FINAL 1:
El Hombre de traje negro y con un maletín del mismo color
en su mano derecha, entró en la cafetería. Una joven camarera se acercó a él,
presurosa, para tomar nota de su pedido.
-Un café con leche, por favor –Le pidió amablemente.
Mientras esperaba desplegó el periódico que había
comprado en el quiosco de la esquina y se puso a leer.
“ESTA MADRUGADA, HAN ROBADO UN OBJETO MUY VALIOSO DEL MUSEO
DE HISTORIA”. Se trata de un hacha vikinga que, algunos no han dudado en
mencionar que una cierta maldición se cierne sobre ella, fue hallada en una
excavación arqueológica realizada en….
-Su café –le indicó la amable camarera, interrumpiendo su
lectura.
Su móvil comenzó a sonar cuando estaba revolviendo el
azúcar. Era su jefe. Lo escuchó
detenidamente mientras apuraba el contenido de su taza. Colgó y salió de la
cafetería, no sin antes dejar una buena propina a la simpática camarera que lo
había atendido.
De camino a su despacho, vio a un hombre, llevaba algo
entre las manos envuelto en una tela negra. Se proponía tirarlo a un contenedor
de basura. Se comportaba de manera sospechosa, mirando a ambos lados a cada
paso que daba. Levantó la tapa y lo lanzó a su interior, tras lo cual, echó a
correr como alma que lleva el diablo. El hombre del traje le gritó, pero el
hombre ya había doblado la esquina desapareciendo de su vista. Entonces se
encontró con el dilema de seguir adelante, como si no hubiera visto nada o
levantar la tapa y ver lo que había tirado aquel hombre. Optó por la segunda opción,
imaginándose que se estaba deshaciendo de las partes de un cuerpo después de
haberlo mutilado, vistas las manchas de sangre que cubrían su cara, sus manos y
su ropa. Debido a la cantidad de basura que había acumulada en aquel contenedor,
como si hubieran pasado semanas desde la última que vez que lo habían vaciado,
no le resultó difícil encontrarlo. Le quitó la tela que lo cubría y se encontró
con un objeto muy antiguo con forma de hacha. Le sonaba. Había visto una foto
de aquello en el periódico. Lo desplegó y sus sospechas se hicieron realidad,
era el hacha vikinga que habían robado.
No tenía tiempo de llamar a la policía porque ya debería estar en una
reunión importante que había comenzado hacía unos minutos. Lo haría al terminar.
A medida que iba caminando comenzó a notar un hormigueo en el brazo que portaba
el hacha, similar a pequeños calambres.
No le dio importancia. Pero al llegar a su despacho e intentar dejarla
sobre su mesa, se dio cuenta, con total desconcierto, que se había pegado a su
piel. No podía desprenderse de ella. Su jefe se estaba acercando, lo veía
claramente a través de la cristalera. Empezó a sudar por la situación tan
extraña en la que se encontraba y porque no sabía cómo reaccionaría su
superior, si le decía lo que le estaba pasando. Su jefe seguía muy enfadado con
él porque no había logrado llegar a un acuerdo con un cliente muy importante la
tarde anterior y aquella situación, en la que se encontraba, no le favorecía ni
lo más mínimo. Su raciocinio lo abandonó por completo para dar paso a una
locura extrema que poseyó su mente en cuestión de segundos. Se escondió tras de
la puerta de su despacho. Esperó pacientemente, la llegada de su superior. Sin titubear ni un segundo, descargó el hacha
sobre la cabeza de su jefe, partiéndosela a la mitad.
FINAL 2:
Una joven había terminado su turno de trabajo en un
restaurante de comida rápida. En dirección a casa, pensó en parar a comprar
leche en el supermercado. Aceleró un poco el paso para que le diera tiempo a comprarla
e ir a recoger a su hermano pequeño a la escuela. Se levantó una ligera brisa
que fue incrementado, poco a poco, hasta el punto de formar varios remolinos en
la calle. Un sombrero, que había salido volando de la cabeza de algún
viandante, le dio de lleno en la cara. Miró a su alrededor esperando ver el
dueño o la dueña de dicho complemento, pero parecía que nadie lo echaba en
falta. Entró en el súper, compró la leche y se encaminó con paso rápido hacia
la escuela.
