jueves, 8 de agosto de 2024

PELIGRO

 Me duele todo el cuerpo y siento que en cualquier momento la cabeza me va a estallar. Un momento. No puedo moverme…. ¿qu茅 me est谩 pasando? ¿por qu茅 no puedo moverme? Y los ojos, ¿por qu茅 no puedo abrirlos?  ¿Alguien me los ha pegado?. Estoy perdiendo la raz贸n. Tengo mucho miedo. El p谩nico se apoder贸 de mi mente por completo. Tiene que ser eso. Tengo que estar so帽ando. En cualquier momento me despertar茅. Pero ¿cu谩ndo? Estoy terriblemente confuso y asustado. ¿Qu茅 me est谩 pasando? Acaso ¿estoy muerto? Esto es una locura. ¿D贸nde se supone que est谩 la luz que se ve al morir? Un segundo. Escucho unos pasos acerc谩ndose a mi. Alguien me  est谩 agarrando la mano. Reconozco ese tacto en mi piel. S铆, lo reconozco. Es la mano de Sara, mi mujer. Entonces eso significa que no estoy muerto o…  s铆 lo estoy y se est谩 despidiendo de mi. Me voy a volver loco. Alguien m谩s entra donde sea que estoy. Comienza a hablar. Lo oigo, reconozco lo que dice, entonces no estoy muerto. Los muertos no pueden o铆r ¿o si? No lo s茅, nunca estuve muerto. Habla de un accidente, No recuerdo ning煤n accidente y le dice a Sara que estoy en coma… De todo ello deduzco que estoy en el hospital. El m茅dico se va y mi mujer no deja de llorar. Ojal谩 pudiera abrazarla y consolarla.

Creo que me qued茅 dormido. Todav铆a no puedo abrir los ojos. Pero… un momento, puedo oler. ¡Genial! Vamos progresando. S贸lo me falta poder abrir los ojos. Huelo el perfume de Sara. Algo me dice que ya no estoy en el hospital. Sara es enfermera, as铆 que, lo m谩s seguro es que me llevara a casa para cuidarme all铆. Bueno, bien por ella, como en casa no se est谩 en ninguna parte.

Me volv铆 a quedar dormido. No escucho el pitido de la m谩quina a la que me tienen conectado. Alguien la apag贸. Corro peligro. Quieren matarme. Pero ¿qui茅n?. Mi respuesta acaba de llegar. La puerta se abre de golpe y alguien lanza una maldici贸n al aire. No es la voz de mi mujer. No, no lo es. La m谩quina comenz贸 a hacer ruido de nuevo.

—Te sacar茅 de aqu铆 —Me susurr贸 al o铆do aquella voz— Tu mujer te quiere matar.


jueves, 1 de agosto de 2024

ALMAS

 Tom y Ana se casaron una vez terminaron el instituto. Antes de un a帽o llegaron las gemelas a sus vidas. Tom era muy cari帽oso con Ana y las ni帽as. 

Tom acostumbraba salir a correr por las ma帽anas muy temprano antes de ir a trabajar y aquella ma帽ana ser铆a como otra cualquiera sino fuera porque un coche no respet贸 el paso de peatones por el que en aquellos momentos cruzaba Tom y lo atropell贸.

Pas贸 varios meses en el hospital y cuando regres贸 a casa con una severa cojera en la pierna izquierda y con una ceguera total en el ojo derecho, la vida de Ana y las gemelas cambiar铆a para siempre.

Tom se volvi贸 hura帽o, malhumorado y comenz贸 a dictar una serie de normas (la mayor铆a absurdas) que no les hac铆a la vida nada f谩cil a ellas. A sus espaldas lo llamaban dictador.

Un d铆a Ana al sacar el cubo de la basura vio la esquina de un libro escondido entre el mueble y la pared.

El t铆tulo la sorprendi贸: La eterna juventud

Lo abri贸 y lo oje贸. En 茅l se explicaba c贸mo ser joven eternamente, bien bebiendo agua milagrosa de r铆os y pozos a lo largo de todo el mundo, (indicaba exactamente d贸nde estaban), bien haciendo un pacto con el diablo o robando el alma de beb茅s.

