jueves, 30 de octubre de 2025

AQUELARRE

 La noche del 31 de Noviembre, noche, en la cual, la barrera entre el mundo de los vivos y el de los muertos se desdibuja, permitiendo que los espíritus regresen.

Un sacrificio en el aquelarre fue el inicio. Abrió la puerta y los espíritus entraron.

Por los senderos en medio de los bosques gallegos, carreteras secundarias y caminos de tierra y barro los espíritus de los soldados de la guerra civil española caminaban en dirección a casa.

Un granjero llevó en su vieja furgoneta Ford a uno de ellos. El muchacho, según contaría en la taberna más tarde, era más bien callado sólo quería que lo llevara a su aldea a la casa de sus padres a Salgueiros. Cuando entraron en la zona de casas el soldado desapareció bajo los ojos atónitos del hombre. Ya no estaba. Se había ido. Esfumado.

Cuando Faustino lo vio entrar en su local, no pudo menos que preguntarle si estaba bien. Manolo estaba temblando, pálido como la cera y en cuanto el tabernero se acercó  Manolo se abrazó a él llorando y diciendo que había visto un fantasma.

Faustino lo consoló. Le sirvió un orujo. Allí fue cuando Manolo se dio cuenta de que no estaba solo en la taberna, muchos vecinos estaban ahí con él mirando por los grandes ventanales del local.

Manolo hizo lo mismo y miró hacia fuera. Decenas de soldados caminaban hacia el pueblo. Eran poco menos que críos salidos de una guerra que se había producido en aquellos parajes hacía casi cien años.


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