Partituras en su sitio. Me siento al piano y empiezo a tocar. Desde muy
pequeño me apasionó la música y el piano se convirtió en mi razón de ser. Esta
noche compartiré con el público mi música y sé que me aclamarán, siempre lo han
hecho. Hace dos noches tuve un sueño. Una mujer bellísima, se presentó en mi
cuarto, llevaba un vestido blanco que le llegaba hasta los pies. Me preguntó
cuál era mi mayor deseo, le dije sin titubear, que quería ser el mejor pianista
de todos los tiempos. Entonces me entregó unas partituras, prometiéndome que
con ellas no habría nadie que me pudiera parar. Al levantarme por la mañana,
unos papeles cayeron al suelo desde mi cama. Eran aquellas partituras. Esta
noche tendré una sorpresa para mi público, después de leerlas una y otra vez he
de decir que es lo mejor que se haya escrito nunca. Empecé con aquella
partitura, a los dos minutos, el público había enmudecido, mis dedos se movían
solos como si aquella música saliera de dentro de mi. Estaba fascinado.
Pero.... algo pasó, la gente se empezó a levantar de sus asientos, se agredían
unos a otros, se mordían y arañaban, había sangre por todas partes. Quise dejar
de tocar pero mis dedos no me obedecían. No podía dejar de moverlos. Un hombre
viene hacia mí. ¿De qué salga vivo, cuál es el porcentaje? Yo diría que más
bien nulo. Se acerca cada vez más, no parece humano. Se ven manchas de sangre
en su traje negro, también en sus manos y en su cara. Me entra pánico. Intento
que mis dedos dejen de tocar aquella música. Sé que es la causante de todo
aquel caos. Pero no hay manera. Mi muerte está cerca, lo presiento, no podré
escapar de aquel hombre, no mientras mis dedos sigan pegados a las teclas. Entonces
tras él aparece la mujer que había visto en mis sueños. El tiempo se para. El
hombre que se iba a abalanzar sobre mí, tal vez para arrancarme los ojos o un
trozo de sangre, no quiero saber cuál era su intención, queda en una posición un
tanto inverosímil, sino fuera por el pavor que me embargaba, creo que me
echaría a reír. De puntillas con una pierna, la otra levantada a punto de hacer
un salto, la boca abierta de par en par, con unos regueros de saliva corriendo
por su barbilla, los ojos desorbitados, y los brazos estirados, parecía un acróbata
a punto de realizar un salto mortal. Aquella mujer se acercó a mi mientras me
miraba atentamente. Sus ojos azules como el cielo eran hipnotizadores, Y me volvió
a realizar la misma pregunta que ya había oído dos noches atrás. ¿Cuál era mi
mayor deseo? La respuesta obviamente, no fue la misma. “Salir de aquí con vida”
le dije. Ella esbozó una sonrisa y me dijo. “Si mueres hoy, serás reconocido
mundialmente por tu música. Si sales con vida, no volverás a tocar el piano
jamás, tus dedos sufrirán daños irreversibles” Aquello me hizo recapacitar
antes de dar la respuesta definitiva. La música, el piano, aquella vida, lo era
todo para mí. Si no podría tocar nunca más, de alguna forma estaría muerto en
vida. Mi respuesta hizo que el tiempo siguiera corriendo y que aquel hombre me
matara.
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