Ana mene贸 la cabeza en se帽al de desaprobaci贸n pero no era ella quien le dijera a su marido (y menos con el humor del que hac铆a alarde 煤ltimamente), que aquello no eran m谩s que tonter铆as. Volvi贸 a dejar el libro en el mismo sitio donde lo encontr贸.

Una tarde Tom comenz贸 a limpiar y arreglar el s贸tano. Coloc贸 algunas estanter铆as y un escritorio y lo llen贸 de libros sobre fantasmas, la vida y la muerte y sobre todo sobre el alma.

Cada vez pasaba menos tiempo con ellas. Aquello para Ana y las gemelas era toda una bendici贸n.

Otro cambio en la vida de Tom eran sus salidas al anochecer y su regreso a casa a altas horas de la madrugada.

Ana le pregunt贸 un par de veces d贸nde hab铆a estado toda la noche,a lo cual su marido respond铆a “por ah铆” y se encerraba en el s贸tano. Siempre que volv铆a lo hac铆a con una bolsa de pl谩stico transparente en la mano. Dentro no hab铆a nada. 

Pronto su mujer dej贸 de preocuparse de sus idas y venidas hasta que un d铆a mientras estaba planchando escuch贸 en el noticiero de la tarde que hab铆a una oleada de muertes de beb茅s muy preocupante. Tras la muerte de los dos primeros beb茅s hab铆an dado por hecho que se trataba de “muerte s煤bita” pero cuando el n煤mero de ni帽os muertos ascend铆a a la veintena comenzaron a pensar que un asesino en serie estaba detr谩s de todo aquello. A Ana un escalofr铆o le recorri贸 la espalda y pens贸 si su marido no estar铆a detr谩s de aquellas muertes.

Decidi贸 espiarlo esa noche. 

Mand贸 a las ni帽as a dormir a casa de su madre. Esper贸 a que su marido saliera de casa y lo sigui贸.

El hombre iba caminando y ella tras 茅l unos metros m谩s atr谩s esperando que 茅l no se diera cuenta.

Pero aquella noche Tom hab铆a entrado en unos cuantos bares a beber. As铆 que decidi贸 volver a casa y husmear en el s贸tano esperando encontrar algo que lo incriminara.

Al llegar a casa vio luz en el s贸tano. Asustada pens贸 en llamar a la polic铆a por si alguien hubiera entrado mientras ella no estaba. Pero la voz de su marido hablando en voz alta la hizo desechar la idea. ¿C贸mo pod铆a haber llegado antes que ella? No lo entend铆a.

Abri贸 despacio la puerta del s贸tano y baj贸 lentamente las escaleras.

Su marido estaba de espaldas. Sobre el escritorio hab铆a  algo envuelto en una manta que no dejaba de moverse. 

Ana se escondi贸 entre las sombras y lo que vio la hizo estremecer de pies a cabeza. 

Su marido desenvolvi贸 aquel bulto dejando a la vista a un beb茅. No pod铆a llorar porque le hab铆an puesto cinta aislante en la boca. 

Tom cogi贸 una bolsa de pl谩stico transparente y cubri贸 con ella la cabeza del ni帽o apretando hasta que exhal贸 su 煤ltimo aliento y con 茅l su alma. La cerr贸 y verti贸 aquella nada en una gran botella verde.

El dictador rob贸 las almas de los inocentes.

Ana se dio cuenta que su marido era el asesino de los beb茅s. 

Muerta de miedo pens贸 que lo mejor era salir de aquel s贸tano antes de que 茅l la descubriera.

—Vuestras almas me dar谩n la eterna juventud —le escuch贸 decir mientras se acercaba aquella botella a la nariz e inhalaba su contenido.


jueves, 25 de julio de 2024

REGRESO DE LA MUERTE

 Tomas era un reconocido cirujano en uno de los m谩s prestigiosos hospitales del pa铆s. Era un hombre exitoso, afable, con una vida aparentemente perfecta junto a su esposa Amanda.

Por eso a Ricardo le pareci贸 extra帽o cuando recibi贸 una llamada de su mejor amigo a altas horas de la madrugada, pidi茅ndole, casi suplic谩ndole que se vieran al d铆a siguiente en una cafeter铆a del centro.

Ricardo y Tomas eran amigos desde el instituto. Inseparables desde entonces. Aunque sus caminos se separaron en varias ocasiones a lo largo de sus vidas, el destino los volvi贸 a unir hac铆a un par de a帽os.

