Aquel era su primer día de trabajo como vigilante en el
centro comercial. Su turno comenzaba a las 12 de la noche. Llegó puntual y
comenzó la ronda. En la planta baja, había varias personas paseando, al igual
que en la primera. En la segunda, donde estaban los restaurantes, todavía se
podía ver gente cenando.
Nadie le prestaba atención. Tampoco le importaba.
Cuando recorrió el último piso y comprobó que todo iba
bien, regresó a la planta baja y se dirigió a la máquina de café que había
cerca de la entrada. Le esperaban muchas horas por delante y una buena dosis de
cafeína le vendría bien.
Escuchó unos pasos corriendo hacia él. Por el sonido que
hacían parecían los de un niño. Se giró y efectivamente, delante de él había
una niña pelirroja, de unos cinco años, con el pelo recogido en una coleta.
Tenía unos grandes ojos negros que lo miraban nerviosa y asustada. Él se agachó
y se puso a su altura. Tenía una marca de nacimiento al lado de la oreja
derecha con forma de mariposa. Le
preguntó qué le pasaba. La niña rompió a llorar. El hombre trató de calmarla.
Ella lo abrazó con fuerza. Estaba temblando. Entre sollozos logró explicarle
que un hombre estaba persiguiendo a su mamá con un cuchillo. El vigilante la
contempló durante unos instantes sin dar crédito a lo que la pequeña le estaba
contando. Ésta al ver que no le creía lo agarró de una mano y comenzó a tirar
de él.
- ¡Por favor, dese prisa, quiere matar a mi mamá, tiene
que ayudarla! –le suplicaba.
El hombre pensó que no perdía nada en ir a comprobar qué
le pasaba a la mamá de la pequeña.
- ¿Dónde está? –le preguntó.
-En el parking –le respondió ella.
La cogió en brazos y se dirigieron hacia el ascensor.
Cuando llegaron al aparcamiento le preguntó dónde la había visto por última
vez. Pero no hizo falta que le respondiera porque escuchó unos gritos
desgarradores, no muy lejos de donde estaban, pidiendo ayuda. El aparcamiento
estaba vacío.
Le pidió a la niña que no se moviera de donde estaba
mientras él iba a ayudar a su madre. Llamó a la policía pidiendo ayuda. Sospechaba
que aquel hombre era peligroso y, recordando lo que le había dicho la niña, era
posible que fuera armado.
Salió de la parte iluminada y se adentró en una zona
oscura. Encendió su linterna. Caminó en silencio durante un buen rato. Escuchó
a alguien corriendo. Le gritó que se detuviera. Sintió una respiración en su
nuca. Se giró alumbrando con la linterna. Profirió un grito de terror al verse
reflejado en aquel rostro. Sintió un fuerte dolor en la cabeza y luego el
silencio más absoluto. Ese silencio con
sus códigos de misterio, indescifrables, en sentencia firme inapelable.
Se despertó sobresaltado al ser zarandeado. Dos policías lo miraban fijamente. Les
preguntó por la niña y su madre. Ellos le respondieron que habían peinado la
zona y que allí no había nadie. El centro comercial quedaba vacío a partir de
las once de la noche.
Años después, aquel hombre se casó y tuvo una niña
pelirroja, con una mancha de nacimiento en forma de mariposa al lado de su
oreja derecha.
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