—¿Dónde está el Príncipe? –le preguntó un demonio en tono
apremiante a un subordinado que acababa de entrar en su despacho.
—Todavía no volvió jefe –le dijo con cara de consternación.
—¿En serio? –respondió el jefe sin poder creer lo que le
estaba diciendo – ¿crees que debemos preocuparnos por su tardanza?
A lo que el otro le respondió mientras tomaba asiento
frente al jefe.
—Resistir, resistiremos algún tiempo más, pero en los
niveles más bajos empiezan a cuestionarse su regreso y estoy más que seguro que
están elaborando un plan para hacerse con el control de los niveles superiores.
Ya sabe a lo que me refiero…
—Lo sé, lo sé –le dijo el otro moviendo la cabeza preocupado-
Irán tomando los niveles convenciendo a su paso a la escoria que los habita
hasta crear un ejército lo suficientemente numeroso para alzarse contra
nosotros.
—Sí, jefe, así es –le respondió su subordinado
—Sabemos si ha cambiado de lugar o ¿sigue en el mismo
sitio?
—Sigue ahí, jefe, no sabemos muy bien por qué Satanás
visitó la ciudad de los umbrales.
—¿Quieres que te lo diga? –le espetó su jefe que sin
esperar respuesta continuó- Está obsesionado por encontrar la sombra.
—¿La sombra? ¿Qué sombra? –le preguntó asombrado el otro.
—¿Cuál va a ser pedazo de carne con patas? –le respondió
malhumorado por las pocas luces que tenía aquel demonio- La suya.
—No sabía que la había perdido –le dijo el otro pensativo
—Así es. Un buen día se largó. Según me contó le dijo que
estaba harta de él, más bien de su cambio de actitud, que ya no era tan malo
como lo pintaban, se estaba volviendo vago, no dejaba el infierno para nada,
todo el día sentado viendo pasar la eternidad en vez de salir al mundo de los
vivos y provocar catástrofes
—¿De verdad? Eso es injusto, ¿no le parece? Él no tiene
que salir, para eso estamos nosotros
—Pero hay más amigo mío. Escucha atentamente –y se acercó
a él como si le fuera a contar un secreto, el subordinado hizo lo mismo y sus
cuernos quedaron a pocos centímetros los unos de los otros- Le llamó gordo y
que ella no podía permitirse que la vieran por ahí con esos kilos de más.
Estuvieron un rato en silencio mirándose el uno al otro
agarrándose el vientre para no reírse, pero sin mucho resultado, las
carcajadas, sonoras, estridentes y terroríficas se escucharon en varios
kilómetros a la redonda, haciendo que un montón de curiosos se acercaran a ver
qué pasaba.
—Así que su sombra se fue en busca de aventuras y qué
mejor lugar que ese, habitado por las almas más oscuras que hay sobre la faz de
la tierra –sentenció el jefe.
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