El m茅dico presentaba un aspecto desmejorado, con grandes ojeras y una barba de varios d铆as. Le ense帽贸 un mont贸n de mensajes que hab铆a visto en el m贸vil de su mujer y las pruebas de que le era infiel obtenidas mediante un detective privado que hab铆a contratado hac铆a algunas semanas. Pero eso no era todo…. Hab铆a claros indicios de que Amanda, su esposa, quer铆a librarse de 茅l.

Una semana m谩s tarde Ricardo recibi贸 una llamada a su m贸vil que cambiar铆a toda su vida. Amanda lo hab铆a llamado para comunicarle la muerte de su amigo Tomas.

Determinaron que la causa del fallecimiento hab铆a sido por causas naturales. Un infarto hab铆a acabado con su vida. Hab铆an encontrado unas pastillas para el coraz贸n de las cuales su mujer no ten铆a ni idea de que las estaba tomando. 

Comenzaron a hacer los preparativos para el funeral. Se decidi贸 por parte de su mujer, que el ata煤d estuviera cerrado.

Estaba anocheciendo y el tanatorio iba a cerrar las puertas esa noche. Ricardo habl贸 con el due帽o para que esperara unos minutos m谩s antes de cerrar ya que ten铆a que hablar con la mujer del difunto. Cuando entr贸 escuch贸 como Amanda hablaba por tel茅fono con una persona que seg煤n pudo escuchar Ricardo se trataba de un hombre. Le estaba dando instrucciones de que entrara en su casa y fingiera un robo de sus joyas. El seguro las pagar铆a. Le estaba diciendo d贸nde estaban y lo que ten铆a que hacer paso a paso. Era evidente que la mujer no esperaba compa帽铆a y cre铆a estar sola.

Ella se sorprendi贸 mucho al ver al amigo de su difunto marido y cort贸 la llamada al instante. Visiblemente nerviosa se acerc贸 a 茅l llorando.

Ricardo trat贸 de consolarla y la abraz贸. 


Luego se acerc贸 al ata煤d, lo abri贸  y comprob贸 que el efecto de la inyecci贸n paralizante que Tomas se hab铆a inyectado estaba dejando de hacer efecto. Ten铆a los ojos abiertos aunque estaba un poco aturdido. Ricardo lo ayud贸 a salir bajo la mirada at贸nita de Amanda que no se pod铆a creer lo que estaba viendo.

Antes de que pudiera gritar Tomas le cubri贸 la boca con su mano y le administr贸 una dosis letal de un medicamento que la mat贸 casi al instante.

El libertador se levant贸 de su tumba para acabar con su mujer.

Metieron a Amanda dentro y cerraron la caja.

A continuaci贸n Ricardo le dio una nueva identificaci贸n para comenzar una nueva vida.

Le dijeron al due帽o de la funeraria que ya se iban y que ya pod铆a cerrar. 

Ricardo dej贸 a su amigo en el aeropuerto dese谩ndole lo mejor.

Los planes de Amanda de cobrar el seguro de vida de su marido e irse a vivir con su nuevo novio se hab铆an visto truncados de una manera aplastante.


viernes, 19 de julio de 2024

CARRETERA PERDIDA

 El soldado James ten铆a una misi贸n que cumplir y se dispuso a realizar sin demora. 

La orden proced铆a del m谩s alto rango en la divisi贸n donde formaba parte en esa guerra sin sentido y en una ciudad cuyo nombre era impronunciable.

James como m茅dico de la divisi贸n ten铆a que prestar ayuda a sus compa帽eros heridos en combate. Una tarea nada f谩cil cuando las balas pasan por encima de tu cabeza. Pero 茅l ten铆a unos nervios de acero y lograba olvidarse de todo aquello centr谩ndose nada m谩s que en la herida a curar que ten铆a entre manos.

Le hab铆an dado con gran precisi贸n las coordenadas del lugar donde ten铆a que acudir. Sin embargo, un cartel con el nombre del sitio lo hizo desviarse por una carretera que no ven铆a en el mapa.

Mientras conduc铆a sus pensamientos volvieron a la 煤ltima carta que recibi贸 de su novia, Jen, donde le informaba que su relaci贸n hab铆a terminado y que se iba a casar en breve con otro hombre. 

