El pintor había ahogado sus penas en alcohol esa noche.
Sin ningún resultado.
La tristeza, la angustia de perderla, la pesadumbre de no poder hacer nada por salvarla, aunque no había dejado de intentarlo. Todos esos sentimientos junto con la ira y la sed de venganza lo habían llevado a un abismo profundo y oscuro en el que acabaría terminando de perder la poca cordura que le quedaba y que acabaría irremediablemente en la muerte. Su muerte.
Su amada esposa Elisa, espera la muerte encerrada en una mazmorra fría y húmeda.
Sucederá al alba y si no ocurre un milagro al amanecer la quemarán por bruja.
El pintor se levanta y sigue con el retrato de su esposa que está a punto de terminar. Cuando comienza a dar las primeras pinceladas escucha una voz proveniente del cuadro. Su amada Elsia le está hablando.
Se aparta asustado y cae al suelo. El terror invade su cuerpo y comienza a llorar. Aquello no es real. No puede ser real.
Pero la mujer del retrato, su amada Elisa, le dice que tiene una oportunidad para salvarla. Un caballero le ofrecerá un pacto el cual no puede rechazar.
Alguien está llamando a su puerta. Está asustado, piensa que ha perdido la cabeza y sin ser conocedor de ello como si alguien hubiese invadido su cuerpo se oye decir “pase”
Un caballero vestido elegantemente con ropaje caro y oscuro le habla.
Le explica que puede salvar la vida de su esposa. Simplemente tiene que hacer un pacto con él.
Si lo hace se convertirá en un pintor afamado y junto con su esposa vivirán lejos, en paz y tranquilidad en una bonita casa rodeado de muchos hijos.
El pintor no se lo puede creer todo aquello que el hombre le está diciendo. Entonces le hace la gran pregunta.
-¿Qué quieres a cambio?
-Ese cuadro -le responde
El pintor no lo duda ni un instante y acepta.
Se hacen un corte en la palma de la mano y las estrechan para cerrar el trato.
Todo sucede tal y como había dicho aquel hombre. Pero hay algo que no va bien desde un principio. Su Elisa, su esposa querida, siempre sonriente y alegre, se ha vuelto una persona taciturna y triste. Ni sus hijos le alegran la vida. Se comporta como si no tuviera alma o como si ésta no fuera suya.
Con aquel pacto el diablo disfrazado de caballero se había quedado con el alma de la mujer.
Fue el amor el culpable del pacto.
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