miércoles, 12 de octubre de 2022

MORIR CADA NOCHE

 

No está nada mal esto de estar muerta, no señor. Una de las cosas que más me gustan es entrar en un lugar caldeado y que la temperatura baje unos cuantos grados. Creo que, en general, a los muertos no nos va mucho el calor.

Esta habitación la conozco muy bien. Esquivo los muebles con facilidad. Me siento en una silla junto a la cama. Está durmiendo. No puedo dejar de mirarlo. Le quise mucho. Me moría por él. Y al final por él estoy muerta. Paradojas de la vida. Todavía quedan resquicios de mi amor desperdigados por mi corazón, aunque el odio, a pasos agigantados se está acercando, con la intención de quedarse para siempre.

Me viene a la cabeza una canción de los 80 “te hubiese querido hasta el fin”. Lo hubiese hecho, sí, no me cabe la menor duda, pero él tenía otros planes muy diferentes a los míos.

Me liquidó, me quitó de en medio, me asesinó, le bastó con apretar con fuerza mi cuello para arrebatarme la vida. Y todo ¿por qué? Porque como su secretaria y amante sabía muchos secretos sobre sus “negocios”.

Que me haya quitado la vida me duele, claro está, pero el odio se multiplica hasta el infinito porque también sesgó la de su hijo que se estaba gestando en mi vientre.

No le deseo la muerte, sería demasiado benevolente por mi parte. No. Hay maneras de vengarse mucho peores.

He dejado que me vea un par de veces al día. A través de un espejo, al final de una calle, sentada en una cafetería…  

Le he susurrado su nombre al oído. He tirado cosas en su casa.

Lo llevo torturando unos cuantos meses. Y me lo estoy pasando en grande.

Su mesilla de noche está llena de botes de pastillas, unas para dormir, otras para relajarse, otras para las visiones, dolores de cabeza….

Visita a su psicólogo tres veces por semana y la cosa no mejora. Porque yo no quiero que lo haga, simple y llanamente.

Ha perdido el trabajo. Sus relaciones sociales son casi nulas. Ninguna mujer está más de un par de días a su lado. Ya comenzó a hablar solo. Ha puesto varias cerraduras en la puerta de su casa. Como si eso le sirviera de algo. Soy un fantasma no un ladrón.

Ahora me toca hacer el truco final.

Se está despertando. No duerme muy bien. Tienes unas ojeras grandes y negras alrededor de sus ojos. Ha envejecido unos cuantos años. Está delgado y demacrado. ¡Me encanta! Es el resultado de un buen trabajo.

Sé que sueña con aquel día. Los remordimientos lo están consumiendo en vida. Pero puedo hacer algo más para incrementar su tortura.

Me mira. Se sienta en la cama aterrado. No puede hablar. El miedo lo tiene paralizado.

Le sonrío y le digo:

-Yo espanto tus sueños y doy paso a tus peores pesadillas. Morirás estrangulado cada noche y resucitarás cada mañana.

 

 

 

 

 

 

 

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