HOSPITAL PSIQUIÁTRICO
SANT MARIE
Querido Coronel
Marlowich:
Le he enviado a lo largo de estos últimos meses varias
misivas de las que no he recibido respuesta. Espero que tal retraso se deba a
la guerra que estamos viviendo y que usted, como un hombre de honor que es,
está librando en ella en nombre de su país.
Su querida y apreciada hermana Madeleine ha sufrido una
gran recaída en los últimos meses. Su estado anímico y físico se han
deteriorado considerablemente. Se niega a salir de su habitación y a tomar tomo
alimento sólido y líquido que le proporcionamos.
Pensamos que tal eventualidad se debe a su ausencia. El lazo
fraternal que los une siempre fue rígido y sólido y su falta ha calado en ella
de tal manera que sus ganas de vivir se van mermando cada día que pasa.
Su hermana siempre fue una mujer de carácter, dotada de
gran carisma y apreciada por los demás pacientes del hospital. El hecho de que
no haya salido en semanas de su habitación ha hecho mella en los ánimos de los demás
internos. Hemos sufrido varios altercados y reacciones hostiles culpándonos, a mí
y a todo el personal que trabaja aquí, de su situación.
La noticia de su fallecimiento supuso una gran tragedia
para nosotros. Debo confesarle que hemos enterrado tu cuerpo en el cementerio
que hay detrás del hospital, una noche fría y lluviosa con la presencia de un
servidor como director de este hospital, el médico que certificó su muerte y una
enfermera que había trabado una gran amistad con su querida hermana.
Ahora nos encontramos en la peor situación que cualquier persona
puede vivir. Encerrados en el sótano del hospital nos encontramos todo el
personal.
Madeleine no había muerto. Ha sido la actuación crucial
de uno de los pacientes, Alan Valdomir, un joven médico que, tras una negligencia
con un paciente su padre optó por encerrarlo tras estos muros, fue el que
observó desde la ventana de su habitación la comitiva funeraria de tres aquella
noche. Cuatro contando con su hermana.
Esperó pacientemente a que finalizara el sepelio y a
continuación desenterró lo enterrado. La catalepsia de Madeleine trajo la muerte
que nos acecha desde entonces.
No sé el tiempo que podremos sobrevivir en este angosto,
húmedo y frío sótano, sin comida y bebida salvo por las ratas que viven aquí y
el agua fétida que discurre entre por el suelo.
Le imploro clemencia si lee esta carta. Necesitamos ayuda
urgente.
SALVADOR CROWN
Director
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