Resiliencia ¿sabes lo que
significa verdad? Le preguntó la psiquiatra a aquella chiquilla, de no más de
dieciséis años, que estaba sentada en el sofá frente a ella.
-SÃ, creo que sà - le
respondió.
-Pues de eso, tú
tienes a raudales -le dijo la mujer- Has comprendido, en los pocos dÃas que
llevamos hablando, que la muerte de tu padre no fue por tu culpa.
La chiquilla asintió.
-Pero ahora tienes que
dar un paso más, lo sabes ¿verdad?
-Creo que sà -le
respondió- pero me duele dejar a mi madre, se pasa el dÃa llorando y apenas
sale de casa.
-Lo sé, pero ella lo
superará con el tiempo, la cicatriz que en estos momentos tiene en su corazón
se irá cerrando poco a poco. Pero tú... no puedes quedarte aquÃ, este no es tu
sitio.
La muchacha lo sabÃa, igual que sabÃa que aquella mujer que tenÃa enfrente
podÃa ver lo que al resto de la gente le estaba vetado.
-SÃ, lo sé -le dijo
mientras lentamente se ponÃa en pie y se acercaba a ella- sé que éste no es mi
sitio, no puedo estar entre los vivos -hizo una pausa y prosiguió- pero tú
tampoco, porque al igual que yo tú también estás muerta, aunque no lo quieras
ver.
La psiquiatra se puso
lÃvida. No le gustó la actitud amenazadora con la que le estaban hablando
aquella muchacha. Se levantó de la silla en la que habÃa estado sentada hasta
entonces y la miró a los ojos.
La chiquilla la mirada de
la chiquilla era desafiante, la mujer a lo largo de su carrera, se habÃa
encontrado con situaciones similares y sabÃa cómo enfrentarse a ellas.
Primero le pidió que se calmara y volviera a sentarse. Su tono de voz no
daba pie a una negativa. La muchacha lo hizo sin protestar. Ella se volvió a
sentar.
-Sé que son momentos
confusos para ti. Tienes que emprender un viaje, no puedes quedarte aquÃ, tu
alma está libre de toda culpa de lo que os pasó a tu padre y a ti.
Aquel coche se saltó un stop y os embistió, no importa si estabais
discutiendo en ese momento o no, no fue culpa tuya que aquel hombre no parara,
eso ya lo has entendido.
Yo te ayudaré a cruzar la puerta que separa ambos mundos, porque éste es mi
trabajo.
Sé que estoy muerta, hace mucho de eso yo. Yo soy quien calma las almas
afligidas, las almas torturadas por la culpa, atormentadas por algo que no
hicieron. Les doy esa paz que necesitan para cruzar el umbral. No todas aceptan
mi ayuda, algunas se pierden y vagan eternamente por la tierra en busca de esa
paz. Pero tú eres diferente, tú has visto tu interior y te has exonerado de
toda culpa. Tu padre te está esperando. No lo hagas esperar.
La mujer le tendió una mano a aquella
chiquilla que se la agarró con fuerza. La idea de ver a su padre le dio las
fuerzas suficientes para levantarse y dejarse ayudar por aquella mujer. Una
puerta roja apareció de la nada, delante de ellas, la psiquiatra la abrió, el
padre de la chiquilla estaba en el umbral, sonriendo.
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