Todavía podía escuchar a la reina gritando: ¡qué le
corten la cabeza! mientras corría. En su alocada carrera vislumbró a lo lejos
un caballo de madera apoyado sobre el tronco de un árbol. Aminoró la marcha y
cuando estuvo a su altura éste le habló, porque en los sueños todo es posible.
- ¿A dónde vas con tanta prisa? -le preguntó
-Huyo de la reina –le dijo Alicia.
-Si subes a mi lomo irás más deprisa –le respondió.
Así lo hizo. Para su desconcierto, el caballo de madera no
trotaba, se mantenía suspendido a escasos centímetros del suelo. Entró en una
cueva muy oscura. Preguntó a dónde iba. No obtuvo respuesta.
Descendían. Pasado un largo tiempo, se detuvieron. El
lugar donde se encontraba era pasto de las llamas y en el ambiente reinaba un
fuerte olor a azufre. Alicia viajó al inframundo. El caballo de madera ya no
era tal, se había convertido en una bestia que le dio la bienvenida a su
humilde morada., de la cual, no saldría jamás. Ella le suplicó que la dejara
libre. Intentó huir. Al girar la cabeza, ésta cayó rodando por el suelo. Aun
así, sus pies siguieron corriendo. La bestia profirió una sonora carcajada
mientras agarraba la cabeza de la muchacha y la lanzaba a las llamas. Él era el
señor de los sueños. Él era la pesadilla de la que no despertaría jamás.
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