La iglesia estaba a tope el
día del funeral. Ana y yo habíamos sido sus mejores amigas. Ese día me quedé a
dormir en casa de Ana. Estuvimos charlando hasta bien entrada la madrugada hasta
que nos quedamos dormidas. Un ruido me despertó. Me levanté. Vi luz por una
rendija de la puerta del cuarto de baño. Entré. Vi a Ana delante del espejo
mirándose fijamente, pero había algo más allí, algo que definitivamente no
tenía que estar. Proferí un grito agudo y desgarrador que hizo que Ana saliera
del trance en el que estaba inmersa. Se desmayó y cayó sobre el frio suelo de
baldosas del baño. La llevé hasta la cama. Se despertó al cabo de un rato,
entonces le dije:
-María apareció en tu reflejo
Ella rompió a llorar
- ¿Qué pasó? –le pregunté
Había escuchado algo en boca
de aquel espectro: venganza.
Ana me miró fijamente.
-La dejé morir.
En aquel momento un frío
gélido nos envolvió. La almohada que hasta entonces reposaba inmóvil sobre la
cabecera de la cama se levantó impulsada por una fuerza invisible, situándose
sobre la cabeza de Ana. Yo estaba tan asustada que me quedé petrificada ante el
horror que estaba contemplando. Ana pataleaba intentando aspirar una bocanada
de aire. Se estaba asfixiando. Minutos después estaba muerta. María se
había vengado.
Me encantó. Magnífico trabajo
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