martes, 22 de diciembre de 2020

CAMPO DE CRÁNEOS

 




                                  Llevaba mucho tiempo en ese trabajo y era bueno, muy bueno, disfrutaba con lo que hacia, hasta tal punto que nunca se le pasó por la cabeza la idea de dejarlo y disfrutar del resto de su vida en alguna isla paradisiaca, en medio del océano, tostándose al sol y bebiendo hasta desmayarse. Sabia que un día u otro tendría que dejarlo, cuando sus facultades físicas y mentales estuvieran al limite, pero todavía faltaba mucho para eso así que de momento seguiría disfrutando con lo que hacía.

                               Era un asesino a sueldo, lo contrataban para matar gente. Había aprendido a no hacer más preguntas que las necesarias. Cuánto menos sabía del encargo, mejor. Su trabajo consistía en localizar, vigilar, matar y hacer desaparecer el cuerpo. Y el sueldo era muy bueno, mejor que eso, era una mina de oro.

                               Trabajaba solo, tenía su rutina, sus métodos y funcionaba, en más de treinta años no lo habían pillado nunca. Era muy cuidadoso en no dejar huellas ni algún rastro que lo pudiera delatar. 

                               Aquel trabajo no era muy distinto a cualquier otro que hubiera hecho hasta el momento. Localizó, vigiló y luego ejecutó. Ahora la última parte, deshacerse del fiambre.

                               Tantos años haciendo lo mismo, lo llevaron a descubrir un sitio donde poder enterrar los cuerpos sin que nadie los encontrase, podía tirarlos al mar, pero muchas veces aparecían, y ellos, no querían eso. "El cuerpo nunca ha de aparecer" le dijeron desde un principio. 

                               Así que los llevaba hasta ese campo, con las luces de la ciudad al fondo como luciérnagas brillando en la noche. Se apeó del coche, fue hasta el maletero donde descansaba la pala junto al cuerpo del hombre que acababa de matar. Su último trabajo. Bajo las luces del coche comenzó a cavar. Esa era la peor parte, el hoyo tenía que ser lo suficientemente grande para que las alimañas no desenterraran el cuerpo. cavó durante un buen rato, descubrió en medio de la tierra resto de otro trabajo de hacía tiempo, un cráneo.                                   Eran muchos los cuerpos allí enterrados, había creado con el paso del tiempo, un cementerio en aquel campo, a las afueras de la ciudad, lejos de miradas curiosas y lenguas largas.

                              Terminó su trabajo, sacó el cuerpo del maletero, lo lanzó a la zanja, lo cubrió de tierra, guardó la pala y se largo de allí. 

                               



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