- ¡Ajos, por
favor! -le pidió al tendero de la única tienda que había en el pueblo.
El hombre miró
detenidamente a aquel muchacho y le preguntó a dónde iba. El joven le dijo que
a subir a la cima de la montaña Penalonga. El tendero guardó silencio durante
unos instantes, luego le preguntó para qué quería los ajos. El muchacho lo miró
desconcertado, pensando que aquel hombre le estaba tomando el pelo.
- ¿Acaso no lo
sabe? - le instó. Dicen que allá arriba hay demonios. He de llevar ajos para
ahuyentarlos.
El tendero le
puso una ristra en una bolsa. Pero se vio en la necesidad de alertarle de lo
que le podría pasar si subía a aquella montaña. Así que lo hizo pasar a la
trastienda y le contó una historia que el joven ya había escuchado a alguna
gente del pueblo.
-Allá arriba en
las montañas, vive un gigante, lo llaman Olláparo. Es muy feroz, salvaje y con
un gran apetito. Tiene un ojo en medio de la frente, aunque algunos aseguran
que también en la nuca. Come carne, tanto humana como de animales, y vive en
las cavernas de la montaña. ¿Entiendes
lo que te quiero decir?
El muchacho
asintió. Unos ajos no le harían nada a aquel ser. De todas formas cogió la
bolsa y se fue.
Al día siguiente
el tendero leyó en el periódico la desaparición de un alpinista.
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