Escuchó un ruido en el piso superior. Bajó el volumen de la radio donde estaban transmitiendo el partido de fútbol más importante de la liga. Le fastidiaba tener que perderse la siguiente jugada, parecía que la cosa se iba a poner más que interesante, pero tenia que ir a ver que pasaba. Al fin y al cabo era su trabajo, para eso le pagaban.
Así que se levantó y se encaminó hacia el piso de arriba. Hacia la vigilancia de los dos últimos pisos del hospital que en estos momentos estaba en obras, para que nadie se colara allí. La noche hasta ahora se había presentado más que tranquila, tanto que pudo ver toda la primera parte del partido sin contratiempos. Pero ahora....
No había luz, así que encendió la linterna y se dispuso a subir las escaleras. El ruido había cesado, pero de todas formas tenia que cerciorarse que allí no hubiera nadie
Letras unidas
formando la palabra MUERTE escrita en la pared, en su última ronda no estaban,
estaba seguro. Escuchó un ruido al fondo del largo pasillo. Lo alumbró con la
linterna. Una sombra se acercaba a él, caminaba al son de una macabra música.
Se quedó petrificado, el miedo que sentía no le dejaba reaccionar. Aquella sombra con paso lento, cabizbajo, vestido con un túnica negra y una capucha de igual color cubriéndole la cabeza, se iba acercando cada vez más, no podía verle la cara, pensó que tal vez fuera mejor así. Lo peor, la música, una marcha mortuoria.
Tanteó el cinturón donde llevaba colgada la radio, tenia que avisar a su compañero que estaba en la planta baja, en la entrada del edificio para que subiera. Aquello no le gustaba nada. Iba a necesitar ayuda. La radio se cayó al suelo. Aquella sombra estaba cada vez más y más cerca de él. Se agachó para cogerla, perdió el equilibrio y se dio de bruces contra el suelo. Aquel ser estaba a escasos centímetros mirándolo fijamente. Estaba ante una calavera, las cuencas donde deberían estar los ojos eran sendos agujeros negros.
Aquella figura alzó los brazos hasta ponerlos en cruz. El vigilante sintió como se elevaba un palmo del suelo y era engullido por un remolino de viento surgido de la nada. Entonces abrió la capa. Sus gritos apenas se oían, quedaban amortiguados por la música que iba subiendo el tono, cada vez más y más alto, era un milagro que no se escuchara en todo el edificio. Quedó atrapado entre aquella capa para luego desaparecer. Sólo quedaba aquella radio en el suelo como único testigo de lo que allí había acontecido.
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