miércoles, 9 de febrero de 2022

LA CRUZ DEL DIABLO

 

El guía los llevó por un sendero que ascendía por la colina. Allí, siglos atrás hubo un castillo, del que, a día de hoy, apenas quedaban un par de muros en pie.

Entre aquel grupo de personas que seguían en silencio las explicaciones del hombre, había un joven. Se situó junto al guía mostrando un gran interés por todo lo que iba contando acerca de una leyenda sobre una gran cruz de hierro, hecha con la armadura encantada del que había sido el señor del castillo y que custodiaba la entrada. Cuando llegaron el joven se postró en el suelo en señal de respeto y adoración ante ella. El guía lo reprimió diciéndole que aquello no representaba a Dios, sino a Satanás. Se arrepintió al instante cuando el joven se levantó del suelo y lo miró. Sus ojos se habían tornado rojos como el fuego, su semblante antes joven, ahora estaba sacado de infinitas arrugas que le daban un aspecto siniestro. Sus dientes eran afilados y negros. La comitiva lejos de asustarse, rodeó al joven. Todos mostraban el mismo aspecto tétrico y macabro, la de unos demonios salidos de las profundidades del averno. Ante tal visión el guía intentó huir. El muchacho dejó escapar un halo de aliento que envolvió el cuerpo del hombre convirtiéndolo en piedra. Venían a salvar a su amo y señor de las tinieblas. Rodearon la cruz al tiempo que canturreaban una canción. Del cielo surgieron unos rayos que rompieron la piedra donde estaba anclada. Entre todos, llevaban la cruz del diablo para situarla en el centro mismo de las ruinas del castillo. Hicieron un círculo a su alrededor cogidos de la mano. La cruz comenzó a emitir unos sonidos desgarradores al tiempo que se el hierro se retorcía de manera grotesca. De repente el silencio absoluto reinó en aquel lugar. Una niebla espesa se extendió sobre ellos. De ella, donde antes había estado la cruz, emergió un ser con patas de cabra y grandes cuernos. Satán había sido liberado.

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