Hac铆a un mes que hab铆a recibido aquella carta y la hab铆a rele铆do una y otra vez. La llevaba guardada en el bolsillo delantero de su uniforme. 

Estaba furioso con ella. Despu茅s de tantos a帽os lo hab铆a dejado por un hombre que pod铆a ser su padre. Pero el motivo estaba claro, Jen buscaba estabilidad econ贸mica y su nuevo novio se la pod铆a proporcionar.

Sus ojos se llenaron de l谩grimas. La quer铆a y no entend铆a aquella traici贸n de la que fuera su novia desde el instituto, hac铆a m谩s de diez a帽os.

Se enjug贸 las l谩grimas con la manga de su uniforme y pudo ver una luz al final de la carretera que se mov铆a a la misma velocidad que el todoterrenos que conduc铆a. 

La carretera parec铆a reci茅n pintada bajo las luces de  los faros que la iluminaban. Entonces los vio….

A sus compa帽eros, caminando por el arc茅n.

Estaban malheridos, a algunos les faltaba un brazo, un trozo de cara, una pierna.

Par贸 el coche y se acerc贸 a ellos, pero cu谩l fue su sorpresa cuando se dio cuenta de que all铆 no hab铆a nadie. Hab铆a sido una ilusi贸n 贸ptica, supuso, fruto del nerviosismo y la tensi贸n que le embargaba.

Piso el acelerador a fondo llegando a alcanzar los 200 kil贸metros por hora. Ten铆a que llegar a esa luz. Ten铆a que ser m谩s r谩pido que ella. Ten铆a que alcanzarla. Y lo hizo.

En la guerra conoci贸 la muerte, olvid贸 la cordura.

Se despert贸 confuso y desorientado. Se dio cuenta al abrir los ojos de que ya no estaba en la carretera sino en una cama de hospital.

Al poco rato lleg贸 el m茅dico y le dijo que se hab铆a salvado de milagro.

Hab铆a sido alcanzado por una bomba y milagrosamente s贸lo ten铆a rasgu帽os y una conmoci贸n. Hab铆a visto el rostro de la muerte y hab铆a podido huir.


jueves, 11 de julio de 2024

LA BICICLETA

 El cumplea帽os de su hijo Michael se acercaba y Ana sab铆a perfectamente lo que ten铆a que regalarle. Algo que llevaba pidiendo desde que ten铆a seis a帽os y que debido a su precaria situaci贸n econ贸mica no pod铆a haber hecho realidad ese sue帽o. Hasta ahora. Hab铆a llegado el momento de darle la gran sorpresa. La vida le hab铆a sonre铆do en los 煤ltimos meses. Le hab铆an ascendido en la empresa donde trabajaba y pod铆a permitirse comprarle la bicicleta que su querido ni帽o tanto deseaba.

Sali贸 un poco antes del trabajo para ir al centro comercial y buscar una. Ten铆a que ser la mejor bicicleta que pudiera pagar porque 茅l se lo merec铆a. 

Hab铆an pasado por unos a帽os malos, momentos angustiosos desde que el padre de la criatura los hab铆a abandonado. Pero todo aquello hab铆a quedado atr谩s. 

Se par贸 en un sem谩foro sumida en sus recuerdos. Un adolescente subido a un monopat铆n choc贸 contra su coche, Ana sali贸 de su ensimismamiento y gir贸 la cabeza al escuchar el ruido. El chaval que ya se hab铆a levantado despu茅s de una aparatosa ca铆da, la mir贸, le sonri贸, le pidi贸 disculpas y sali贸 pitando de all铆 como alma que lleva el diablo.

La mujer abandon贸 la larga fila que se hab铆a formado en el sem谩foro y aparc贸 al lado de la acera. Se ape贸 y mir贸 los desperfectos que aquel muchacho le hab铆a hecho a su coche. Milagrosamente su coche estaba intacto. Mir贸 la hora y se dio cuenta de que si no se daba prisa encontrar铆a el centro comercial cerrado. Entonces al levantar la vista la vio…..

Era la bicicleta m谩s bonita que hab铆a visto en su vida. De un rojo metalizado, se ergu铆a orgullosa sabedora de su belleza y eclipsando a los dem谩s objetos que hab铆a en aquel escaparate. 

Ana decidi贸 entrar en aquella tienda de antig眉edades y preguntar el precio.

