martes, 6 de abril de 2021

ENEMIGAS HASTA LA MUERTE

 


 

 

Enemigas acérrimas desde siempre. No podía acordarse del motivo que las llevó a ese odio mutuo, durante tantos años. Ahora, ante su ataúd, a la espera de que lo bajaran a aquel hoyo cavado en la tierra, donde descansaría eternamente, se arrepentía de no haber hablado con ella sobre el tema y tratar de arreglarlo. Intuía que sus días en la tierra estaban contados, su salud se iba mermando poco a poco, a pasos agigantados. Cuando llegó a casa, acompañada de su nieta, se fue directa al salón, faltaba poco para que emitieran un nuevo capítulo de su novela favorita. Pero antes se cambiaría de ropa, el color negro la deprimía. Entró en su cuarto, se sentó en la cama para descalzarse cómodamente y entonces notó una mano sobre su hombro izquierdo. Se sobresaltó y asustada se giró. La mujer que acababan de enterrar estaba sentada en su cama, detrás de ella, llevaba puesta la ropa con la que la habían metido en el ataúd. Le sonreía, pero su sonrisa no la tranquilizó lo más mínimo, era macabra, siniestra. Entonces con voz ronca y agresiva le dijo, mientras la agarraba por el cuello: "hoy no verás la novela". La mujer gritó, pero su nieta, que estaba en el garaje con la música a todo volumen no la escuchó, seguía como si nada pasara, haciendo flexiones, ajena a lo que estaba pasando en el piso superior la casa.

La abuela se había quedado paralizada a causa del miedo que aquella visión le había provocado. En un primer momento pensó que aquello no era real, que era una alucinación provocada por su mente, ante la desazón que sentía por no haber arreglado las cosas con la difunta. Pero al mismo tiempo, le asustaba haber sentido la presión de aquella mano sobre su hombro, parecía tan real… Pero no podía ser, acababan de enterrarla. Aquella mujer estaba muerta. Logró mirarla fijamente. Sus ojos carecían de brillo y su tez era blanquecina. Pero lo que más le asustaba, era su sonrisa. Trató de irse, huir de allí. Notó unas manos huesudas en torno a su cuello, apretándolo más y más. La habitación empezó a dar vueltas en torno a ella, no podía respirar, notaba que la vida se le escapaba, poco a poco, en cada bocanada de aire que tan desesperadamente intentaba inhalar.

Cuando su nieta terminó su tabla de ejercicios, se encaminó al piso de arriba para darse una ducha. El baño estaba al fondo, tenía que pasar por la habitación de su abuela para acceder a él. Le extrañó no haberla visto en el salón viendo la televisión, era la hora de su novela preferida. Así que mientras iba subiendo las escaleras, gritaba su nombre, sin obtener respuesta alguna. Al llegar a la habitación, la vio tirada en el suelo a escasos centímetros de la puerta. Tenía la cara desencajada, vio miedo en sus ojos, abiertos de par en par. La ropa de la cama estaba esparcida por el suelo, como si allí, se hubiera desatado una pelea. El médico, que acudió a la llamada de la joven, le dijo que la causa de la muerte de su abuela había sido un infarto. Tenía sentido, tenía problemas de corazón desde hacía algún tiempo, y los acontecimientos de aquel día, no habían sido nada halagüeños.

 


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