Pensé que mi carne se pudrÃa, eso fue al principio, cuando me trajeron a casa desde el hospital. Ahora sé con certeza que se está pudriendo, irremediablemente y a pasos agigantados. Me dijeron que sufrà un accidente de moto. No lo recuerdo. Creo que mienten. Me tienen aquà postrado, no quieren llevarme al lugar donde deberÃa estar; el cementerio. Me estoy pudriendo, siento como los gusanos se comen mis piernas, como mi hÃgado y mi estómago dejaron de funcionar, al igual que mi corazón. Esto es una agonÃa, puedo oler la putrefacción de mi cuerpo y ellos sólo me dejan aquà postrado dándome pastillas y más pastillas que me dejan adormecido y me hacen ver cosas. Esta noche me desperté, el olor a muerte era insufrible, me quise levantar y huir porque sentÃa náuseas, pero mis piernas carcomidas no se movÃan y no pude escapar. Estaba tumbado boca arriba, mi mirada se cruzó con la lámpara que cuelga del techo de mi habitación, tiene seis brazos de bronce y una bombilla en cada uno de ellos. HabÃa un cuervo posado en uno de ellos, haciendo que se balanceara peligrosamente, a causa de su peso. Me observaba atentamente, sus intenciones no eran buenas, lo intuÃa, estaba seguro de que esperaba a que me durmiera para picotear mis ojos podridos y dejarme ciego. Quise gritar pero mi garganta putrefacta ya no emite sonido alguno. Creo que me volvà a morir. Y esta mañana he vuelto, otra vez, cuando mi mujer vino a mi habitación a traerme la comida. Quieren que coma, pero un cadáver no lo hace, no necesita alimentar un cuerpo podrido. Me amenazan con entubarme, como si me importara. No puedo hacer nada para pararlos, porque mis brazos están en descomposición, se deshacen y al mÃnimo movimiento mi carne se caerÃa a trozos por toda la cama. Se enfadan porque no hablo, pero para qué hacerlo, no me pueden escuchar, estoy muerto.
Se acaba de ir otro médico, uno más de la larga lista de los que me vinieron a ver hasta el momento, como si fuera un bicho raro o un muñeco de feria, me estuvo examinando durante mucho tiempo, mucho más que los anteriores, que se iban al cabo de unos minutos, creo que mi aspecto les impresionaba y no podÃan soportarlo. Este médico habló algo de un tal Cotard. No se quién es, ni me importa lo más mÃnimo. Lo único que realmente me importa es que me descompongo y nadie parece darse cuenta. ¿Soy el único cuerdo en esta historia?
Ayer me hice con un cuchillo que trajo mi mujer con la comida y que no se llevó. No sé por qué no lo hizo, tal vez quiere que haga algo. Lo estuve pensando durante un rato y he tomado una decisión, acabaré con este sufrimiento. Me lo clavaré en la cabeza, en un ojo, que el filo llegue hasta el cerebro, creo que asà se mata a un muerto viviente y por fin mi agonÃa se acabará de una vez por todas.
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