El conde, sabiendo que su vida llegaba a su fin, decide
donar parte de su colección. Son libros muy antiguos, únicos, de un valor
incalculable. Su decisión dice basarla
en la creencia certera de que sus allegados no sabrán valorar realmente ese
tesoro que ha ido adquiriendo, año tras año, a lo largo de su vida. No sabrán
apreciar el verdadero valor de esos libros y los venderán, por unas cuantas
monedas, al primero que se ofrezca a comprarlas. Pero, ¿es ese el verdadero motivo que le lleva
a aquella donación?
Se presenta una joven en la mansión. El anciano la recibe
sentado en una silla junto a la ventana. Sus miradas se cruzan. Su belleza lo
fascina. Ella observa la pila de libros que hay sobre la mesa, sonríe. Luego,
su mirada recorre la basta biblioteca que tiene ante sí. Parece que busca algo.
El anciano sabe lo que es. Le ofrece una
taza de té. Ella la acepta encantada. Hablan sobre la donación. La conversación
es informal, distendida y pronto llegan a un acuerdo.
La joven dice sentirse mareada. Se levanta. Le cuesta
caminar. Toda gira a su alrededor. Le pregunta dónde está el baño. Él le da las
indicaciones precisas. Pero no llega a salir de la habitación. El conde sonríe
cuando cae desplomada en el suelo. El plan que había urdido había funcionado. O
eso creía. Quería algo que ella tenía. Tuvo que contenerse y guardar la
compostura, cuando la joven al entrar en la biblioteca e inclinarse ante él
para estrecharle la mano, la llave que llevaba colgada al cuello, quedó a la
vista de sus ojos. Entonces supo que no se había equivocado de persona.
Se acercó a uno de los estantes y cogió un libro. El libro. En la parte de atrás hay una
cerradura. Estaba muy emocionado. Le temblaban las manos. Se acercó a la joven
y alargó su mano hacia su cuello. Rozó con los dedos la llave. Entonces,
profirió un grito desgarrador de dolor. Contempló horrorizado sus dedos
quemados. La joven se despertó. Lo miró y comprendió lo que había pasado. Tomó aquel
libro entre sus manos. Cogió la llave y entonces… se abre el libro del rey
maldito. El libro que confiere la inmortalidad a quien pueda abrirlo. El libro
que puede despertar a las almas confinadas en el infierno. Lee en voz alta unas
palabras plasmadas en él. El anciano comienza a arder. En minutos quedó
reducido a cenizas. Ella lanza una carcajada sonora que se escucha en toda la
casa. Da media vuelta y se va, dejando tras de sí un halo con fuerte olor a
azufre.
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