Cien minutos antes de la medianoche comenzó el terremoto.
Cien minutos después de la medianoche cesó. Las gentes del pueblo contuvieron
el aliento esperando un nuevo temblor. Nada. Salvo el silencio más absoluto.
Respiraron aliviados pensando que se había acabado. No sabían que aquello era
sólo el principio. Pudieron ver una llamarada de fuego en lo más profundo del
bosque. Se había abierto una brecha en la tierra por donde los demonios que
habitaban en el averno comenzaron a emerger a la superficie. A continuación,
las puertas de las casas, que habían permanecido cerradas durante el temblor,
se abrieron de par en par. Los niños, hipnotizados, atraídos por una fuerza
invisible que los dominaba, comenzaron a caminar en dirección al bosque. Los
intentos desesperados de sus padres por retenerlos fueron en balde. Se escapaban
una y otra vez atraídos por el fulgor de aquellas llamas que se elevaban más
allá de las copas de los árboles.
Hombres y mujeres decidieron pedirle ayuda. Siempre la
habían repudiado. Expulsándola del pueblo por el miedo que les causa. Sabían
que eran una bruja muy poderosa dotada de grandes poderes. Ahora, era la única
que podría salvar a sus pequeños.
Vivía en una vieja cabaña junto al bosque. Cuando
llegaron vieron una luz intensa en su interior. Cuando abrieron la puerta se
encontraron con una imagen que no podrían borrar de su memoria mientras siguieran
con vida.
La mujer con el cabello blanco como la nieve, vistiendo
una túnica negra, con los brazos alzados en señal de súplica y con los ojos en
blanco, recitaba unos versos plasmados en las páginas de un viejo libro.
Todos y cada uno de ellos, se arrodillaron frente a ella.
Mientras escuchaban la ofrenda que inició con poesía.
- ¡Espíritus de los árboles
acoged las almas de los inocentes
mientras con nuestras plegarias derrotaremos
a los demonios que poseen sus cuerpos!
Estuvieron rezando toda la noche. No se movieron a pesar
de los gritos desgarradores y escalofriantes que se escuchaban más allá de las
paredes de la cabaña.
Al despuntar el alba, salieron temerosos por lo que se
pudieran encontrar.
Ella iba a la cabeza de la comitiva, en dirección al
bosque.
La brecha había desaparecido. No había rastro de los
demonios. Los niños parecían dormir tumbados sobre un suelo lleno de cenizas.
Formaban un círculo alrededor de unas brasas ya consumidas. Alzó los brazos y
de nuevo invocó a los espíritus de los árboles para que liberaran las almas de
los pequeños. Éstos, poco a poco, fueron despertando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario