencia muy cerca de ella, en
su cama. Se queda paralizada a causa del miedo que siente. Nota un aliento
cerca de su oreja derecha. Luego un susurro: "los monstruos también
sabemos lamer". Me cuenta, que no sabe de dónde sacó las fuerzas para
levantarse de la cama de un brinco. Va a mirar si Roco sigue en su sitio, el
perro está gimiendo, inquieto, la está mirando y puede ver miedo y angustia en
sus pequeños ojos, está claro que él también sintió algo. Abre la puerta de su
cuarto y sale, seguida del perro que no se separa de ella, pisándole los
talones. Enciende las luces de la casa, todas y cada una de ellas, menos las de
su habitación, no se atreve a volver allÃ. Bebe un vaso de agua, la mano que lo
sujeta le tiembla y el agua se derrama por su pijama. Me llama. Mientras no le
contesto, se pone a buscar el tabaco, tal vez pensando que un cigarro la
tranquilizarÃa un poco, sin darse cuenta de que habÃa dejado de fumar hacÃa más
de dos años. Le respondo al tercer tono, no entiendo lo que me dice, habla
atropelladamente, mientras llora. Oigo ladrar a Roco. Por fin puedo entender
algo, “ven, por favor, tengo miedo”. Su tono es suplicante, llora desconsoladamente,
sus llantos y sus gritos se mezclan con los ladridos del perro. Le pregunto qué
le pasa, me dice algo de un monstruo que la lamió. No entiendo nada, trato de
calmarla, pero es en vano. Está muy alterada. Salto de la cama, cojo las llaves
del coche y salgo en su busca, con el corazón encogido y rezando para que
estuviera bien. Cuando llego, la encuentro fuera de su apartamento, sentada en
el suelo, con la espalda apoyada en la puerta y Roco a su lado. Los llevo hasta
el coche. Se sube, seguida por su fiel compañero, parece un poco más tranquila.
Entonces me lo cuenta, con todo tipo de detalles. Un escalofrÃo recorre todo mi
cuerpo. De camino a mi casa, me sorprendo mirando varias veces por el
retrovisor, temerosa de que aquel monstruo nos estuviera siguiendo. No hay nada,
salvo oscuridad. Nunca más volvió allÃ.
He leÃdo dos de sus narraciones, estoy sola en casa por eso no sigo leyendo más. Son cortos sus relatos pero logran su propósito, presentar lo misterioso, lo inexplicable y dejar en el aire ese sentimiento del „qué serÃa“.
ResponderEliminarEnhorabuena por ese talento, creo que es muy difÃcil en pocas palabras causar esa sensación, además despertar la curiosidad para seguir leyendo.
Saludos cariñosos, Maria Mercedes
Muchas gracias por tu comentario, de verdad, un saludo y un beso muy grande.
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