Acérrimo del equipo de fútbol, el Júpiter. Aquella tarde había partido, la copa estaba en juego. En la puerta del estadio escuchaba el zurear de las palomas mientras esperaba en la cola. Tras la victoria, una alfombra roja se desplegó en el campo. Todos los aclamábamos como si fueran estrellas de cine. Fui a celebrarlo. En la televisión escuché decir que esta noche un cometa surcaría los cielos, mientras intentaba abrir una botella de vino con el sacacorchos. Salí, el rocío empapó mi ropa y allí estaba Carmen, más guapa que nunca. El ocaso nos llevó a mi casa. Me desperté resacoso, desnudo, a mi lado, estaba ella, tapada con gruesas mantas, de pies a cabeza. La destapé. No era Carmen. Me quedé petrificado. En el suelo había un cuchillo con sangre. Estaba degollada. Fui hasta el baño, vi un reflejo tras de mí, un demonio, sonreía, traté de huir, la ventana estaba abierta, sentí cómo el frío me pellizcaba mientras me lanzaba. Grité con todas mis fuerzas, esperando que alguien me oyera, órale.
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