Cuando fue consciente de su propia existencia se dio de
bruces con la realidad.
Estaba privada de la luz y del sonido. Todo era oscuridad
y silencio a su alrededor. Sin embargo…. Podía sentir que no estaba sola.
No podía precisar cuántos, ni decir un número exacto,
pero eran muchos. Se movían, la rozaban. El contacto contra su piel era pegajoso,
pero lejos de sentir asco o repulsión sentía euforia e incluso algo parecido al
amor hacia aquella compañía. Era extraño ¿no?
Ella también lograba moverse torpemente por aquel lugar.
Se sentía como si la hubieran atado de pies y manos. El lugar tenía forma redondeada
de textura sedosa y elástica. Sabía que aquello los protegía, era cómodo y la
temperatura allí dentro era muy agradable.
A medida que el tiempo transcurría, sus movimientos, al
igual que la de sus compañeros de encierro, se iban haciendo más precisos y su
tamaño iba aumentando.
No sabía cómo había terminado allí. Lo último que
recordaba es estar postrada en una cama de hospital. Escuchó a los médicos
hablar con su esposa del estado muy crítico en el que se encontraba. Recordaba
con claridad el accidente de coche. Podía escuchar el ir y venir de personas,
entrando y saliendo de su habitación, incluso podía escuchar lo que hablaban
entre ellos, pero no podía mover ni un solo músculo de su cuerpo, tampoco podía
abrir los ojos. Permanecía tumbada en aquella cama mientras el tiempo iba
pasando. Entonces… la máquina, a la que estaba conectada, comenzó a emitir un
sonido, estridente, ensordecedor. Después de eso, nada, salvo el silencio más
absoluto.
Ahora sentía un cuerpo, pero muy diferente al que tenía.
Podía pensar, e incluso su visión se iba haciendo, poco a poco, más nítida,
empezaba a distinguir formas a su alrededor. Se dio cuenta de que no tenía
manos, ni piernas. Tenía patas.
Su desconcierto le hizo entrar en pánico. En su
desesperación quiso gritar, pero de su garganta no salió ningún sonido. Tampoco
podía llorar. Sus ojos estaban secos. Sentía unos deseos enormes de salir al
exterior. Sus compañeros, al parecer sintieron lo mismo que ella, porque al
unísono, se pusieron a golpear aquella pared hasta que hicieron un agujero lo
suficientemente grande por el cual pudieron colarse. Una gran tarántula los estaba
esperando fuera con pequeños insectos para alimentarlos.
¿Aquella era su nueva vida?
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