miércoles, 30 de marzo de 2022

LA BRUJA

 

Cien minutos antes de la medianoche comenzó el terremoto. Cien minutos después de la medianoche cesó. Las gentes del pueblo contuvieron el aliento esperando un nuevo temblor. Nada. Salvo el silencio más absoluto. Respiraron aliviados pensando que se había acabado. No sabían que aquello era sólo el principio. Pudieron ver una llamarada de fuego en lo más profundo del bosque. Se había abierto una brecha en la tierra por donde los demonios que habitaban en el averno comenzaron a emerger a la superficie. A continuación, las puertas de las casas, que habían permanecido cerradas durante el temblor, se abrieron de par en par. Los niños, hipnotizados, atraídos por una fuerza invisible que los dominaba, comenzaron a caminar en dirección al bosque. Los intentos desesperados de sus padres por retenerlos fueron en balde. Se escapaban una y otra vez atraídos por el fulgor de aquellas llamas que se elevaban más allá de las copas de los árboles.  

Hombres y mujeres decidieron pedirle ayuda. Siempre la habían repudiado. Expulsándola del pueblo por el miedo que les causa. Sabían que eran una bruja muy poderosa dotada de grandes poderes. Ahora, era la única que podría salvar a sus pequeños.

Vivía en una vieja cabaña junto al bosque. Cuando llegaron vieron una luz intensa en su interior. Cuando abrieron la puerta se encontraron con una imagen que no podrían borrar de su memoria mientras siguieran con vida.

La mujer con el cabello blanco como la nieve, vistiendo una túnica negra, con los brazos alzados en señal de súplica y con los ojos en blanco, recitaba unos versos plasmados en las páginas de un viejo libro.

Todos y cada uno de ellos, se arrodillaron frente a ella. Mientras escuchaban la ofrenda que inició con poesía.

- ¡Espíritus de los árboles

acoged las almas de los inocentes

mientras con nuestras plegarias derrotaremos

a los demonios que poseen sus cuerpos!

Estuvieron rezando toda la noche. No se movieron a pesar de los gritos desgarradores y escalofriantes que se escuchaban más allá de las paredes de la cabaña.  

Al despuntar el alba, salieron temerosos por lo que se pudieran encontrar.

Ella iba a la cabeza de la comitiva, en dirección al bosque.

La brecha había desaparecido. No había rastro de los demonios. Los niños parecían dormir tumbados sobre un suelo lleno de cenizas. Formaban un círculo alrededor de unas brasas ya consumidas. Alzó los brazos y de nuevo invocó a los espíritus de los árboles para que liberaran las almas de los pequeños. Éstos, poco a poco, fueron despertando.

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