En el mostrador hab铆a un hombre mayor, de una edad indeterminada, con la cara surcada de unas arrugas muy marcadas que le recordaban un mapa de carreteras.

El hombre con amabilidad le pregunt贸 qu茅 buscaba y ella le se帽al贸 la bicicleta. 脡l se la mostr贸 y ella supo que era el regalo perfecto para el cumplea帽os de su peque帽o.

La compr贸. El hombre le ayud贸 a meterla en el coche.

Una vez dentro de la tienda hizo una llamada.

—¡Hecho! —le dijo a la persona que hab铆a al otro lado de la l铆nea y colg贸.



Michael no pudo reprimir las l谩grimas al ver el regalo de su madre. Era la bicicleta m谩s bonita que hab铆a visto nunca. Incluso sus amigos, invitados a la fiesta, la miraban extasiados y algunos incluso iban junto a sus padres llorando que quer铆an una igual.

Al cumplea帽eros la alegr铆a le rebosaba por cada poro de su cuerpo y ten铆a el pecho henchido de satisfacci贸n, como un pavo relleno en acci贸n de gracias. al saber que aquella maravilla era suya y solo suya.

Aquello lo envalentona y le dice a su madre que quiere dar una vuelta con ella. Su madre no pudo negarse al ver la felicidad que embargaba a su hijo.

Michael sali贸 a la calle, dejando atr谩s su fiesta de cumplea帽os y a sus amigos, se meti贸 por un camino que daba al bosque, con la idea de llegar al lago y dar la vuelta.

En un momento dado le dio la impresi贸n de que 茅l no ten铆a el control de la bicicleta que era ella quien lo guiaba. 

Pero no le dio importancia y se dej贸 llevar.

Llevaba algo m谩s de la mitad del camino recorrido cuando una adolescdente con el cabello rubio recogido en una coleta y vestida con unos pantalones cortos azules y una camiseta de tirantes blanca, se situ贸 a su lado. Iba montada en una bicicleta similar a la suya. No le dijo nada. Al cabo de un rato otra chica se uni贸 al grupo. Esta ten铆a el pelo rojo, del color de las zanahorias y vest铆a igual que la primera. Tampoco dijo nada. Los tres pedalean en silencio.

Si aquello le pareci贸 raro a Michael no dio muestras de ello. Estaba euf贸rico con aquella bicicleta y no le import贸 la compa帽铆a de aquellas dos adolescentes y menos aun que no le hablaran.

Al cabo de un rato el ni帽o distingue el lago. Sus aguas cristalinas brillaban al sol de la tarde. Reconoci贸 la gran roca que tantas veces hab铆a visitado con sus amigos donde dejaban la ropa para zambullirse en el agua.

Pero hab铆a alguien en la roca y no eran sus amigos. Otra joven. Esta iba vestida completamente de negro, camiseta, pantalones cortes y zapatillas. Incluso el pelo era negro como el azabache.

Michael quiso parar la bicicleta. Accion贸 el freno una y otra vez pero no se deten铆a. Sab铆a que si no lograba detenerse  a tiempo se estampar铆a contra aquella roca y no quer铆a ni imaginar las consecuencias de aquel impacto.

No par贸.

Mientras su madre comenzaba a preocuparse por su ausencia, las portadoras del silencio danzaron con la muerte alrededor del cuerpo sin vida de Michael.


mi茅rcoles, 3 de julio de 2024

SOLDADOS

 Tom, un chaval de nueve a帽os, y su madre entraron en un establecimiento de comida r谩pida. Hab铆an estado toda la ma帽ana de compras y aquello formaba parte del plan de la mujer en agradecimiento al buen comportamiento de su hijo y su infinita paciencia para con ella.  

Mientras Marjorie, la madre, hac铆a el pedido, el chaval la esperaba sentado en una mesa jugando con sus soldados de juguete. 

En la mesa de al lado se sentaron tres adolescentes que no paraban de gritar y re铆rse. 

Tom, en un momento dado, se agach贸 para recoger a uno de sus soldados que se hab铆a ca铆do de la mesa, parando en los pies de uno de ellos. 

Alan al darse cuenta de que el mu帽eco en cuesti贸n estaba junto a sus zapatillas de marca no dud贸 en pisarlo.
Al chaval lo mir贸 y le pidi贸 amablemente que le dejara cogerlo. Pero Alan ten铆a otros planes que no coincid铆an en nada con los de Tom.

