miércoles, 4 de octubre de 2023

LA HERENCIA

 Ifigenia no sólo odiaba su nombre sino también a toda su familia. Aborrecía a su padre, y odiaba a muerte a su madre. Por las noches en la penumbra de su habitación acurrucada bajo las sábanas se imaginaba una vida muy diferente a la que tenía, una vida llena de lujos, viviendo en un gran palacio  y asistiendo a fiestas elegantes con el nombre de Afrodita. Los jóvenes caían rendidos a sus pies y era fruto de la envidia de todas sus amigas. 

Por la mañana la realidad le abofeteaba la cara al despertarse. Seguía viviendo en una vieja casa destartalada, húmeda y sucia. Hacía meses que no se compraba ropa porque sus padres preferían gastarse el dinero en cervezas. 

Un buen día (para ella, no para sus padres) un accidente de coche sesgó la vida de sus tan odiados progenitores.

Su vida cambió desde entonces.

En día del entierro un lujoso coche negro aparcó en el cementerio. De él se apeó un hombre uniformado, abrió la puerta de atrás y una anciana, muy delgada y con el pelo completamente blanco salió de dentro. Se acercó a ella arrastrando los pies, la abrazó y se presentó como su abuela paterna, Ifigenia. Ahora entendía el motivo por el que la habían bautizado con aquel horrible nombre. Le comunicó que se iría a vivir con ella. 

Cuando llegaron a su destino la muchacha no podía creer lo que veían sus ojos. Estaba ante un palacio muy parecido al que había soñado durante sus quince años, noche tras noche.

Los siguientes meses fueron como un sueño para ella. Era feliz. Le gustaba aquella vida de lujo y ocio. Pero una tarde de octubre, a la puesta del sol, su abuela se encontró mal. Entre la ama de llaves y ella la llevaron hasta su dormitorio y llamaron al médico.

Le pidieron que saliera de la habitación mientras el doctor le hacía un reconocimiento. Pero se enteró de todo escuchando tras la puerta.

Su salud era muy delicada y seguramente no llegaría para ver la primavera. Escribió en una hoja de papel la medicación y la dosis que tenía que darle diariamente y se la entregó a Lucía, la ama de llaves. Por el ojo de la cerradura la joven vio como la guardaba en uno de los bolsillos de su vestido negro. 

Días atrás había estado revisando los papeles que su abuela guardaba en su habitación y había encontrado su testamento. Ella era la heredera de toda su fortuna.

La joven Ifigenia no se sacrificaría por la herencia de su abuela. La quería muerta para dar grandes fiestas en el palacio, cosa que tenía terminantemente prohibido por su abuela.

Las semanas posteriores a la visita del galeno, la muchacha había conseguido el papel  que había guardado Lucía y había realizado una copia. cuando la fiel ama de llaves se iba de la habitación de su abuela tras darle la dosis ella le llevaba una de las infusiones que tanto le gustaban con más dosis de medicamento. 

La anciana murió a los dos meses. 

Cuando el notario leyó el testamento la nieta se llevó una gran sorpresa al comprobar que su abuela había realizado un segundo testamento donde le dejaba todo a su ama de llaves y en caso de que ésta muriera, desapareciera o no lo aceptara ella sería la que heredara.

Mantuvo la calma durante la lectura. Lucía estaba pletórica de alegría y ella fingió alegría. El notario volvería al día siguiente para que firmara los papeles de conformidad con el testamento. 

Abrieron un buen vino para la cena para celebrar tan buenas noticias, la idea fue de Ifigenia y Lucía aceptó de muy buen agrado.

En la segunda copa de vino el ama de llaves cayó fulminada sobre el pollo asado que había preparado la cocinera. Estaban solas en el palacio. 

Arrastró su cuerpo hasta el jardín, cavó un hoyo y la enterró allí.

Al día siguiente cuando regresó el notario a la casa encontró a la joven hecha un manojo de nervios y llorando desconsoladamente. Tenía una nota en la mano húmeda a causa de sus lágrimas. El hombre la leyó detenidamente. Lucía explicaba que no podía aceptar la herencia de doña Ifigenia por no considerarse digna de ella. Se llevaría algunos objetos de plata y volvería a su tierra natal para empezar de nuevo.




No hay comentarios:

Publicar un comentario

REBELIÓN

  Era una agradable noche de primavera, el duende Nils, más conocido como el Susurrador de Animales, estaba sentado sobre una gran piedra ob...