Se fue a casa. No aguantaba más en el hospital. Hacia una semana que los hombres del gobierno andaban revoloteando por allí. Estaban en todas partes, en la administración, en la uci, en las consultas, incluso en la cafetería. En un principio pensó, porque así se lo pintaron, que era por el bien de todos, por el bien de los pacientes y del personal del hospital, sobre todo médicos y enfermeras. Pero los días pasaban y él desconfiaba más y más. Faltaban dos días para Navidad.
Cuando llegó a casa Ana y las niñas no estaban, demasiada calma, demasiado silencio. Habían ido a buscar a sus padres al aeropuerto, pasarían las fiestas con ellos. Se alegraba, le caían bien sus suegros, eran gente mayor, con mucho conocimiento de la vida y con consejos muy sabios.
Entró en su despacho y cerró la puerta, por costumbre, más que por otra cosa. Ahora estaba solo y nadie lo iba a molestar, por lo menos en un par de horas.
Se sentó ante el escritorio y abrió su portátil. Repasó los datos que tenia una y otra vez, lo mismo que había hecho desde que se levantó esa mañana a las 6. Y seguía pensando lo mismo. Nada estaba bien. Los del gobierno estaban mintiendo. Había descubierto que encubrían datos, y daban otros completamente distintos. Había que salvar la Navidad. Sólo les importaba eso nada mas, para ellos cada persona que se moría era un número más, no sabían que detrás había una familia que quedaba destrozada, un hijo, una hija, un nieto, que los echarían de menos y llorarían su pérdida.
Llamó a otros hospitales y habló con sus colegas, los otros directores. Todos tenían gente del gobierno por el edificio igual que él. Les hizo algunas preguntas y las respuestas que consiguió de ellos, no le gustó. No querían meterse en líos, miraban para otro lado. Les daba igual lo que hicieran con tal de no tener problemas con ellos.
Se frotó la cara con las manos. Era una decisión difícil, si hacia lo correcto corría peligro su integridad física y la de su familia así como su carrera, pero si miraba hacia otro lado muchas personas morirían por no haber hecho nada.
HacÍa dos días un colega médico de su hospital, había ido hasta su despacho y le había dicho que la gente mayor no estaba recibiendo el tratamiento que necesitaba. Se lo había dicho a él, como director, y ¿qué pasó? pues que tuvo un accidente y murió. Aquello era un aviso. O colaboras o te sacamos de en medio.
Supo que su teléfono estaba pinchado, ¿cómo sino sabían lo que su colega le había dicho?. Así que trataba de hablar con ellos fuera del hospital. Tenia gente que lo apoyaba, gente con valores y principios como él. Pero no quería meterlos en aquello, no quería tener mas muertes a sus espaldas.
Se reunían en el parque lejos de posibles escuchas encubiertas y dialogaban y hablaban sobre la situación que estaban viviendo. Les controlaban todo lo que hacían, sobre todo a la gente que llegaba por urgencias victimas del virus que estaba asolando el mundo entero. Les daban un tratamiento que según ellos era eficaz, se lo daban sobre todo a la gente mayor y ¡¡oh sorpresa!! en cuarenta y ocho horas esa gente fallecía. Al resto de la gente infectada parecía que les iba bien. Él sabia que no era el mismo medicamento que le daban a unos y a otros y tenia pruebas. Una enfermera había sido capaz de burlar la vigilancia y de tomar ambos medicamentos, llevarlos al laboratorio y analizarlos, uno era letal el otro era no, venían en un mismo formato, píldoras blancas ambas, con el mismo logotipo y mismo envase. Pero con componentes muy diferentes.
Tenia unos datos diferentes a los de ellos, los de él eran los pacientes reales que habían muerto o asesinado, ellos los encubren como fallecimientos por causas diversas como paradas, neumonías.... Todos mayores de 60 años. No se hacían autopsias a los cuerpos, se despachaban rápidamente, se los daban a sus familias para que fueran enterrados. Si alguna familia protestaba eran acallados rápidamente. Tienen métodos muy eficaces para llevarlo a cabo. Era consciente.
Tenía que poner a su familia a salvo, mandarlos lejos, no quería que estuvieran allí cuando el destapara todo aquello. Sabia cómo hacerlo y lo haría.
Lo haria despues de navidad, seria, lo sabia, su ultima navidad. Pero se iría en paz sabiendo que hacia lo correcto.
Sacó una tarjeta del cajón de su escritorio, la puso al lado del portátil, era del inspector Gutiérrez, un viejo amigo del instituto, lo llamaría y lo pondría al tanto de todo. Estaba decidido. Solo faltaban dos días.
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