martes, 15 de junio de 2021

LA REINA LOBA

 

 

- ¡Bebé! ¡Mi bebé! –gritó la mujer. Se despertó sobresaltada. Su cuerpo estaba bañado en su sudor. En su mirada se podía ver el terror que le había producido aquel mal sueño, en el cual, veía como una daga atravesaba el corazón de su pequeño, sesgándole la vida al instante. Por suerte, su bebé dormía plácidamente en la cuna que había colocado junto a su cama. Interpretó aquello, como un mal presagio y no se equivocó. La reina Loba, así la conocían en el pueblo, era tan cruel y soberbia, como hermosa. Asfixiaba a la gente del pueblo con tributos para su manutención y la de los suyos. Si alguien se negaba a darle lo que pedía, le quemaba la casa, la cosecha y mataba a toda su familia. Era temida y odiada por todos a partes iguales. Un día los campesinos urdieron un plan para matarla y así acabar con el miedo y la opresión a que estaban sometidos. Faltaba poco para que volviera a bajar de las montañas, donde había levantado su enorme castillo, escoltada por sus secuaces que eran igual de sanguinarios que ella, reclamando lo que le correspondía como dueña y señora de aquellas tierras. Sabían que si fracasaban morirían, pero preferían la muerte a seguir viviendo atemorizados por aquella malvada mujer. Se hicieron con lanzas, flechas, piedras y garrotes y al caer la noche se encaminaron hacia el castillo. Todos en él dormían confiados. Ni por un segundo, la mera idea de que aquella pobre gente osara atacar el castillo, les había pasado por la cabeza. Subestimar a la gente del pueblo les costó caro. Los campesinos acabaron con la vida de todos. Menos con la de la reina, que tras la pesadilla no volvió a dormir. Logró escapar por la ventana con su bebé en brazos, pero en la caída el niño murió. Desde entonces, cada noche merodea por los pueblos cercanos en busca de bebés para robarlos. Luego hechiza sus cunas, provocando en ellas un ligero y eterno balanceo, así como el llanto de la pobre criatura que antes yacía allí y que ya no está.  Aquella maldición sólo cesa al ser quemadas en una hoguera. Lleva a los niños a una oscura y profunda cueva situada en los confines de la montaña donde tiene su morada. Una vez allí se convierte en loba, los mata y bebe la sangre que emana de sus pequeños cuerpos, que según cuenta la leyenda le confiere la eterna juventud y un gran poder.


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