Como le estorbaba en la mano se lo colocó en la cabeza.
Le sentaba bien, dictaminó mientras se contemplaba su reflejo en el escaparate
de una tienda. Era de su talla.
Su hermano pequeño y él llegaron a casa. El pequeño alabó
el sombrero de su hermana, ella le sonrió, le dio las gracias y le dio un
sonoro beso en la mejilla. Dejó la leche en la nevera, se quitó el abrigo e
hizo lo mismo con el sombrero. Había decidido quedarse con él, le encantaba. A
su parecer le daba un cierto aire sofisticado, de actriz de cine, que le
encantaba. Entonces sucedió lo impensable. No podía quitarse el sombrero de la
cabeza por más que tirara de él. Llamó a su hermano para que la ayudara. Pero
al hacerlo, comprobaron que con él también se desprendía parte del cuero
cabelludo provocándole un dolor inenarrable.
Entre los gritos de su hermana y el miedo total y absoluto
que le había embargado, el chaval llamó a su abuela y llevaron a la joven al hospital.
FINAL 3:
Un niño y su abuela estaban en la sala de espera. La
madre del chiquillo había sufrido un accidente de coche y la estaban operando
de urgencia. La señora le preguntó si quería beber algo. Él le pidió un
refresco. La abuela se levantó y se encaminó hacia las máquinas expendedoras
que se encontraban en un rincón de la sala. En la pared que había frente a las
sillas donde estaban sentados, había un cuadro. En él se veían unas casas a lo
largo de una calle, un poco deterioradas pero pintadas con colores muy alegres.
Aquel cuadro le fascinaba por algún motivo que no sabía explicar. Se levantó y
se acercó a él. Entonces lo vio. Un niño salía de una de las casas con un balón
en la mano. Al llegar a la calle se puso a jugar con él. El niño se movía. Podía
jurarlo. Entonces el niño se giró, lo miró y le sonrió. Le estaba diciendo
algo. Se acercó todavía más para escucharlo mejor, e incluso pegó la oreja al
cuadro:
- ¿Quieres jugar conmigo? –oyó que le preguntaba.
Cuando la abuela volvió con el refresco, el niño no estaba
en la sala. Nadie lo había visto salir de allí.
En el cuadro se veían dos niños jugando con un balón.
FINAL 4:
El conductor de la ambulancia, Carlos, había terminado su
turno. El ultimo paciente que había llevado al hospital le había traumatizado
bastante. Creía que ya lo había visto todo en lo referido a enfermedades y situaciones
extrañas que formaban parte de su trabajo, pero lo de aquella chica que no podía
quitarse el sombrero, lo había dejado algo tocado.
Así que, junto a su compañero Andy, decidieron parar a
tomarse unas cervezas, de camino a casa.
El viento se había calmado por completo, dando paso a una
tarde soleada y tranquila.
Se sentaron en la terraza de una cafetería. Hablaban animadamente
mientras esperaban sus consumiciones. Llegaron acompañadas de unos aperitivos,
los cuales, fueron recibidos por los jóvenes, con una gran sonrisa y muy buen
humor. Carlos, agarró el vaso y se lo llevó a la boca. El semblante de Andy que
estaba sentado frente de él, demudó de color tornándose blanco como la cera, al
ver como en aquel vaso se movían unos gusanos de aspecto asqueroso y repugnante
que, al inclinar el líquido hacia la boca, se introducían en la garganta de su
amigo. Le gritó con desmesurada desesperación que no bebiera, pero ya era
tarde. Carlos había apurado hasta la última gota del vaso.
Al rato estaba retorciéndose en el suelo presa de dolor,
mientras aquellos gusanos lo devoraban por dentro.
FINAL 5.
Los senderistas llevaban horas caminando por el bosque
acompañados de un guía de la zona. Estaban cansados y los ánimos empezaban a
decaer. Quedaban pocas horas para que la tarde llegara su fin. Les urgía
encontrar un lugar donde acampar, para pasar la noche.