En vez de apartar el pie y facilitarle al chaval la recuperaci贸n de su soldado perdido, lo pis贸 con m谩s fuerza hasta hacerlo trizas.

Tom intent贸 contener las l谩grimas que afloraban a sus ojos. Le cost贸, pero lo consigui贸.

Decepcionado por la reacci贸n del adolescente, se sent贸 resignado en la silla y esper贸 pacientemente la llegada de su madre. Ten铆a un soldado menos, era un hecho. Muerto en combate, pens贸. 

El altercado habr铆a quedado ah铆, sin m谩s, por lo menos por parte de Tom que no le gustaban las peleas y mucho menos suplicar. Pero Alan  no quer铆a dejar pasar aquella oportunidad de burlarse de 茅l y de sus soldados.

Lo humill贸 delante de sus amigos, se burl贸 de 茅l e incluso no dud贸 en dar un paso m谩s y le agredi贸 d谩ndole un manotazo en la cabeza del chaval.

Tim no pudo aguantar m谩s y rompi贸 a llorar. Marjorie ajena a lo que le estaba pasando a su hijo segu铆a en la cola de los pedidos desesperada por la tardanza.

Alan se levant贸 para rellenar su vaso de refresco.

A la vuelta tropez贸 con otro muchacho y el l铆quido se derram贸 en su camiseta nueva.

Culp贸 de aquello, como no, al chaval de la mesa de al lado, a Tom.

Enfadado se encamin贸 al ba帽o para limpiarse la mancha. Mientras tanto Marjorie hac铆a acto de presencia en la mesa donde estaba su hijo, portando una bandeja con sendas hamburguesas y patatas fritas.

Tom hab铆a dejado de llorar y logr贸 sonre铆r cuando su madre se sent贸 a su lado.

En el ba帽o, Alan profiriendo una palabrota tras otra, intentaba quitar aquella ingrata mancha de su apreciada camiseta. Cuando termin贸 levant贸 su mirada al espejo y contempl贸 su imagen en el espejo. Era guapo y lo sab铆a. Pero en el espejo no solo se ve铆a a 茅l. Hab铆a alguien m谩s detr谩s de 茅l. Se gir贸. No hab铆a nadie. Se volvi贸 a mirar en el espejo y all铆 estaba de nuevo un soldado con la cara sucia y el uniforme lleno de barro, con el fusil apunt谩ndole directamente a la cabeza. Entonces…. Escuch贸 un disparo.

En una acto reflejo se agach贸 para evitar la bala y sali贸 corriendo del ba帽o gritando.

Pero cu谩l ser铆a su sorpresa al ver que aquel soldado del ba帽o no era el 煤nico que lo acechaba. 

El local estaba lleno de ellos, todos apunt谩ndoles con sus fusiles.

Se agarr贸 la cabeza desesperado y cay贸 de rodillas en el pasillo llorando y suplicando por su vida. Los soldados se acercaron a 茅l y lo rodearon sin dejar de apuntarle con sus armas.

Personas extra帽as entran en la puerta de la percepci贸n.

Alan logr贸 levantarse y en un intento desesperado de luchar por su vida ech贸 a correr hacia la salida.

Su carrera alocada lo llev贸 hasta la carretera en la que, a esa hora de la tarde, hab铆a mucho tr谩fico. No vio al autob煤s acercarse y ya era tarde cuando se dio cuenta de su existencia.

La gente en el local comenz贸 a gritar y salir corriendo a la calle, donde el joven hab铆a exhalado su 煤ltimo suspiro tras haberle pasado las ruedas del autob煤s por encima.

Marjorie vio la escena a trav茅s del cristal. Le dijo a Tom que recogiera a sus soldados. Este obedeci贸 y los meti贸 en la caja de donde los hab铆a sacado. Le dio la mano a su madre y juntos se alejaron del local lo m谩s aprisa que pudieron. 

Mientras corr铆an calle abajo, Tom no pudo evitar sonre铆r. Hab铆a ganado aquella batalla, una de tantas…






mi茅rcoles, 19 de junio de 2024

EL FINAL DE TODO

 Talbot, un muchacho de 16 a帽os, se hab铆a quedado hasta tarde en la biblioteca terminando un trabajo de historia que ten铆a que entregar al d铆a siguiente. Iba caminando hacia su casa cuando una furgoneta negra se par贸 a su lado.

