miércoles, 1 de febrero de 2023

EL MONSTRUO

 

María Prado entró corriendo en la iglesia. Buscaba al padre Marcus. Estaba llorando y se la veía muy nerviosa y asustada. El sacerdote que en esos momentos estaba en la sacristía hablando con el padre de una joven que se sería desposada en un par de semanas, salió apresuradamente al escuchar gritar su nombre. Intentó calmarla. María temblando de miedo se abrazó a él buscando consuelo entre sus brazos.

Un poco más sosegada el padre le ofreció una silla para que sentara al tiempo que le preguntaba el motivo de su desconsuelo.

La mujer comenzó a hablar. Había visto a un hombre merodeando por el bosque. Ella, que había acudido allí a una hora temprana para recoger leña, se había escondido tras un árbol al verlo. No le había gustado su aspecto desaliñado. Caminaba dando grandes zancadas. De vez en cuando se paraba a escuchar husmeando el aire como un animal. Pero aquello no era todo. Lo peor es que llevaba un bebe entre sus brazos.

El padre Marcus se enderezó en su silla. La mujer logró captar por completo su atención.

En los últimos meses habían desaparecido tres bebés. Robados de sus cunas al anochecer. A pesar de los esfuerzos que habían hecho los habitantes del pueblo por descubrir al miserable monstruo secuestrador de niños, no se había llegado a descubrir al culpable.

Lo que le contaba la mujer era una información sumamente importante. Había visto a la persona que se llevaba a los bebés.

Le preguntó cuál era el aspecto de aquel hombre.

Ella le respondió que era más bajo y gordo, con una barba muy poblada y el cabello negro muy largo. Pero lo peor eran sus ojos grandes, saltones y rojos como las llamas del infierno. Nunca lo había visto antes. No era del pueblo.

Gritos desgarradores en la iglesia y un gran alboroto hicieron que el padre, seguido del hombre y de María salieran de la sacristía a ver que estaba pasando.

Una joven desesperada gritaba que se habían llevado a su bebé.

El padre Marcus les habló de lo que le había contado la mujer que estaba a su lado. Los hombres decidieron hacer una batida por el bosque. No podría haber ido muy lejos.

Mientras tanto María regresó a su casa. Al abrir la puerta de su choza escuchó los llantos del bebé que había robado a su madre aquella noche.

Ella le dio vida al monstruo.

 

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