martes, 1 de junio de 2021

MUERTE EN VIDA

 


 

 

 

“Espartano, está libre. Tras cumplir una condena de veinte años, esta mañana ha salido en libertad.” Estaba en la cocina cuando escuchó la noticia por la radio. Su cuerpo se paralizó. Un escalofrío recorrió su espina dorsal y empezó a tener dificultades para respirar. Se sentó ante la mesa de la cocina y se agarró la cabeza con ambas manos. La habitación giraba a su alrededor. Las lágrimas se deslizaban por sus mejillas formando un pequeño charco sobre la mesa. Las manos aun le temblaban cuando llamó a la policía. La tranquilizaron diciéndole que le pondrían vigilancia delante de su casa, para que se sintiera segura y que no debía preocuparse porque ahora tenía una identidad nueva y vivía en otro país. Era muy difícil que la localizara. “Difícil, sí, pensó ella, pero no imposible”. Los siguientes días fueron una verdadera tortura para aquella mujer, siempre expectante a cualquier ruido que hubiera dentro o fuera de la casa. Hacía desplazamientos en coche, nunca iba andando. Un coche patrulla estuvo delante de su casa una semana, tras la cual, no volvió a aparecer. Pasaron seis meses desde que Espartano saliera de la cárcel. Poco a poco la rutina de aquella mujer entró a formar parte, de nuevo, de su vida. Una mañana, el cartero llamó a su puerta, le entregó un paquete. Ella lo llevó hasta la cocina y lo abrió. Salieron decenas de insectos de su interior. Un grito de terror salió de su garganta. Sólo una persona podría saber que era alérgica a la picadura de abeja.


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