Un hombre de mediana edad vestido totalmente de negro se baj贸 y se acerc贸 a 茅l. 

—Talbot, hijo m铆o, ¿c贸mo est谩s?

—¡¿Pap谩?! 

El muchacho se hab铆a quedado de piedra al o铆r la voz de ese hombre que se parec铆a a la de su padre que hab铆a muerto hac铆a menos de un a帽o despu茅s de una larga enfermedad.

El hombre lo agarr贸 con una gran fuerza de un brazo mientras abr铆a la puerta de atr谩s de la furgoneta.

—¡Entra!

Talbot supo en ese momento que aquel hombre no era su padre y comenz贸 a forcejear para liberarse de 茅l.

Tony un joven de unos 25 a帽os ven铆a de trabajar. Aquel d铆a hab铆a sido agotador. Era animador y lo hac铆a sobre todo en fiestas infantiles. Hab铆a d铆as en los que odiaba su trabajo y aquel era un d铆a de esos. Estaba tan cansado y ten铆a tantas ganas de llegar a su casa que no se hab铆a cambiado. Todav铆a llevaba puesta la ropa de payaso y la cara pintada. 

Escuch贸 unos gritos y vio como un hombre intentaba meter a un chaval en una furgoneta. Aquello le dio mala espina. Agarr贸 al chaval por detr谩s y pudo evitar que el hombre lo secuestrara. Este al verse derrotado se meti贸 dentro y huy贸 de all铆 como alma que lleva el diablo.

Tony acompa帽贸 al chaval hasta su casa.

Mientras tanto el hombre de la furgoneta recibi贸 una llamada.

—¿Todo bien?

—No, el chaval logr贸 escapar.

Silencio al otro lado, una pausa demasiado larga que sab铆a que no significaba nada bueno.

—Siento haber fallado pero es 茅l, estoy seguro. Al agarrarlo del brazo el contacto con su piel me produjo una quemadura. No hay duda de que es el elegido.

—Bueno, lo sabremos pronto.

La llamada se cort贸.


Cuando Talbot lleg贸 a casa vio que su madre todav铆a no hab铆a llegado de trabajar. Mejor as铆, pens贸, no se encontraba bien y no quer铆a que se preocupara. Se quit贸 la ropa, se puso el pijama y fue al ba帽o.

Se mir贸 en el espejo, el reflejo le mostraba la palidez de su cara y hab铆a algo m谩s. Le dol铆a el brazo en el que aquel hombre lo hab铆a agarrado. Se lo mir贸. Ten铆a una quemadura en el lugar en que lo hab铆a agarrado. Sinti贸 que se mareaba al verlo. Se moj贸 la cara con agua fr铆a e intent贸 relajarse. Se volvi贸 a mirar en el espejo. Su cara se estaba transformando. Le hab铆an salido arrugas y sus ojos hab铆an perdido su tonalidad azul pasando a ser negros como la oscuridad m谩s profunda.

Sali贸 del ba帽o arrastrando los pies. Se sent铆a cansado, como si el peso del mundo recayera sobre sus hombros, como si fuera el tit谩n Atlas.

Se sent贸 ante su escritorio dispuesto a terminar el trabajo de historia que ten铆a que entregar a primera hora de la ma帽ana pero no pudo. En su lugar cogi贸 unos folios y comenz贸 a escribir. 脡l no lo hac铆a, una mano invisible lo hac铆a por 茅l, estuvo escribiendo durante horas y cuando termin贸 se sinti贸 tan exhausto que se meti贸 en la cama, no escuch贸 a su madre llam谩ndolo para cenar ni escuch贸 abrirse la puerta cuando ella fue a ver si se encontraba bien ni el beso que le dio en la frente dese谩ndole buenas noches.

Talbot escribi贸 la profec铆a del final de la tierra.

Cuando se despert贸 por la ma帽ana se encontr贸 como un mundo destruido, todos hab铆an muerto. Seres infernales hab铆an tomado la tierra y la aclamaban como el nuevo dios.


CA脥N

  Su padre lo esperaba envuelto en oscuridad. Cuando Ca铆n regres贸 a casa se llev贸 un susto de muerte al encender la luz de la cocina y ver a...