Aceleración del coche de carreras, lo producía al pulsar
el botón del mando que tenía entre las manos. Pulsaba una y otra vez dicho
botón, haciendo que el coche avanzara de forma descontrolada por la habitación.
Le habían despertado unos ruidos en la planta baja de la casa. A dichos ruidos
le siguieron gritos. Reconoció de inmediato quién profería dichos gritos. Eran
de su madre y su hermana. No escuchaba a su padre. Le habían regalado aquel
coche hacía poco más de una semana, cuando celebró su octavo cumpleaños. Desde
aquel momento no se desprendió de él, lo llevaba a todas partes. Se había escondido debajo de la cama. No
pensando que el ruido del coche al acelerar, pudiera alertar a quien hubiera
entrado en la casa. Entonces los gritos cesaron. Él dejó de pulsar el botón. El
coche dejó de moverse. En medio del silencio, que reinaba en esos momentos en
la habitación, pudo escuchar ruidos de pasos subiendo las escaleras. No
tardarían en descubrirlo. No podía llorar, ni moverse. El miedo lo había
paralizado por completo. Una pequeña luz empezó a pulular por la habitación.
Apareció a su lado. Esa luz tenía forma de mujer. Le tendió la mano. No lo dudó
y la tomó con fuerza. Sus pies dejaron de pisar el suelo. Estaba
volando de la mano de un hada.
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