jueves, 18 de septiembre de 2025

DESESPERANZA

 La alegría de haber conocido a Sara, de casualidad, en la biblioteca donde él trabajaba en su último poemario y ella era la bibliotecaria. Dispuesta a ayudarlo en todo lo que pudiera, dándole, según lo veía él, esperanzas de algo más que una amistad. 

Había hablado con ella lo justo y necesario. 

Él era un chaval tímido y el miedo al rechazo por parte de aquella joven tan guapa y jovial lo volvía loco. 

La tristeza invadió su alma al ver que ella ya tenía novio y esa tristeza dio paso al odio y la rabia por ser como era, un mindundi incapaz de conquistar a la mujer que amaba. 

Había conseguido una foto suya de un periodico local y que siempre llevaba en la cartera. 

Aquel día lo sacó y lo contempló. La odiaba y la amaba a la vez, eran unos sentimientos encontrados que lo llevaban a la locura y entonces ocurrió…

Había seguido sus pasos al cerrar la biblioteca. Lo hacía cuando salía sola.

Conocía su rutina, las calles por las que caminaba para ir a trabajar y luego para ir a su casa. 

Su risa cuando estaba con su novio le atormentaba, y hacía que la ira se volviera cada vez más y más grande obviando el resto de sus sentimientos.

Hasta que no logró aplacar aquella ira que lo atormentaba y la mató en un callejón cuando Sara iba a su casa.

Se sintió bien. Ya no sufriría más por verla con otro. Ya no sufriría más al verla en la biblioteca y saber que nunca sería suya.

Ahora se sentía aliviado. No era de él ni de nadie. Estaba muerta.

Pero aquel alivio, aquella euforia del momento dio paso a la desesperación.

El joven poeta se sumergió en la desesperanza. 

Nunca la volvería a ver.


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