Teresa y Paco habían regresado a Galicia hacía unos días.
Él lo sabía. Vivía en un pueblo pequeño donde no había secretos. Mateo esperaba
paciente la llamada de su ex novia. Lo llamaría. Lo sabía. Teresa lo había
puesto fin a su relación hacia un año para irse a estudiar a Madrid. Paco, su
hermano pequeño, hacía unos meses que vivía allí. Había conseguido un trabajo
de profesor en un buen colegio. No desperdició esa oportunidad de irse a vivir
a una gran ciudad, nunca le había gustado estar en el pueblo. Se le hacía
demasiado pequeño.
Supo, meses después de que Teresa se fuera, que se había
liado con Paco. Él siempre pensó que aquello había sido planeado por los dos.
Ahora Teresa y su hermano habían regresado al pueblo para anunciar su
compromiso de boda. Estaba muy enfadado, se sentía traicionado por los dos y
aquella rabia lejos de mitigarse iba en aumento. Esa noche se emborrachó. No
pasó buena noche. Al despuntar el alba, sonríe al despertar de la pesadilla que
hará realidad.
Estaba a punto de salir de casa cuando recibió la llamada
de Teresa diciéndole que tenían que verse y hablar. Él aceptó. Quedaron en su
casa para comer. Había construido una cabaña en el bosque cerca de la
gasolinera donde trabajaba y allí es donde vivía ahora tras abandonar la casa
de sus padres.
Mateo pidió el día libre en el trabajo y se dedicó a
cocinar toda la mañana. Le gustaba hacerlo. Le relajaba. Era un gran cocinero. Un
hobby que tenía desde que era muy pequeño y que le llevó a hacer numerosos
cursos de cocina.
Teresa fue puntual a la cita. Comieron, bebieron y ella
alabó tanto la comida como la tarta de chocolate que había hecho el anfitrión.
Al día siguiente se presentó su hermano en la gasolinera.
Estaba alterado, nervioso y angustiado. Teresa no había ido a dormir aquella
noche y nadie la había visto desde que había salido para verlo el día anterior.
Mateo trató de tranquilizarlo y le ofreció irse a su casa
donde hablarían con más calma. Paco aceptó la invitación.
Ya en la casa, Mateo se puso a cocinar el plato preferido
de su hermano, hígado encebollado.
—Con el estómago lleno pensaremos mejor –le dijo
Paco no paraba de hablar sobre Teresa preguntándole a su
hermano cómo había transcurrido su cita con ella y de que habían conversado.
Mateo le dijo que ella le había hablado de cómo se habían
conocido en Madrid y del compromiso que los unía. Lo hacía mientras recogía la
mesa.
—¿Sabes dónde está?
—Sí –le respondió Mateo.
Hizo una pausa y prosiguió:
—La estás comiendo.
Su hermano se giró para mirarlo. No entendía lo que le
estaba diciendo. Mateo estaba detrás de él. Le había puesto un cuchillo en el
cuello.
—Hoy he soñado que ella me mataba y me arrancaba el corazón.
Simplemente me he adelantado a los hechos.
Sin vacilar le rajó el cuello a su hermano.
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