Isoflavona, ponía la etiqueta del
frasco que había sobre la mesilla de noche. El inspector la leyó con
detenimiento. Habían acudido a aquel apartamento por una llamada recibida, alertando
de la desaparición de la mujer que vivía allí. Pero la mujer no había desaparecido,
la habían encontrado muerta en la cama. La llamada la habían hecho desde su
trabajo, ella trabajaba como contable de la empresa. Su jefe la había llamado reiteradamente
al móvil sin suerte, llevaba dos días haciéndolo, el tiempo que hacía que no se
presentaba a trabajar.
El inspector abrió el frasco, dentro
había un par de píldoras de color azul. La causa de la muerte de la mujer,
según la autopsia realizada, era una ingesta masiva de ansiolíticos. Aquello no
cuadraba, la isoflavona no era un ansiolítico, alguien había sustituido las
pastillas, eso estaba claro. Ahora había que descubrir quien lo había hecho. Siguió
registrando el apartamento de la fallecida. Estaba todo revuelto como si
hubieran estado buscando algo.
Habían vaciado cajones y tirado su
contenido por el suelo, el que había hecho aquello tenía mucha prisa por
encontrar lo que fuera que estaba buscando. Estuvo rebuscando entre las cosas
tiradas por allí, pero nada llamó su atención. Sólo le quedaba un sitio para
registrar. Fue al baño, echó un vistazo a su alrededor y levantó la tapa de la
cisterna. Era un buen escondrijo para guardar algo que no quieres que
encuentren. Había algo envuelto en una bolsa de plástico. Lo sacó con cuidado,
lo desenvolvió y descubrió que era un libro de contabilidad. Tal vez eso fuera
lo que estaban buscando, pensó el inspector. Y fue más allá, tal vez aquella
mujer descubriera un desfalco y amenazara con denunciar a la empresa. Todo cobraba
sentido en su cabeza. Lo estaba abriendo cuando un policía entró, estaba
agitado, y no era para menos, habían encontrado una cámara oculta en una figura
de porcelana en forma de perro, que la mujer tenía enfrente de la cama, encima
de la cómoda, donde descansaba una televisión. Salió de allí, él no lo supo
entonces pero aquel compañero le había salvado la vida, de momento.
Pusieron las grabaciones y pudieron
apreciar como alguien estaba encañonando a aquella mujer, visiblemente
aterrada, para que tragara unas pastillas, que le iba dando junto con un vaso
de agua. Querían que aquello pareciera un suicidio.
Las luces se apagaron, el inspector y
los dos policías que estaban con él, desenfundaron sus armas. Mientras miraban
las grabaciones no se percataron de que la puerta del baño se abría. Habían
bajado la guardia pensando que no habría nadie en el apartamento, aquel error
les iba a costar muy caro. Se escuchó un disparo, y luego le siguieron más. Los
vecinos alertados por el ruido proveniente del apartamento se acercaron hasta allí,
encendieron las luces que, incomprensiblemente estaban apagadas. Un grito de
terror salió de sus gargantas, aquello era una masacre en toda regla, en el
suelo había cuatro cuerpos, bañados en su propia sangre. Llegó más policía al lugar
del crimen, pero aparte de los cuerpos, no encontraron las grabaciones, ni el
libro de contabilidad y por supuesto tampoco el frasco de isoflavona.
Ante la confusión de lo allí
acaecido, un hombre vestido con un traje negro y un maletín del mismo color, salió
del apartamento sin que nadie sospechara de él.
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