Despertó su furia para la sangrienta lucha cuando no le
dieron el ascenso. Después de años captando los clientes más poderosos del
mundo para la empresa se encuentra que el único impedimento para no alcanzar
aquel puesto tan merecido es que no es «la hija de…»
Pero ella era una mujer previsora y siempre tenía un plan
B. Tantos años en aquel lugar y gracias a su carácter extrovertido y observador
pronto comenzó a sospechar de ciertas acciones que ocurrían en la empresa de
manera interna. Allí dentro se producían extorsiones, amenazas e incluso acoso
que para la gente ajena a todo aquello podía pasar inadvertido.
Comenzó a indagar y pronto hizo una recopilación exhaustiva
de todo lo que se desarrollaba entre aquellos muros. No le costó conseguirlo,
la gente se abría a ella y le contaba todo lo que sabía porque estaban hartos
de todo aquello. Incluso le daban las pruebas sin tener que insistirles ni un
ápice. No le importaba que las hicieran públicas. Al contrario, la animaban a
que diera aquel paso. Y el sospechoso número uno era, ni más ni menos, que el
hombre que había estrenado el tan ansiado puesto de director general. El
mismísimo hijo del jefe.
Había tomado la dirección de dimitir, pero lo haría por
la puerta grande. Así que esa noche recopiló en una carpeta una copia de todos
los documentos que había descubierto, incluidas fotos y denuncias de algunos
trabajadores que habían sido archivadas por la policía. Aquella trama salpicaba
a mucha gente, instituciones importantes incluidos senadores y gente de la
política que, debidamente compensados, miraban hacia otro lado.
Antes de irse lo dejó encima de la mesa del jefe, no sin
antes, contactar con un amigo periodista y enviarle a él otra copia. Los
originales estaban guardados bajo llave en un lugar seguro. La información de
aquellos documentos podía hacer temblar los cimientos de la empresa llegando
incluso a destruirla.
Sabía que a primera hora de la mañana la bomba detonaría.
Esa noche durmió mejor que nunca.
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