El hombre les animó a seguir unos minutos más, prometiéndoles
que a escasos metros había un claro donde podrían colocar las tiendas.
A pesar de las dudas del grupo, el guía cumplió su
promesa. El lugar indicado estaba más cerca de lo que habían pensado.
Prepararon el campamento. Había un lago muy cerca y algunos decidieron darse un
chapuzón antes de cenar y otros optaron por recoger leña y hacer un fuego.
Una de las chicas que formaban el grupo, había salido a
explorar por su cuenta. Se subió a una pequeña colina y desde la cima les llamó
a gritos. Se la oía eufórica y visiblemente emocionada por lo que había
encontrado. No paraba de gritar, una y otra vez, que había encontrado el
paraíso.
Fueron hasta allí para ver qué era aquello tan espectacular
que la hacía comportarse como una loca.
Todos enmudecieron ante aquella visión. Al otro lado de
la colina había un campo de tulipanes. Era tan extenso que se perdía en la
lejanía.
Eufóricos decidieron bajar. Cuando llegaron al prado, caminaron
entre las flores, se tumbaron entre ellas. Por un momento todos sus problemas
se esfumaron y una inmensa paz y tranquilidad envolvió sus corazones.
El guía que había llegado a la cima de la colina, cuando
todos ya habían bajado, tuvo la visión más terrorífica y dantesca que ni en sus
peores pesadillas podría imaginarse algo así, por lo siniestras y aterradoras
que eran.
El grupo al completo, había quedado apresado por los
tallos de aquellas flores. Se enredaban alrededor sus cuerpos inmovilizándolos
por completo. Las flores habían aumentado de tamaño y pudo ver unos dientes
afilados en los pétalos que se clavaban en la carne de aquellos chicos y chicas,
mordiéndolos, mientras éstos no dejaban de gritar, presas del dolor y el pánico
que sentían. Antes de perder el conocimiento vio como una de aquellas flores le
arrancaba de un mordisco un trozo de carne a una de las chicas. Los estaban
comiendo.
FINAL 6
Un inmenso prado, bordeaba el campo de golf.
Un hombre había realizado un lanzamiento casi certero, la
bola quedó a escasos centímetros del hoyo final.
No hubo ninguna aclamación, ni vítores, ni mucho menos
aplausos. Estaba solo. Con paso lento y acompasado se dirigió al lugar donde
había quedado la pelota para darle el empujón definitivo.
Lo tenía más que fácil. Aun así, escenificó, de manera
exagerada la escena, con estiramientos de dedos y un par de flexiones, seguidas
de unas respiraciones acompasadas como si estuviera a punto de dar a luz, la
mejor jugada de la historia.
Un sonido lo alertó. Alzó la mirada. Pero ante lo que se
le venía encima no pudo reaccionar con la suficiente rapidez y evitar así una
muerte segura. Un meteorito del tamaño de un coche se acercaba a él a toda
velocidad. Lo sepultó en el hoyo final.
FINAL 7
Una pareja de recién casados paseaba por un mercado de
antigüedades, en busca de alguna reliquia con la que aumentar su colección.
La joven vio algo que le llamó la atención.
Su flamante marido la siguió.
La mujer detuvo sus pasos delante de un tenderete donde
un par de flamencos, de tamaño natural, realizados en cerámica, habían llamado
su atención. Los observó con detenimiento con una mirada fría y calculadora que
a él no le pasó desapercibida porque ya la había visto con anterioridad, alguna
que otra vez. Significaba la certeza, el triunfo, de que había dado con algo
muy antiguo y de gran valor. Después de regatear durante treinta minutos
llegaron a un acuerdo con el dueño y cada uno tomó una en brazos, dispuestos a
llevárselos al hotel.
Dejaron el barullo del mercado atrás para adentrarse en
el ruido del tráfico de la gran avenida donde estaba situado su hotel. En un
cruce, esperando que el semáforo cambiara de color, se dieron cuenta de un
sonido que les había pasado por alto hasta entonces. Un tic tac que provenía de
las figuras de cerámica. Pero para cuando se dieron cuenta de que aquello no
presagiaba nada bueno, y antes de que pudieran reaccionar, estallaron en sus
brazos.
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