martes, 11 de enero de 2022

BAJO EL COLOR DE LA SANGRE, ESTÁN LOS INOCENTES

 

- ¡Alfombra roja!, buscad una, ¡rápido! -les gritó a sus hombres.

Aquel monstruo, asesino de niños, al cual, llevaban varios meses buscando, al fin lo habían encontrado. Cuando se dio cuenta de que lo habían descubierto, sin titubear un segundo, se había pegado un tiro en la sien.  Pero antes de acabar con su vida, había dicho algo. Tal vez, en aquellas palabras, estaba la clave para encontrar a las víctimas.

-"Bajo el color de la sangre, están los inocentes".

Estaba anocheciendo. En la casa, las sombras empezaban a ganar terreno. Encendieron todas y cada una de las luces. Se pusieron a registrar cada habitación, moviendo muebles, escudriñando cada rincón, en un intento desesperado por encontrar a aquellos niños.

- ¡Aquí hay una! - gritó un policía.

Corrieron hacia donde estaba su compañero y efectivamente había una gran alfombra roja que ocupaba gran parte del suelo de aquella habitación. Sobre ella descansaba una gran mesa de madera de gran tamaño. Era muy pesada y necesitaron la ayuda de los cinco hombres para poder moverla.  Levantaron la alfombra.

Encontraron una trampilla. La abrieron. A la luz quedaron visibles unas escaleras que se perdían en la oscuridad. Lo más seguro es que llevaban hasta el sótano. El capitán bajó primero. Detrás de él lo siguieron un par de hombres. Cada uno llevaba una linterna.  Un olor nauseabundo les golpeó la cara. Faltaban un par de peldaños para pisar el suelo del sótano cuando….

La trampilla se cerró tras ellos con un golpe seco.  

Las linternas dejaron de funcionar.

La luz se fue en toda la casa.

Uno de los policías, el que iba más rezagado, se puso nervioso, perdió el equilibrio y se precipitó escaleras abajo llevándose a su paso a sus compañeros con él.

Los policías que habían quedado arriba, al escuchar aquel estrepitoso ruido, intentaron abrir la trampilla. No lo consiguieron. Llamaron a gritos a sus compañeros, pero no recibieron respuesta.

Pidieron refuerzos por radio.

A lo lejos se empezaron a escuchar el ruido de las sirenas de los coches patrulla acercándose a la casa. Procedente del sótano los dos policías escucharon gritos de dolor y pánico. Desesperados intentaban abrir la trampilla. Pero ésta no cedía. Cuando llegaron los refuerzos, los gritos cesaron. La trampilla se abrió de golpe, como impulsada con una fuerza descomunal.

Asomaron las cabezas esperando escuchar algo. Nada.

Comenzaron a bajar. Al final de las escaleras había tres cuerpos.  

Se acercaron, la luz de las linternas les permitió ver un cuadro dantesco, repulsivo. Aquellos cuerpos semidesnudos estaban a medio comer.  Quienes estuvieran dándose aquel festín, se escondieron al escucharlos bajar.

Las manos les temblaban visiblemente mientras alumbraban el lugar. Uno de ellos le señaló al compañero un punto en la pared del fondo. Unas figuras pequeñas, con los ojos inyectados en sangre y blancos como la cera, comenzaron a caminar hacia ellos. Despacio, muy despacio. Eran muchos, demasiados.

La trampilla se cerró con un golpe seco.

Corrieron escaleras arriba, intentaron abrirla. No lo consiguieron.

Aquellos seres se acercaban a ellos. Los tenían acorralados. No había escapatoria posible. Comenzaron a gritar.

Los refuerzos intentaron abrirla. No lo consiguieron. Unos gritos desgarradores provenientes del sótano los pusieron en alerta…… Minutos después la trampilla se abrió. Bajaron….

 

 

 

 

 

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