- ¡Bebé! ¡Mi bebé! –gritó la mujer. Se despertó
sobresaltada. Su cuerpo estaba bañado en su sudor. En su mirada se podía ver el
terror que le había producido aquel mal sueño, en el cual, veía como una daga
atravesaba el corazón de su pequeño, sesgándole la vida al instante. Por
suerte, su bebé dormía plácidamente en la cuna que había colocado junto a su
cama. Interpretó aquello, como un mal presagio y no se equivocó. La reina Loba,
así la conocían en el pueblo, era tan cruel y soberbia, como hermosa. Asfixiaba
a la gente del pueblo con tributos para su manutención y la de los suyos. Si
alguien se negaba a darle lo que pedía, le quemaba la casa, la cosecha y mataba
a toda su familia. Era temida y odiada por todos a partes iguales. Un día los
campesinos urdieron un plan para matarla y así acabar con el miedo y la
opresión a que estaban sometidos. Faltaba poco para que volviera a bajar de las
montañas, donde había levantado su enorme castillo, escoltada por sus secuaces
que eran igual de sanguinarios que ella, reclamando lo que le correspondía como
dueña y señora de aquellas tierras. Sabían que si fracasaban morirían, pero
preferían la muerte a seguir viviendo atemorizados por aquella malvada mujer.
Se hicieron con lanzas, flechas, piedras y garrotes y al caer la noche se
encaminaron hacia el castillo. Todos en él dormían confiados. Ni por un segundo,
la mera idea de que aquella pobre gente osara atacar el castillo, les había
pasado por la cabeza. Subestimar a la gente del pueblo les costó caro. Los
campesinos acabaron con la vida de todos. Menos con la de la reina, que tras la
pesadilla no volvió a dormir. Logró escapar por la ventana con su bebé en
brazos, pero en la caída el niño murió. Desde entonces, cada noche merodea por
los pueblos cercanos en busca de bebés para robarlos. Luego hechiza sus cunas, provocando
en ellas un ligero y eterno balanceo, así como el llanto de la pobre criatura
que antes yacía allí y que ya no está. Aquella
maldición sólo cesa al ser quemadas en una hoguera. Lleva a los niños a una oscura
y profunda cueva situada en los confines de la montaña donde tiene su morada. Una
vez allí se convierte en loba, los mata y bebe la sangre que emana de sus
pequeños cuerpos, que según cuenta la leyenda le confiere la eterna juventud y
un gran poder.
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