Uvas de tamaños variados componían aquel viñedo, de
varias hectáreas de extensión. Como cada año, el dueño reclutaba a gente para
su recogida a finales de verano. Aquel año Juan, un hombre que iba todos los
años, decidió llevar a su hijo, un chaval de quince años, para ayudarle en la
tarea. El muchacho, unos días antes, había recabado toda la información que
había sobre aquel lugar. Por lo general nadie haría tal cosa, pero él tenía un
motivo para hacerlo. Desde pequeño tenía un don. Para él era una maldición con
la que tendría que cargar toda su vida. Todo había comenzado el día de su
bautismo. El sacerdote lo había ungido con el óleo equivocado, no usó el
bautismal, usó el de la extremaunción, dándole con ello el "poder" de
ver lo que nadie más podía ver: espíritus. Se había convertido en lo que la gente
llamaba Vedoiros. Formaron parte de su vida desde aquel momento, lo vio como
algo normal, hasta que fue creciendo y empezó a tener conciencia de todo
aquello, no era nada habitual. Después de buscar en internet información sobre
aquel lugar, descubrió que allí se había librado una gran batalla. Era un lugar
donde habían caído cientos de personas. Un lugar de muerte y sufrimiento. Supo
entonces lo que le esperaba. Y no se equivocó. Nada más pisar aquel suelo se
vio rodeado de soldados.
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