jueves, 5 de diciembre de 2024

BUEN TRABAJO

 Del Coliseo iba saliendo la gente que había ido esa tarde a ver el último combate de gladiadores.  Los cuerpos de los perdedores habían sido retirados. En menos de media hora estaría todo limpio y preparado para los juegos del día siguiente. 

Caía la noche en la ciudad de Roma. Entró en la ciudad un hombre encapuchado vistiendo una túnica negra y con un cayado en la mano. No se le veía el rostro. No se sabía si era joven o era un viejo.

A su paso dejaba un olor. Ese aroma era distinto según a quien le preguntaras, a unos les olía a rosas, a jazmín, a incienso, al rocío de la mañana, otros a tabaco, al alcohol, también a bebé…. Aquel olor era tan fuerte que aunque estuviera la gente en sus casas cenando salían a la calle. Se acercaban al hombre encapuchado.  A éste parecía no importarle que la gente se acercara a él y lo oliera. Hombres, mujeres y niños comenzaron a seguirlo.

¿Y a dónde los llevó el hombre? Al Coliseo.

Gran parte de la gente que vivía en Roma estaba allí. Unos tomaron asiento en las gradas y otros lo hicieron en la arena.

El hombre en ningún momento dijo palabra alguna. Los romanos que estaban allí también estaban en silencio. No se escuchaba ni el zumbido de una mosca. 

De repente el encapuchado levantó el cayado y todos los allí presentes, sin excepción alguna, cayeron muertos. Era un ladrón de almas.

Al día siguiente el ladrón de almas seguía sentado en la arena sin moverse, parecía muerto también. Ante aquella barbaridad el emperador Trajano mandó llamar a su mejor gladiador para que diera muerte a aquel ser miserable que había matado a más de la mitad de la ciudad.

El gladiador se acercó a él espada en mano. El encapuchado se puso de rodillas y apoyó la cabeza en la arena. El gladiador decapitó al ladrón del pueblo y alardeando de lo que había hecho, cogió la cabeza seccionada por el pelo. El encapuchado lo mordió. en la cara y el gladiador lo lanzó lejos profiriendo un insulto tras otro.

La cabeza no tocó el suelo. Desapareció por el aire. 

Pero una vez que la sangre se derramó por el suelo los muertos se levantaron y comenzaron a andar siguiendo a los que estaban vivos y los mataban de un mordisco. Roma estaba invadida por una orla de zombis.

El diablo se había hecho con un buen botín de almas. Sonreía cuando abandonó la ciudad.



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